Por qué fracasan los negocios y cómo reconvertirse de una crisis

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Resiliencia, resiliencia y más resiliencia. Esta palabra, que se refiere a la capacidad de adaptarse, aprender y recuperarse de las situaciones más adversas, es una de las más usadas dentro del ecosistema emprendedor. Esto es porque se sabe que el camino rara vez es en línea recta y que arrancar un negocio implica también cometer errores, tener crisis, e incluso fracasar.

Hay industrias más competitivas que otras y que también tienen una tasa de fracaso mucho más alta. Al analizar el ciclo de vida de las empresas argentinas, se estima que ocho de cada diez superan el primer año de vida. Con el paso del tiempo, esa cifra se desploma: apenas la mitad cumple los cuatro años y solo tres alcanzan los siete años, de acuerdo con un informe que hizo el Ministerio de Producción y Trabajo en 2019.

“A mis 35 años tuve que pedirle plata prestada a mis padres porque yo estaba convencido de que mi negocio iba a funcionar. Eventualmente con el tiempo funcionó, pero fue muy duro. Cuando empecé a emprender, fui a un montón de eventos de emprendedores que contaban lo fácil que era emprender, cómo vendían sus emprendimientos a Silicon Valley, pero yo me estaba fundiendo. Me costó un montón arrancar y no me considero un salame. Había hecho una carrera corporativa, tenía mis títulos académicos, pero mi negocio no arrancaba. Y yo me preguntaba: ¿dónde están las historias de fracaso? ¿Quién las cuenta?“, dijo Hernán Schuster, fundador de Spiquers y autor de Cómo fracasar con absoluto, rotundo y total éxito.

No hay una sola respuesta sobre por qué fracasa un negocio. Puede arrancar por una crisis económica, por la llegada de una competencia mucho más fuerte, o un abrupto cambio de tendencia de consumo. También pueden ser problemas internos de la empresa, como peleas entre los socios, una mala administración de las finanzas o no haber hecho un trabajo previo para entender a los consumidores.

Locales cerrados durante la pandemia de Covid-19LA NACION

“El fracaso es algo que se tiene que tener en cuenta el primer día, porque emprender significa en un 70% fracasar. El 95% de las empresas no llega a la segunda generación. Y acá es cuando vienen los aprendizajes. Uno aprende a decir: ¿con quién me tengo que asociar? ¿Qué fuerzas complementarias necesito? ¿Qué ideas de negocio son las que funcionan? ¿Cómo tengo que financiar este proyecto? Con el primer fracaso, uno aprende todo eso», sumó Andrés Hatum, profesor en management y organización de la Escuela de Negocios de la Universidad Torcuato Di Tella.

Hay algunas señales de alerta que son más claras que otras. La caja manda y, si el dinero sale más rápido de lo que entra de forma sistemática, es una luz roja que habla del riesgo que tiene la empresa para ser sustentable en el corto plazo. Otras señales son más sutiles, como clientes desleales que empiezan a desaparecer, una moral del equipo de trabajo que va en picada o un aumento en la rotación de los empleados.

Para Hatum, para diferenciar de una crisis pasajera de un potencial fracaso, se tiene que analizar cuánto tiempo de vida le queda al negocio y si tiene la espalda financiera para poder superar ese ciclo antes de verse obligado a tener que cerrar. En caso de tomar la decisión de bajar las persianas definitivamente, recomendó “darse un baño de humildad” para construir desde ahí, escuchar la experiencia de otros y “rodearse bien” de amigos, familiares y hasta de un psicólogo.

“En Silicon Valley, los inversores de Venture Capital dicen que no analizan un emprendimiento si ese emprendedor no ha tenido al menos un fracaso o dos. Puede fracasar el proyecto, pero no la persona. ¿Qué quiere decir? Emprender con valores y también cerrar con valores. Cerrar sin dejar un tendal de cosas sin pagar, sino honrando las deudas. Pagarle a los empleados, no traicionar a tu socio, porque de esas cosas no se vuelven y son el verdadero fracaso. El capital social es el más importante, porque después te da acceso a los demás capitales. Si el emprendimiento fracasó y hay una explicación de por qué, sirve justamente para poder hacer una cascarita y que la próxima no te pase», sumó Silvia Torres Carbonell, profesora y presidenta del Centro de Emprendedores IAE, y fundadora del Club de Inversores Ángeles.

Apenas el 18,8% de los argentinos le tiene miedo al fracaso, de acuerdo con el último Global Entrepreneurship Monitor, la cifra más baja a nivel global

Con un largo historial de crisis económicas en el país y ante el constante cambio en las reglas del juego, el talento argentino suele ser reconocido en otros lugares del mundo por su resiliencia. Los emprendedores locales están acostumbrados a tener que pivotar constantemente para que el negocio sobreviva. Sin embargo, también se dedican más energías a sortear las trabas que pone el gobierno de turno que destinar esos recursos a innovar, ser creativos y ver cómo mejorar la empresa.

Con ese trasfondo, puede que se explique por qué apenas el 18,8% de los argentinos le tiene miedo al fracaso, de acuerdo con el último Global Entrepreneurship Monitor. Se trata de la cifra más baja de todo el mundo, seguida por la República de Corea. En el resto de las economías, al menos uno de cada tres emprendedores ve buenas oportunidades para hacer negocio, pero se ve disuadido a llevarlas adelante por miedo a fracasar.

“La resiliencia es una característica necesaria para el ser humano en general. La historia de la humanidad tuvo caídas y levantadas. Lo que sí es verdad, es que en la Argentina se dan situaciones que lo llevan a uno muchas veces a fracasar. Uno se acostumbra a atar las cosas con alambre y a seguir con otra cosa. Entonces, la capacidad de levantarse de las crisis es una ventaja del talento argentino, pero no tiene que llevar a no formarte, a no tener los procesos adecuados, a no ser más eficiente, a no profesionalizar el emprendimiento”, consideró Torres Carbonell en el octavo capítulo de la serie audiovisual “Manual de Emprendedores”, elaborado junto con Andreani y Personal.

A lo largo del ciclo de Manual de Emprendedores, la resiliencia fue una palabra que salió a flote entre los entrevistados una y otra vez. Y surgió un consejo: siempre es buen momento para emprender. Cuando se está todo el tiempo a la espera de que llegue el escenario ideal, muchas veces las oportunidades se pasan. Algunos de los negocios argentinos más exitosos nacieron en tiempos de crisis.

Al analizar el ciclo de vida de las empresas argentinas, se estima que ocho de cada diez supera el primer año de vida.Ricardo Pristupluk – La Nacion

“Creo que el fracaso está visto como el opuesto del éxito y que mucha gente piensa que el éxito es simplemente la ausencia de fracasos. En realidad, éxito y fracaso funcionan como un sistema que todo el tiempo se va retroalimentando. Y si podemos aprender de nuestros fracasos y entender cuál fue la razón que nos hizo llegar hasta esa situación desafortunada, vamos a estar mucho más preparados para volver a intentar, para hacerlo mejor y llegar a ese éxito que buscamos», cerró Schuster.