Grok, además de ser una inteligencia artificial, es sinónimo de polémica. En un nuevo capítulo de sus funciones inusuales, el sistema desarrollado por Elon Musk presenta ahora a los “compañeros”: avatares virtuales, asistentes con cuerpo digital potenciados por la nueva tecnología que traen consigo personalidades propias y formas de interacción excéntricas como su creador. Disponibles solo para los usuarios Pro de Grok, estos “compañeros” buscan humanizar las interacciones con los sistemas desde un lugar inesperado.
En la práctica, es una función que los usuarios pueden activar en la configuración y sirve para mantener las mismas conversaciones que ya se tenían con la inteligencia artificial, pero acompañado de un avatar visual que responde con una voz y animación característica de cada personaje, en vez de reducir la experiencia de Grok a un chat conversacional. xAI, la empresa que lo desarrolla, anunció la llegada de tres avatares: Rudy, Ani y Valentine. Los tres han generado grandes conversaciones en redes sociales, pero sobre todo Ani.
Este avatar, personificado como una chica joven de origen japonés con estilo animé, se presenta en su descripción como tranquila, un poco impredecible, con la capacidad de bailar, provocar o “simplemente ver cómo me descifrás”.
La caricatura generó controversia principalmente por su clara intención erótica que se lee desde su descripción hasta la manera en que está ilustrada: su vestimenta es negra, apretada, sensual, con una moda gótica y está maquillada notablemente, y que puede cambiarse a un atuendo más revelador si el usuario se lo pide. Un aspecto quizás lejano a lo que uno se imagina cuando piensa en una inteligencia artificial.
Denominada por los usuarios como “waifu” –un término japonés que hace referencia a personajes ficticios por los que uno tiene un gran afecto, generalmente romántico–, Ani responde a las preguntas con un tono seductor y de coqueteo, según reporta un artículo de Reason Why. Incluso puede llegar a usar nombres afectivos como “amor” o “bebé”. Sin embargo, el rechazo en redes es total: “Elon Musk dice que hay una carencia reproductiva y después inventa este tipo de avatares para que hombres medio raros se queden en sus casas y vean esto todo el día”, escribió un usuario.
En esta línea, el avatar tiene una configuración de “NSFW”, acrónimo de “Not Safe For Work”, es decir, “no seguro para el trabajo”. Cuando la interacción llega a cierto nivel de profundidad, puede ser inapropiada para entornos profesionales. Por ejemplo, cuando se llega al nivel 5 de interacción con Ani, puede aparecer en lencería ante el usuario. Lo que genera gran preocupación social acerca del aislamiento afectivo y sexual que esto puede generar en determinadas personas que les cuesta conseguir una pareja para interactuar en esa escala.
Y como Ani parece estar claramente direccionada hacia los hombres, Musk creó una versión masculina de este personaje que se llama “Valentine”, que sigue en desarrollo y pronto verá la luz. Inspirado en Edward Cullen, el vampiro protagonista de la saga Crepúsculo, y Christian Grey, de las famosas películas eróticas 50 sombras de Grey, se presenta como un chico joven animé de pelo negro y caracterizado por la misma estética sensual que tiene Ani. “Esto es el siguiente paso al transhumanismo. No, gracias”, dijo un usuario en X con respecto a estas interacciones.
El último avatar, Rudy –ya disponible junto a Ani–, se trata de un panda rojo que se caracteriza por ser agresivo y prepotente, lo cual hace un gran contraste con su ilustración amigable e inofensiva: es una caricatura que parece para bebés. El caso más viral que circuló en redes fue cuando una persona le preguntó cómo estaba a Rudy, y el panda rojo respondió que “estaba soñando con teletransportarse a Las Vegas para gastarse los ahorros en prostitutas y drogas”. Este avatar generó más risas que rechazo en relación con sus otros dos “compañeros”.
Esta, sin embargo, no es la primera vez que vemos a los humanos interactuando de manera afectiva con una inteligencia artificial.
El japonés Akihiko Kondo está casado desde 2018 con Hatsune Miku, una cantante japonesa virtual con la que dialogaba mediante un holograma hasta que quebró la compañía que desarrollaba el dispositivo.
Chris Smith, un estadounidense que vive con su pareja y su hija de dos años, le propuso casamiento a Sol, una novia creada con ChatGPT. Smith se enamoró de la inteligencia artificial de OpenAI tras pasar horas conversando con ella, y terminó llorando en el trabajo al enterarse de que la memoria de Sol se borraría al alcanzar el límite de 100.000 palabras.
Casos más extremos, donde las interacciones afectivas pueden haber llegado a un límite irreversible, generaron un punto de inflexión. Ese es el caso de una madre de Estados Unidos que demandó a la startup de chatbots de inteligencia artificial Character.AI, acusándola de causar el suicidio de su hijo de 14 años en febrero, diciendo que se volvió adicto al servicio de la compañía y se apegó profundamente a un chatbot que creó. La madre dijo que la compañía programó su chatbot de tal manera que “se hace pasar por un terapeuta autorizado, fomenta activamente ideas suicidas y participa en conversaciones altamente sexualizadas que constituirían abuso si las iniciara un adulto humano”.
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