Como los tiroteos en las escuelas, en Estados Unidos la violencia política ya es casi rutinaria

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NUEVA YORK.- Los mensajes de consternación y condolencias empezaron a llover ominosamente uno tras otro durante el sábado, cuando se conoció la noticia del magnicidio de una legisladora de Minnesota y su esposo, y del intento de asesinato de otro legislador y su esposa.

“Espantosa noticia”, dijo el legislador Steve Scalise, que en 2017 fue baleado en un partido de beisbol. “Paul y yo estamos destrozados”, dijo la expresidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, cuyo esposo fue atacado a martillazos en 2022. “Mi familia y yo conocemos demasiado bien el horror de ser el blanco de un disparo”, dijo la exlegisladora Gabby Giffors, baleada en la cabeza en 2011.

Y los mensajes de exvíctimas de ataques siguieron: del gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro —intento de incendio de su casa, en abril de 2025—, de la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer —complot para secuestrarla en 2020—, y del presidente Donald Trump —dos intentos de asesinato en 2024—.

“Estados Unidos no tolerará horrendos actos de violencia como estos”, dijo el presidente.

Sin embargo, la evidencia indica todo lo contrario, porque el club de sobrevivientes de la violencia política en Estados Unidos no para de crecer.

Melissa Hortman y su esposo murieron este sábado al ser baleados en su casaGlen Stubbe – Star Tribune

Solo en los últimos tres meses, un hombre le prendió fuego a la residencia del gobernador de Pensilvania mientras Shapiro y su familia dormían en su interior, un hombre armado abatió a un par de trabajadores de la Embajada de Israel a la salida de un evento en Washington, atacaron con bombas incendiarias a los manifestantes que reclamaban la liberación de los rehenes israelíes en Boulder, Colorado, y la sede central del Partido Republicano en Nuevo México y una concesionaria de vehículos Tesla cerca de Albuquerque también recibieron impactos de bombas incendiarias.

Y esos son solo los incidentes que resultaron en víctimas fatales o causaron daños.

Con ese telón de fondo, más allá del impacto de la noticia, nadie se sorprendió el sábado a la mañana cuando se supo que la legisladora estatal demócrata por Minnesota, Melissa Hortman, y su esposo, Mark, habían sido asesinados en su casa, y que el senador estatal demócrata, John A. Hoffman, y su esposa, Yvette, habían sido heridos de bala.

A paso lento pero seguro, la violencia política ha pasado de ser un hecho marginal a ser una realidad ineludible. Las amenazas violentas y los asesinatos, ya sea en grado de tentativa o consumados, ya forman parte del paisaje político, una corriente subterránea constante de la vida norteamericana.

Al legislador demócrata por Ohio, Greg Landsman, lo atormenta desde hace meses la idea de que puedan dispararle y matarlo. Dice que cada vez que hace campaña en un evento multitudinario se imagina desangrándose en el suelo del escenario.

El teniente Hjelm de la policía de Brooklyn Park establece un perímetro con cinta policial cerca del lugar del ataque donde murió la legisladora en Brooklyn Park, Minnesota, el sábado 14 de junio de 2025. Alex Kormann – Star Tribune

“Tengo esa imagen y no puedo sacármela de la cabeza”, dice sobre su peor pesadilla. “Estoy ahí solo, tirado en el piso”.

La imagen revela una dualidad de la violencia política actual en Estados Unidos: tal como pasó con los tiroteos en las escuelas, genera un total rechazo y al mismo tiempo se está volviendo casi rutinaria, otra característica de vivir en un país crispado y peligrosamente polarizado.

El propio presidente fue víctima no de uno, sino de dos intentos de asesinato en la campaña electoral del año pasado: durante un discurso en Butler, Pensilvania, una bala le rozó la oreja, y dos semanas después, en Florida, un hombre lo acechó con un rifle semiautomático desde el perímetro de un campo de golf.

El entonces candidato republicano a la presidencia Donald Trump es protegido por agentes del Servicio Secreto en un atentado en su contra durante un acto de campaña el 13 de julio de 2024, en Butler, PensilvaniaEvan Vucci – AP

Las amenazas violentas contra legisladores rompieron un récord el año pasado, y por segundo año consecutivo. Desde las elecciones de 2020, los funcionarios electorales estatales y locales han sido blanco de hostigamiento y amenazas violentas, al igual que los jueces federales, fiscales y otros funcionarios del Poder Judicial. Entre enero y abril de este año se registraron más de 170 incidentes de amenazas y acoso contra funcionarios locales en casi 40 estados, según datos recopilados por la Iniciativa Bridging Divides de la Universidad de Princeton. Pero todo el clima social, incluso en los intervalos entre los hechos de violencia, se ha impregnado de un discurso político agresivo y amenazante.

Durante los últimos cinco días —en los que un senador, por ejemplo, fue tirado al piso y esposado por querer hacerle una pregunta a un secretario del gabinete durante una conferencia de prensa—, el presidente Trump amenazó a un gobernador con meterlo preso y el presidente de la Cámara de Representantes propuso “empetrolarlo y emplumarlo”.

Y desde Washington, mientras los tanques avanzaban por Constitution Avenue en una exhibición política de potencia de fuego, el presidente advirtió que cualquier manifestante sería reprimido “con fuerza bruta”.

La reacción ante los magnicidios e intentos de asesinato del sábado en Minnesota siguió un patrón ya conocido: los líderes de ambos partidos emitieron sendos comunicados condenando los hechos y ofreciendo sus oraciones por las víctimas. Y después llegaron los reclamos de mayor seguridad.

El senador demócrata Chuck Schumer, jefe de bancada por la minoría, advirtió que de nada sirve condenar los hechos y dar vuelta la página. “Condenar la violencia ignorando sus causas no sirve”, dice Schumer. “Tenemos que protegernos más unos a otros, a nuestra democracia y los valores compartidos que nos hacen norteamericanos”. Schumer solicitó que refuercen la seguridad de las senadoras Amy Klobuchar y Tina Smith, demócratas por Minnesota, como ya lo había hecho a principios de semana para el senador Alex Padilla, demócrata por California, después de que fuera maltratado y esposado brevemente al intentar hacerle una pregunta a la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem. Schumer también le solicitó al sargento de armas del Senado y al jefe de la bancada mayoritaria, John Thune, que convocaran a una sesión informativa sobre la seguridad de los miembros del Senado.

El senador demócrata Alex Padilla, al ser esposado

La senadora Klobuchar culpó de la violencia a la creciente polarización y la desinformación que circula en las redes. Amiga cercana de Hortman, la exlegisladora asesinada, Klobuchar insta a los políticos a reevaluar su propia retórica.

“La gente simplemente se va enojando cada vez más y empieza a actuar de acuerdo a lo que lee en las redes”, dice Klobuchar. “Me parece que tarde o temprano, al observar lo que está pasando, todos los funcionarios electos tendrán que mirarse al espejo”.

La violencia política ha sido parte de la historia de Estados Unidos desde el nacimiento del país, y por lo general vuelve a estallar en momentos de grandes cambios. Cuatro presidentes norteamericanos fueron asesinados en su cargo, y un quinto recibió disparos y resultó gravemente herido. A lo largo de los siglos, los miembros del Congreso se vieron envueltos en cientos de riñas, duelos y otros altercados violentos.

Actualmente, si bien la mayoría de los norteamericanos desaprueba la violencia política, las encuestas revelan que cada vez son más las personas que consideran a sus adversarios políticos como una amenaza para el país, o incluso los ven como inhumanos.

Trump aportó lo suyo. Desde su candidatura en 2016, ha mostrado, al menos tácitamente, que aprueba la violencia contra sus opositores políticos: animó a los asistentes a sus actos a “moler a palos” a los que protestan, elogió al legislador que prepoteó físicamente a un periodista y defendió a los agitadores del 6 de enero de 2021, que clamaban por “colgar a Mike Pence”. Una de las primeras medidas de su segundo mandato como presidente fue indultar a esos agitadores.

El día en que la consigna “No a los reyes” reunía a miles de manifestantes contra el gobierno de Trump en todo el país, los asesinatos del sábado tuvieron repercusiones concretas en la arena política. En Minnesota, donde se buscaba al tirador, las autoridades instaron a la gente a evitar asistir a las protestas “por precaución”.

Y en Austin, Texas, la policía local valló el Capitolio del estado y sus alrededores tras recibir una amenaza creíble contra legisladores que planeaban asistir a las protestas del sábado por la noche.

“Uno de los objetivos de la violencia política es silenciar a la oposición”, apunta Lilliana Mason, politóloga de la Universidad Johns Hopkins. “No es solo un acto contra unas pocas personas o víctimas: la idea es silenciar a muchos otros que no salen físicamente heridos”.

Traducción de Jaime Arrambide