BRASILIA.- En un clima de máxima expectativa y con un enorme operativo de seguridad, Brasil espera hoy el comienzo de la etapa final del juicio al expresidente Jair Bolsonaro, una figura central de la política brasileña que fue acusado de golpismo por intentar impedir la asunción de su sucesor, Luiz Inacio Lula da Silva.
Cinco jueces del Tribunal Supremo de Brasil, incluido el emblemático y criticado Alexandre de Moraes, se reunirán durante cinco jornadas de audiencia entre el 2 y el 12 de septiembre en Brasilia para decidir si condenan o absuelven al exjefe de Estado (2019-2022) y a siete de sus excolaboradores.
Con 70 años, el exmandatario se expone a unos 40 años de prisión por, según la acusación, haber conspirado para garantizar su “mantenimiento autoritario en el poder” a pesar de la victoria de Lula da Silva, líder del Partido de los Trabajadores (PT), en las elecciones de 2022.
De acuerdo a la fiscalía, el plan contemplaba incluso el asesinato de Lula antes de su investidura, y también del juez Moraes, con el “consentimiento” de Bolsonaro.
El líder de la derecha y extrema derecha de Brasil niega en bloque las acusaciones y denuncia una “persecución política”. Afirma haber sido víctima de un fraude electoral, y sus ataques sin pruebas al sistema de votación electrónica le valieron ser inelegible hasta 2030.
Interrogado por el Supremo en junio, Bolsonaro simplemente reconoció haber intentado buscar “un dispositivo constitucional” para impedir la asunción de Lula.
En arresto domiciliario desde hace casi un mes en la capital brasileña y con tobillera electrónica, prevé seguir desde su casa el desenlace de su juicio, retransmitido en directo, según una fuente de su entorno.
Mientras tanto, Brasilia lucía cada vez más blindada. La seguridad en la capital brasileña se concentraba en torno a la Plaza de los Tres Poderes, sede del parlamento, la presidencia y el Tribunal Supremo, donde mañana comenzará la fase decisiva de un juicio político y judicial sin precedentes.
Las fuerzas policiales patrullaban la plaza desde la mañana del lunes, donde se han instalado barreras de contención, mientras que se mantiene la prohibición de manifestaciones.
Contingentes de la policía militar del Distrito Federal y la Guardia Nacional han sido reforzados con agentes de otros estados, mientras que un grupo de policías judiciales custodiaba el palacio de justicia desde el interior, listos para intervenir en caso de emergencia.
Drones de visión nocturna sobrevolaban la zona central de la capital desde el domingo, mientras que el Ejército anunció “tolerancia cero” ante cualquier acto cerca de su sede, a seis kilómetros del centro de la ciudad.
Autoridades militares se han reunido con la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal para coordinar medidas en los próximos días.
Medios de prensa locales informan que partidarios del líder derechista ahora en juicio podrían reunirse frente a los cuarteles o edificios gubernamentales, como lo hicieron en las horas previas al atentado del 8 de enero de 2023.
En tanto, también se reforzaron las medidas en la casa de Bolsonaro, con el registro del interior y el baúl de todos los vehículos que salen de la residencia y el despliegue de policías en las áreas exteriores de la vivienda, ubicada en un complejo residencial de lujo en Brasilia.
“El viejo está delgado, no quiere alimentarse y sigue enfrentando interminables crisis de hipo y vómitos. Duele mucho ver todo esto”, dijo el viernes en X su hijo Carlos Bolsonaro.
Bolsonaro ha enfrentado recurrentes problemas de salud debido a una puñalada que sufrió en el estómago durante la campaña de 2018.
En caso de condena, que puede ser objeto de apelación, “es posible” que sea enviado de inmediato a prisión, indicó una fuente del tribunal.
Para Brasil, que en 1985 salió de dos décadas de dictadura militar, el alcance del juicio es considerable.
“Es un momento histórico porque es la primera vez que un exjefe de Estado es procesado por intento de ruptura democrática”, dijo la historiadora Martina Spohr, del centro universitario Fundación Getulio Vargas.
Este “juicio inédito refuerza nuestras instituciones democráticas”, opina Spohr.
Pero el caso Bolsonaro abrió también una crisis diplomática y comercial sin precedentes con Estados Unidos.
Invocando una “caza de brujas” contra Bolsonaro, el presidente estadounidense, Donald Trump, impuso el 6 de agosto aranceles punitivos de hasta 50% para algunas exportaciones brasileñas.
Washington también adoptó sanciones individuales contra funcionarios brasileños, empezando por el juez Moraes, tras una activa campaña en Estados Unidos del hijo de Bolsonaro y diputado, Eduardo Bolsonaro.
Pero estas presiones no surtieron efecto hasta el momento.
Al contrario, el expresidente es ahora sospechoso junto a su hijo de obstruir el juicio y, debido a un “riesgo de fuga”, Moraes ordenó esta semana una vigilancia policial permanente del acusado.
Para este desenlace judicial, habrá alrededor del edificio del supremo un despliegue policial reforzado.
El lugar en sí mismo es un símbolo. El 8 de enero de 2023, este tribunal fue, junto con el palacio presidencial y el Congreso, asaltado y saqueado por miles de bolsonaristas que exigían una intervención militar, una semana después de la investidura de Lula.
Independientemente de si es condenado y encarcelado, Bolsonaro ya es, por su arresto domiciliario, el cuarto expresidente brasileño en ser detenido desde el retorno de la democracia.
Lula, de 79 años, estuvo encarcelado durante 580 días entre 2018 y 2019 tras haber sido condenado por corrupción pasiva y lavado de dinero, una sentencia que posteriormente fue anulada por defectos de forma.
Con una popularidad reforzada por los ataques de Trump, el izquierdista planea postularse nuevamente a la presidencia en 2026, posicionándose como defensor de la “soberanía” del pueblo brasileño.
El campo bolsonarista apuesta todo al voto de una amnistía en el Congreso para reinstalar a su líder. Pero los esfuerzos en este sentido hasta ahora fracasaron.
Agencias ANSA y AFP