“El país se enfrenta a una oportunidad histórica”, afirma Andrés Borenstein, con una mirada optimista para las posibilidades económicas en 2026 tras el triunfo del Gobierno en las últimas elecciones legislativas. El economista del banco de inversión de capitales brasileños BTG Pactual advierte que un mayor flujo de divisas para el país, esperado por el crecimiento de sectores como el agro y la producción de hidrocarburos, y las posibilidades de que se aprueben en el Congreso las reformas estructurales son factores que sostienen las buenas perspectivas para la economía en el corto plazo.
“Si bien Argentina tiene un máster en haberse perdido oportunidades en el pasado, da la impresión de que las cosas están especialmente alineadas a favor”, dice el economista, en diálogo con LA NACION.
-¿Cómo se sostiene ese optimismo?
-Da la impresión de que las reformas más importantes que quiere el Gobierno van a salir. Habrá que negociar algún punto, habrá alguien que se va a oponer, pero da la sensación de que la probabilidad de reformas que son además pro negocio, que son pro empresa, sobre todo el tema de reducir la conflictividad laboral y los costos laborales no salariales. También, está toda la historia de Vaca Muerta, que es una historia larga pero que está empezando a madurar, porque las empresas están con mucha capacidad de evacuación de petróleo, se está trabajando en el Vaca Muerta Sur, y después viene todo lo de gas. Y después está la minería, que era siempre una promesa que todos tenemos y da la impresión de que empieza a ocurrir. Si a todo esto le sumás que, después del parate en el sistema financiero de los últimos tres meses, el crédito se empieza a mover nuevamente, que el Gobierno licitó rutas y va a seguir licitando durante el 2026, y que parecería que viene una buena cosecha, da la impresión de que por lo menos el nivel de actividad va andar bien. Nosotros tenemos un crecimiento un poquito más allá del 4% para el para el 2026, y puede ser más alto también. Obviamente va a haber algunos sectores que no les va a ir tan bien, y van a crecer menos, como educación y salud, que es un tema más demográfico, pero probablemente a la industria no le vaya tan bien.
-¿Cómo coexiste esa dinámica con el empleo y el impacto sobre la actividad en los conurbanos?
-Obviamente el país está en un proceso de transformación, y yo te diría de modernización. Parte de la modernización es tener una economía más abierta. En general, a la mayoría de los economistas nos gusta la economía más abierta, es lo más transparente. Siempre está este debate de a qué velocidad lo hacés y siempre hay uno que tiene una idea para hacerla mejor. No es fácil y no hay una receta universal. Son opiniones y todas me parecen respetables. Lo que no me parece muy respetable es decir ‘Sigamos conviviendo con una economía cerrada, proteccionista’. Se puede discutir si hay que proteger algún que otro sector o ir más despacio en alguna que otra cosa. Todo este prólogo para decir que sí, en todos estos procesos de cambio hay dolor. Decir que no va a haber dolor es casi realismo mágico. Decir que puedo hacer que la economía crezca y que nadie sufra es medio imposible. La pregunta es qué hacemos y cómo resolvemos esos procesos. Ahora, si me preguntas si el interior va a crecer más rápido que el conurbano, sí. También me parece una especie de cliché esto de ‘La minería no genera empleo’. Esto no puede pasar de acá a tres o seis meses, pero sería lógico que se genere un entorno de proveedores de estos sectores ganadores, y que algunos sectores de manufactura, quizás que están más golpeados porque compiten con China, se reinventen. Quizás no son los mismos trabajadores o los mismos dueños, pero esa es la historia del capitalismo. Unos mueren, otros nacen. El problema es claro si me toca morir a mí. Siempre es triste y doloroso ver que hay gente que se puede quedar sin laburo, la transición es dolorosa.
-¿Qué se puede hacer?
-Desde el punto de vista de la parte más baja de la pirámide de ingresos es donde creo que el gobierno actuó mejor y más rápido. En la AUH, el gobierno no solo no pasó motosierra, sino que incluso incrementó la protección y eso ayudó que la pobreza baje. Después, las cosas son más lentas y difíciles. Uno pensaría inmediatamente en temas vinculados a la educación. Y no es solo la currícula de la secundaria, que son cosas de muy largo plazo, sino programas de reentrenamiento. Y el Estado puede ayudar a financiarlos, pero tiene que estar el sector privado, que es el que sabe lo que necesita en términos de calificación, mano de obra y cosas por el estilo.
-¿Qué impacto puede tener la reforma laboral en el crecimiento del empleo registrado? ¿Pesa más eso o que la economía crezca?
-Hay muchos planos. Uno es el crecimiento del empleo, otro es la reducción de la informalidad. Y son todas variables. La reforma laboral no te va a hacer crecer el empleo per se, lo que te va a hacer a lo largo del tiempo, porque creo que, si esperamos milagros al mes uno o tres, estamos siendo un poco naif… Lo que uno esperaría después de un tiempo prudencial, si esta reforma laboral funciona y no tienen trabas judiciales, es que vas a ir reduciendo muy de a poco la informalidad. Hoy nosotros tenemos 40% de trabajo informal. No va a ser 10% en cinco años. No pienso que esta reforma va crear trabajo, lo que va a crear trabajo es el crecimiento de la economía, que haya más consumo, más exportaciones. Si no, va a ser muy difícil. El país no crece hace 15 años. Y si vos no crecés pero crece el empleo, lo que baja es la productividad. Argentina tiene que dar un shock de productividad. Por eso, de nuevo, el crecimiento es lo que nos va a dar a los argentinos más empleo, mejores salarios y menores índices de pobreza.
-¿Qué posibilidades hay de que mejore el salario en 2026?
-Nos enfrentamos a un buen año de 2026 y creo que va a ser bueno para casi todos. Si la economía crece un poco más que 4%, quizás el salario no crezca cuatro, pero no tengo dudas de que el salario real el año que viene va a ser más alto que en 2025. Si eso lo complementamos con un poco de crédito, que también no tengo dudas de que va a crecer, la capacidad de consumo de la gente va a ser mayor. ¿Va a ser un boom de consumo? No creo, pero la verdad tampoco está bueno que tengamos esos boom. Si crecemos tres o cuatro años seguidos al 4%, este país cambia.
-¿Qué observa con respecto al dólar y la dinámica de las reservas?
-Me parece que el tipo de cambio actual está ok. Siempre se puede decir ‘A mí me convendría que el dólar suba $100 más’. Todo eso es atendible, pero no es un tipo de cambio que uno puede decir que está recontra atrasado. Es cierto lo que siempre dice el presidente de que los economistas no sabemos dónde está el tipo de cambio real, y no voy a pretender saber dónde está, pero la sensación es que está en un rango donde está más o menos ok. Si miras la macro en general, hay perspectivas de crecimiento, un clima político bastante despejado, superávit fiscal, bajo nivel de deuda y el déficit de cuenta corriente muy chico. El déficit externo en base caja, que es el del BCRA, este año va a cerrar algo así como 0,6% del PBI, y lo estimamos en algo más de 1% para 2026. Son déficit recontra manejables y típicos de una economía que crece. Creo que sería una mala noticia tener superávit de cuenta corriente en 2026, porque si pasa eso es porque seguramente la economía no creció. El único punto débil es que tenemos pocas reservas. Ahí el Gobierno, y lo dijo el ministro esta semana, tiene la voluntad de comprar reservas. El mercado está un poco impaciente y también es cierto el que está detrás de una pantalla se puede poner un poco más impaciente que el Gobierno tiene que manejar 18 cosas a la vez, y tiene más información de la que tenemos los que no estamos en el Gobierno. Me da la impresión de que tarde o temprano lo van a comprar. Después está la discusión de cuánto, a qué precios, las bandas. Son detalles no menores, pero que son todos solucionables. Porque hoy no son un tema urgente.
-¿En qué sentido, lo de solucionable y no urgente?
-Hay cierto espacio. El dólar se está negociando $60 abajo del techo. Todavía podés decidir esperar un poco para comprar, o comprar un poquito sin tocar ese techo. Y todo esto pasa en el momento que tenés flujo de ingresos. Las empresas y la ciudad de Buenos Aires colocaron más de US$4000 millones en el mercado en noviembre, y parte de esos ingresos van a entrar, quizás no todo, porque algunos van a usar parte de eso para pagar otras deudas. Entonces el gobierno en algún momento puede aprovechar para comprar reservas. No es un tema que si no se resuelve de acá a la semana viene tenemos un problema. Y lo mismo las bandas.
-¿Qué análisis hace sobre este punto?
-Si no las cambian, nadie se va a rasgar las vestiduras la semana que viene. El problema es que se ajusta al 1% y la inflación está por arriba. Y eso no lo veo como un problema inminente, urgente. A mí me parece que quizás sea bueno hacer algún tipo de reingeniería de la banda o directamente flotar, pero el Gobierno eligió no flotar. Y quizás está bien. Hay países como Israel que lanzaron su plan de estabilización en 1985 y tuvieron 20 años de banda. Nadie piensa que van a tener 20 años de banda, pero no hay una receta. En el proceso en Israel ajustaron esas bandas varias veces. Si querés usar bandas no hay nada de malo per se, y si te diste cuenta que la calibración inicial necesita un service, en algún momento habrá que hacerlo.
-¿Por qué no baja el riesgo país?
-Es esto de la impaciencia. Los procesos no son lineales. No es que como al país se le alinearon los planetas, entonces el riesgo país va a bajar todos los días 20 puntos. A veces sí, un día bajan 20, otro día suben 15. Es cierto, yo creo que si el Gobierno compra reservas, es probable que el riesgo país baje más rápido. Pero bueno, también tiene que mirar los equilibrios monetarios. En la discusión de café es ‘Compren reservas’ y chau. Pero quizás resolvés un problema y creás este otro. Todos queremos lo que nos conviene a nosotros: que compren reservas, que emitan mucho, que baje la tasa, pero es una ecuación más compleja. Obviamente el norte tiene que ser tener más reservas porque es donde estamos más débiles de todo el esquema macro, el resto está bastante bien.
-¿Cuáles son los riesgos?
-Uno que todos miramos con atención es el tema del precio del petróleo, que este año bajó en promedio. Estuvo en un promedio de US$6565 el dato de noviembre fue US$59. Vaca Muerta sigue siendo rentable a ese precio, pero los flujos de caja de las compañías a US$59 son distintos que a US$65 o US$70, y si sigue bajando, las compañías invierten menos. Y si queremos hacer 1,5 millones de barriles por mes, que todo el mundo lo ve bastante factible, necesitas que las compañías sigan poniendo plata en Vaca Muerta. Ese es uno. Hace un par de semanas hubo un cimbronazo con las acciones tecnológicas, que fue de un día y no pasó nada. Hoy no es mi escenario base, pero tampoco tengo la bola de cristal. Y si pasara algo así y el mundo se pone muy adverso al riesgo, acá, por más que estamos mucho mejor que antes, somos un país denominado riesgoso, con una calificación de riesgo CCC, y no sería un buen indicio. Pero no parecen ser riesgos tremendamente graves.