CARTAGENA.- El sector siderúrgico en América Latina enfrenta desafíos internos y externos. En un escenario de menor crecimiento económico y debilidad de la demanda interna, con cada país con sus particularidades, impacta la competencia de China, que concentra el 56% de la producción de acero global y avanza sobre el resto de los mercados globales. Esa competencia, que muchos no dudan en calificar como “desleal” por sud políticas de precios, regulatorias y ambientales, es el centro de la agenda del debate en Alacero Summit, la principal cumbre del sector.
“El mundo ya se despertó sobre la actividad de China”, alertó el brasileño Everton Guimaraes Negresiolo, CEO para América Latina en la unidad de aceros largos en ArcelorMittal, compañía que controla Acindar, al analizar la reacción a los aranceles de Donald Trump en Estados Unidos o la iniciativa de la Unión Europea, que apunta a duplicar los aranceles de importación para el acero chino al continente (los llevarían del 25% al 50%).
“Mientras Europa y Estados Unidos tienden a elevar las barreras, en Latinoamérica seguimos siendo una región abierta a los productos de afuera”, dijo el ejecutivo, que trabajó durante años en la operación argentina de la empresa. “La industria del acero es capital-intensiva. Y se necesita una tasa de uso mínima del 80%. Por debajo de eso, es un problema”, alertó Negresiolo, quien advirtió que en Brasil la industria opera a un promedio del 65% de su capacidad instalada.
“La producción china tiene calidad. Son buenos. Ellos invirtieron, tienen máquinas, pero no operan en un sistema capitalista desde el punto de vista de la financiación y otros rubros como trabajamos nosotros”, se quejó Negresiolo, en referencia al esquema de negocios de las firmas chinas, donde tiene injerencia el Estado y son recurrentes los reclamos por precios de dumping en la exportación. También, se reiteran los reclamos por el impacto ambiental de esta producción, que según los industriales locales no cumple con estándares de descarbonización.
En conjunto, el sector genera 1,4 millones de puestos de trabajo en América Latina, pero la actividad enfrenta presiones internas y externas. En el frente regional, el menor crecimiento económico debilita a la demanda interna. Según estimaciones del FMI, de hecho, la actividad en la región crecerá en promedio un 2,2% este año y 2,4% en 2026, lejos del 4,1% y 4% del promedio de los países emergentes/en vías de desarrollo. Y las dos principales economías de la región (Brasil y México) estarán incluso por debajo: México proyecta 0,2% este año y 1,4% en 2026, mientras que para Brasil se estima una desaceleración (2,3% en 2025 y 2,1% en 2026).
En el frente global, en el sector apuntan al ‘sobre-stock’ de acero y el rol de China. Tras la guerra de aranceles impulsada por Trump, el gigante asiático quedó con producción disponible que no encuentra mercado y busca comercializar a precios más bajos. Se estima, según el sector, que a fin de 2027, de continuar la proyección actual, habrá una capacidad ociosa en la industria global de 721 millones de toneladas de acero, que condicionan los flujos globales.
A su vez, entre empresarios regionales apuntan a China por su política de renovación tecnológica en plantas, que amplía su capacidad de producción con nuevas instalaciones más modernas, pero no desactiva las más antiguas. “Hoy la demanda es baja. Pero no cierran las anteriores, que desde el punto de vista ambiental no cumple con las condiciones”, describe Negresiolo.
Según Martín Rapallini, titular de la UIA, los movimientos de China impactan a todos los sectores industriales. “Hay que poner la lupa a cómo se comporta a nivel global, porque entendemos que hay competencia desleal en casi todas las ramas de la industria, desde el acero a otros sectores, desde los plásticos hasta las peras”, apunta el ejecutivo, quien instó a la región a emplear herramientas para “frenar ese avance” con medidas antidumping o la revisión de reglamentos técnicos.
Los números muestran que China es el país que más recursos destina a la política industrial, un conjunto de iniciativas que van desde gasto público, subsidios, exenciones fiscales y otro tipo de instrumentos. Así lo mostró un informe elaborado el año pasado por el centro de estudios Fundar, que estimó que el gigante asiático destinó un 1,73% de su PBI en política industrial.
Son valores que están lejos del 0,67% del PBI de Corea del Sur, el 0,55% del PBI de Francia o el 0,5% de Francia. En Estados Unidos, la estimación era del 0,39%, que se incrementó al 0,7% de su PBI en 2023, luego de diversas medidas incluidas en la Inflation Reduction Act impulsada por la administración Biden.
El país latinoamericano en este listado es Brasil, que según Fundar destina el 0,33% de su PBI a política industrial. En otras palabras, es la quinta parte, en términos relativos, de lo que concreta China, más allá de las diferencias de tamaño en su economía.
En ese sentido, en el sector insisten en generar iniciativas de reacción defensiva regional frente a la competencia de China, a través del Mercosur. “Debería ser una plataforma para que estas políticas crezcan con una mirada industrial”, dice Negresiolo, y agrega: “Hoy estamos tomando una decisión de decirle ‘No’ a la industria. Pero todos los países se desarrollaron con una industria fuerte. Estados Unidos vuelve a decir que necesita industria, creció teniendo una industria fuerte y nosotros en América Latina estamos con un proceso de desindustrialización. La decisión es tenerla o no, y entender las consecuencias que eso tiene”.