HONG KONG.– Las exportaciones de China crecieron 5,9% interanual en noviembre, tras la caída inesperada de octubre, y permitieron que el país superara por primera vez el billón de dólares de superávit comercial acumulado en los primeros once meses de 2025.
Según los datos aduaneros difundidos este lunes, el saldo positivo llegó a 1,08 billón de dólares, por encima de los 992.000 millones registrados durante todo 2024, lo que confirma el peso estructural de la economía exportadora china en un escenario internacional marcado por las tensiones comerciales y desaceleración global.
El repunte llegó pese a que las importaciones avanzaron apenas 2% y que los envíos a Estados Unidos se desplomaron casi 29% interanual, una señal de la tregua comercial alcanzada a fines de octubre entre Donald Trump y Xi Jinping aún no se traduce a una recuperación del flujo bilateral. A pesar de esto, los economistas prevén que el recorte de aranceles aplicado por Washington comenzará reflejarse en los próximos meses.
Los aranceles impuestos por el mandatario estadounidense provocaron una caída de casi una quinta parte de sus exportaciones a ese país. Sin embargo, China redujo sus compras de soja norteamericana y otros productos prácticamente al mismo ritmo, y continúa vendiendo a Estados Unidos el triple de lo que compra.
Los datos de noviembre sorprendieron a los analistas: las exportaciones globales alcanzaron los 330.300 millones de dólares, superando las estimaciones del mercado, mientras que las importaciones totalizaron 218.600 millones. El saldo mensual de 111.680 millones fue el tercero más alto de la historia.
Mientras el comercio con Estados Unidos se debilita, China aceleró una agresiva aceleración de mercados hacia el Sudeste Asiático, África, Europa y América Latina. Desde automóviles hasta paneles solares o electrónica de consumo, un flujo creciente de manufacturas chinas desplaza a competidores de potencias industriales tradicionales como Alemania, Japón y Corea del sur, y también fábricas de países emergentes como Indonesia o Sudáfrica, que enfrentan dificultades para igualar los precios chinos.
Buena parte del impulso exportador proviene además de una estrategia para sortear los aranceles estadounidenses: numerosas empresas trasladaron el ensamblaje final a México el Sudeste Asiático y África, desde donde exportan a Estados Unidos evitando parte de las penalidades impuestas por Trump.
China también amplió su superávit con la Unión Europea (UE), a la que le vende más del doble de lo que compra. El debilitamiento del reminbi –la moneda de China– frente al euro y la caída de los precios internos explican parte de ses desbalance. Para la industria europea, el desafío es profundo: con una moneda china subvaluada hasta un 30%, competir en manufacturas se vuelve “extremadamente difícil”, según advirtió a The New York Times Jens Eskelund, presidente de la Cámara de Comercio de la UE en China.
El auge contrasta con señales de debilidad doméstica. La actividad fabril cayó por octavo mes consecutivo en noviembre, según el índice oficial, y persiste la incertidumbre sobre si la tregua comercial alcanzada con EE.UU. será suficiente para revitalizar la demanda externa de manera sostenida. Aun así, Pekín confía en cumplir su meta de crecimiento de alrededor del 5% en 2025.
La cúpula del Partido Comunista Chino se reunió en una sesión del Politburó encabezada por Xi Jinping, enfocada en delinear las prioridades económicas para 2026. El liderazgo reiteró la necesidad de impulsar manufactura avanzada, estabilizar el entorno comercial y reforzar el consumo interno, uno de los puntos más débiles de la economía.
Hacia fin de mes tendrá lugar la Conferencia Central de Trabajo Económico, clave para trazar la hoja de ruta del próximo año, en un contexto en el que Pekín intenta mantener el superávit comercial mientras enfrenta presiones para fortalecer su moneda.
Una delegación del Fondo Monetario Internacional visitará esta semana China para evaluar su sistema financiero y el valor de su moneda, un debate que se intensifica dentro y fuera del país. Un renminbi más fuerte abarataría importaciones como combustibles y bienes de lujo, y podría estimular el gasto doméstico, prioridad para Pekín. Sin embargo, encarecería los costos de los exportadores, que emplean a millones y constituyen uno de los pilares del crecimiento.
El modelo exportador chino, además, tiene implicancias geopolíticas: permitió financiar innovaciones tecnológicas de punta y sostener asistencia a aliados estratégicos como Rusia, Corea del Norte e Irán, consolidando el peso global de Beijing.
Pese a las advertencias de economistas locales que sostienen que China deberá aceptar un superávit menor para mejorar el poder adquisitivo de sus consumidores, el gobierno mantiene su defensa de un comercio exterior expansivo. Xi Jinping reiteró la semana pasada que el proteccionismo “solo empeora el entorno internacional”, en un mensaje dirigido a socios europeos que evalúan imponer nuevas defensas comerciales.
A contramano de las tensiones globales, algunos analistas prevén un aumento de la cuota de mercado china en los próximos años. Morgan Stanley estima que para 2030 el país alcanzará el 16,5% del comercio mundial, frente al 15% actual, impulsado por sectores de alto crecimiento como vehículos eléctricos, robótica y baterías.
Chi Lo, estratega de BNP Paribas Asset Management, advirtió que la diversificación comercial será clave para sostener esa tendencia. “La guerra comercial seguirá siendo un riesgo estructural. La tregua con Estados Unidos es temporal y el entorno global continuará siendo volátil”, señaló.
Agencia AP y diario The New York Times