PARÍS.– Tras intensos debates hasta altas horas de la noche, la cumbre de la Unión Europea (UE) decidió otorgar un préstamo de 90.000 millones de euros a Ucrania, que asegura la financiación de Kiev. Pero el acuerdo, que no se realizó de la manera que la mayoría de los países del bloque quería, significó una derrota política para la presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, y para el canciller alemán, Friedrich Merz.
Reunidos en cumbre en Bruselas, los dirigentes europeos acordaron, en la noche del jueves 18 al viernes 19 de diciembre, un préstamo de “90.000 millones de euros de apoyo a Ucrania para 2026-2027”, anunció en X el presidente del Consejo, António Costa en la madrugada de este viernes. “Hemos cumplido la promesa”, se felicitó ante la prensa.
La Unión Europea (UE) debía encontrar a toda costa una solución duradera de ayuda a Kiev, que corría el riesgo de quedarse sin dinero en el primer trimestre de 2026.
“Se trata de un apoyo importante que refuerza verdaderamente nuestra resiliencia”, se felicitó Volodimir Zelensky, agradeciendo a los dirigentes europeos en un post en X, el viernes por la mañana.
Las necesidades de financiación de Ucrania fueron estimadas en 120.000 millones de euros el próximo año para resistir al ejército ruso, de los cuales solo la mitad será cubierta por los recursos propios del país. Según el FMI, Kiev necesitará de sus socios extranjeros unos 135.000 millones de euros en 2026 y 2027 para evitar la bancarrota, proporcionar servicios públicos a la población y continuar su esfuerzo bélico. Tras la reducción del compromiso de Estados Unidos decidido por Donald Trump, Bruselas se comprometió a hacerse cargo de dos tercios, es decir, 90.000 mil millones. El resto debe ser asegurado por otros aliados de Ucrania, como Noruega o Canadá.
Pero los Estados miembros no lograron ponerse de acuerdo sobre otra solución, mencionada desde hace varias semanas: el uso de los activos rusos congelados para financiar un “préstamo de reparación” a Kiev. Según ese proyecto, la UE recaudaría fondos pidiendo a las instituciones depositarias de los activos rusos que se los prestaran a una tasa ventajosa. El dinero se pondría luego a disposición de Ucrania, que reembolsaría el préstamo en el supuesto caso de que Rusia accediera a pagarle reparaciones por los daños de guerra. Este mecanismo complejo debía evitar que la operación fuera asimilada a una confiscación.
Inédito y de alto riesgo, ese proyecto se enfrentó especialmente con las reticencias de Bélgica, donde se encuentran la mayoría de esos activos congelados, unos 210.000 millones de euros. Horas de negociaciones, entre diplomáticos y luego a nivel de los dirigentes europeos, reunidos el jueves por la noche en cónclave, no permitieron alcanzar un compromiso.
Los 27 decidieron entonces otorgar a Ucrania un préstamo a tasa cero, financiado por el presupuesto de la Unión Europea. Aunque fue aprobado por unanimidad, la operación solo será asumida por 24 Estados miembros: Hungría, Eslovaquia y República Checa —tres países reacios a apoyar financieramente a Ucrania— están exentos. Kiev solo tendrá que reembolsarlo si Rusia le paga reparaciones, precisó ante la prensa la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Sin embargo, aunque el acuerdo permite que todos clamen victoria, esa no fue la solución que Alemania y Von der Leyen habían impulsado antes de la cumbre.
“Por supuesto, a algunas personas no les gustó… quieren castigar a (el presidente ruso Vladimir) Putin utilizando su dinero”, dijo el primer ministro nacionalista belga Bart De Wever, refiriéndose al plan original de usar los activos rusos. Pero “la política no es un trabajo emocional” y “la racionalidad ha prevalecido”, concluyó.
Durante semanas, la Comisión Europea y Berlín presionaron a los países miembros para aceptar el controvertido plan de usar los activos estatales rusos congelados para financiar a Ucrania. Pero De Weber resistió enérgicamente, argumentando obstáculos jurídicos y exigiendo que los países del bloque prometieran una ayuda financiera ilimitada en caso de que Moscú ganara la guerra en el terreno de batalla o en los tribunales y exigiera colosales reparaciones a Bélgica, domicilio del depositario Euroclear, donde se encuentra el 80% de los haberes rusos. Esta fue una demanda demasiado grande, incluso para los partidarios más fervientes de la idea de los activos rusos, quienes descartaron la exigencia belga considerándola un “cheque en blanco”.
Mientras la Comisión intentaba desesperadamente salvar el plan de la utilización de los activos rusos, un grupo separado de países, liderado por Bélgica e Italia, conspiraba en secreto para revivir su Plan B preferido: la deuda conjunta de la UE.
Por fin, los líderes europeos se resignaron a pedir prestados conjuntamente 90.000 millones de euros para financiar un préstamo a Ucrania durante dos años, garantizado por el presupuesto común de la UE.
“Emergió como la solución más realista y práctica”, dijo el presidente francés Emmanuel Macron a los periodistas.
Y aunque esa opción atrajo a los países del sur, no sucedió lo mismo con Alemania y sus aliados del norte de Europa, quienes tradicionalmente se han opuesto a avalar bonos para sus pares altamente endeudados.
“Al final, triunfaron la urgencia de las necesidades financieras de Ucrania y la determinación de los líderes de la UE por mostrar su apoyo, mientras Donald Trump vacila y Putin habla de victoria”, reconoció un alto dirigente del bloque.
En una concesión a Alemania, los líderes dejaron abierta la puerta a usar los activos rusos congelados para reembolsar el préstamo a Ucrania, aunque se trate de una cuestión que será resuelta en el futuro. El canciller Merz —que está siendo seriamente desafiado en casa por la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD)— no podía, en efecto, permitirse regresar a Berlín con las manos vacías.