En el partido bonaerense de Azul, la inseguridad, alertan los productores, se ha convertido en una preocupación que no da tregua. El último hecho ocurrió en el establecimiento Los Cerritos donde dos vaquillonas Polled Hereford fueron carneadas en plena noche. Sus restos —solo las cabezas y las vísceras— quedaron tirados en el campo, mientras que la carne fue retirada en vehículos.
“En la noche del jueves pasado sufrimos una nueva carneada de dos vaquillonas seleccionadas para ser inseminadas este mes. El año pasado ya habíamos tenido un hecho similar. Esto lamentablemente se ha repetido en otras oportunidades y la preocupación es cada vez mayor”, relató a LA NACION el productor Gustavo Pouyanne, dueño del establecimiento afectado donde cría Hereford y Angus.
Según describió, los delincuentes actuaron con un modus operandi ya conocido: “Siempre largan gente de a pie desde una camioneta, con una carabina calibre 22 matan los animales. Luego tiran gente a preparar, a despostar y a cortar todo, y terminan dejando en el campo la cabeza y las vísceras para después llevarse la carne”.
La logística incluso se adapta a las condiciones climáticas y de los caminos rurales. “Eligen lotes que quedan sobre la ruta para evitar encajarse en los caminos de tierra, que están muy complicados por las lluvias. Generalmente lo hacen de noche y nosotros nos encontramos con la novedad al día siguiente”, agregó Pouyanne. El campo está ubicado sobre la ruta 226, Km 227.
Según dijo, la Patrulla Rural de Azul, que investiga el caso, detectó indicios que relacionan este hecho con otros anteriores denunciados. “Según ellos, por la manera de manejarse es la misma gente. Dejan papelitos de alfajores y otras señales repetitivas. Dicen que ya tienen a los sospechosos en la mira”, explicó el productor.
Sin embargo, Pouyanne manifestó su descontento con los resultados: “Transmití mi preocupación a la Sociedad Rural de Azul, a la Sociedad Rural Argentina (SRA) y a Carbap. No vemos mejoras concretas. La sensación es de bronca, impotencia, de sentirnos desprotegidos por lo que nos pasa y por la impunidad que hay con estos hechos”.
En una carta dirigida a estas entidades rurales, el productor expresó su “total insatisfacción e indignación” y pidió la intervención de las autoridades competentes para “erradicar estos delitos que afectan gravemente a los productores de la zona”.
En este escenario, el presidente de la Sociedad Rural de Azul, Gabriel Palmisano, reconoció la gravedad del problema y llamó a visibilizarlo. “Queremos que los productores empiecen a denunciar. Tenemos buena llegada con la policía rural, pero hay muchas carneadas clandestinas que no se denuncian. Eso impide que estemos alerta”, señaló.
La extensión del distrito dificulta aún más el control. “El partido tiene unas 650.000 hectáreas, con 2750 kilómetros de caminos rurales. Hoy tenemos cuatro patrulleros en funcionamiento, dos móviles rotos y uno destinado al desguace. Imaginate lo que significa para cubrir semejante superficie”, explicó Palmisano.
En ese contexto, en la entidad, plantearon pedidos concretos. “Necesitamos al menos un par de móviles más para la policía. También estamos impulsando un proyecto de colocar cámaras en cruces estratégicos de caminos rurales. Lo arrancamos hace seis meses, instalamos tres cámaras, pero después algunos partidos políticos lo usaron para sacarse la foto y decidimos frenarlo. Vamos a retomarlo después de octubre”, afirmó el dirigente.
La idea es que esas cámaras, financiadas en parte por la Rural y los propios productores, funcionen como herramienta de prevención y prueba judicial. “Queremos que sirvan para cuidar y también para dejar constancia en caso de un futuro delito”, dijo Palmisano.
A la inseguridad se suma el mal estado de los caminos rurales, que dificulta el trabajo policial y afecta la vida diaria de la comunidad. “Hay campos anegados y cuatro escuelas rurales que todavía no empezaron las clases por el estado de los caminos. En muchos lugares directamente no entra el patrullero”, señaló Palmisano.
Los productores remarcaron que la combinación de delitos reiterados, falta de recursos para la prevención y deterioro de la infraestructura rural configura un panorama crítico. “El CPR (Comando de Patrulla Rural) hace lo que puede, pero, sin móviles en condiciones ni herramientas de trabajo, es imposible que vigilen de punta a punta”, resumió el dirigente.
La preocupación trasciende lo individual y se vuelve comunitaria. Los productores insisten en la necesidad de trabajar de manera coordinada con las autoridades, pero también de asumir un compromiso mayor con las denuncias. “Sabemos que es engorroso hacer la denuncia, pero si no se denuncia, el delito no existe y el CPR no puede prevenir nada”, remarcó Palmisano.
Los productores del partido sienten que la inseguridad rural avanza más rápido que las respuestas oficiales. Y, aunque reconocen el esfuerzo de la Patrulla Rural, insisten en que sin móviles, sin infraestructura y sin denuncias suficientes, los delincuentes seguirán actuando con ventaja en los campos de Azul. LA NACION intentó comunicarse con la jefatura de la Patrulla Rural zonal, pero solo manifestaron que “se están investigando” los hechos ocurridos.
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