“Estaba sola cuando sonaron las alarmas y mis tíos y una amiga me llamaron para que fuera al refugio urgente. Ahí supe que algo grave pasaba”. Así recuerda ese momento Melanie Abulafia, una joven argentina residente en Madrid que se encontraba en Tel Aviv cuando comenzó la reciente escalada bélica entre Israel e Irán. Como muchos turistas, se vio sorprendida por las alarmas que llegan directamente al celular por geolocalización. “Decían que había ataques desde Irán, pero nadie sabía bien qué hacer. Fue todo muy confuso al principio”, explica en diálogo con LA NACION.
Abulafia permanece hoy en las afueras de Tel Aviv, junto a sus familiares. “En el departamento donde vivía, en el centro, se escuchaban los impactos con muchísima fuerza. Un día incluso llegó a vibrar el refugio interno porque un misil cayó muy cerca. Por eso decidí venir a quedarme con mi familia, donde los bombardeos se sienten más lejanos”.
Aunque está en contacto con la embajada argentina y fue incluida en los planes de evacuación terrestre vía Egipto, prefirió no sumarse por el momento. “Nos dijeron que eran seis horas en micro y preferí quedarme hasta que abrieran el espacio aéreo en Israel ya que no me sentía tranquila”.
Sin embargo, aclaró que se sintió respaldada por la embajada, que además le brindó una alternativa que aún está evaluando.
La Cancillería fue consultada sobre los planes de repatriación coordinados por la embajada argentina en Israel, pero al cierre de este artículo no había brindado una respuesta.
Muchas personas consultadas eligieron mantener un perfil bajo y evitar exponerse públicamente, por eso afirman que prefieren brindar testimonio una vez que lleguen a Buenos Aires.
Otra argentina de 26 años, que prefirió mantener el anonimato y vive en Tel Aviv desde hace casi tres años, fue aún más categórica: “Como ciudadana israelí, es más peligroso que me acerque a cualquier frontera a intentar salir, que quedarme acá”, afirma en diálogo con LA NACION, en referencia a los vuelos de repatriación organizados por la embajada argentina, que comenzarán a partir de este domingo desde Egipto.
El Aeropuerto Internacional Ben Gurión, principal vía aérea de Israel, permanece cerrado desde el 12 de junio y hasta nuevo aviso, lo que ha impulsado la circulación de opciones alternativas de evacuación en los grupos de WhatsApp de argentinos varados. Entre las más mencionadas figuran la salida terrestre hacia Jordania —por Amán o Áqaba—, el cruce a Egipto a través de Sharm el-Sheikh y la posibilidad de embarcar hacia Chipre.
Aunque algunas agencias turísticas ofrecen traslados desde Israel hasta esos destinos, la embajada argentina advierte en su página oficial que “no recomienda ni se hace responsable por esas vías”.
El Ministerio de Turismo de Israel informó que unos 22.000 turistas solicitaron salir del país desde que comenzó la guerra, pero el espacio aéreo sigue cerrado. De los 40.000 visitantes que había al estallar el conflicto, alrededor de 32.000 aún permanecen en el país, mientras algunos lograron salir por vía terrestre.
Hasta ahora, los vuelos organizados por el gobierno israelí estaban destinados exclusivamente al regreso gradual de ciudadanos varados en el exterior, sin habilitar la salida de turistas ni de residentes extranjeros. La decisión apuntaba a evitar aglomeraciones en el aeropuerto Ben Gurión —blanco frecuente de ataques con misiles— y a minimizar el tiempo que los aviones permanecen en tierra.
Sin embargo, este viernes, la ministra de Transporte, Miri Regev, anunció que Israel se prepara para autorizar vuelos de salida a partir del lunes. La medida, aún sujeta a la aprobación de un comité de excepciones, dará prioridad a personas con necesidades humanitarias, urgencias médicas, grupos de jóvenes y delegaciones deportivas.
“Más allá de la forma de salir, lo que te puedo decir es que la gente aquí en Israel, por supuesto que está angustiada, movilizada, sin dormir”, expresa a LA NACION el rabino argentino Alejandro Avruj, conocido en la comunidad como, Rab Avruj, el cual quedó varado en Jerusalén, luego de viajar para asistir a la entrega del premio Génesis al presidente Javier Milei. El evento fue el jueves, y esa misma noche “se desató todo”. Planeaba regresar a la Argentina tras pasar el Shabat, pero quedó varado desde hace casi una semana. “Los ataques son por las noches. No hubo bajas militares, los misiles están dirigidos a la población civil”, explicó. La sensación de vulnerabilidad está a flor de piel: “Hoy para mucha gente es muy importante y prioritario salir de esta zona de conflicto”.
En un país habituado a las amenazas, el miedo no desaparece. “En Israel llueven misiles desde hace años. El sur con Hamas, el norte con Hezbollah. Este es el único país donde es obligatorio construir refugios antimisiles en cada departamento, en cada escuela, hospital, incluso en las calles. Pero eso no significa que sea normal. No lo es”, sostiene. En medio de la tensión, asegura que la población “quiere dormir tranquila por las noches”.
Avruj, que ahora se encuentra acompañado por su esposa, también destacó el papel de la diplomacia argentina. “La embajada se portó muy bien, estuvimos en contacto continuamente. Hay varios grupos de WhatsApp y una red de comunicación para argentinos que están acá varados”, relata.
Desde el sur del país, otro testimonio aporta una mirada complementaria. “Sí, estamos pasando momentos duros”, reconoce Itai Ziperfal, un israelí de origen argentino que vive en Eilat, desde donde estuvo ayudando a decenas de turistas —en su mayoría argentinos— a salir del país. “Mucha gente me llamó angustiada, sin saber qué hacer. Hoy mismo me contactó una familia: el papá argentino, la hija con necesidades especiales, la mamá en tratamiento con pastillas… No saben si esperar el vuelo de la embajada o buscar otra salida”. La sensación de desprotección es generalizada. “Me preguntan todo el tiempo qué hacer, qué opciones hay. Y claro que en este contexto hay mucho miedo e incertidumbre”.
Como operador turístico, Ziperfal ya había empezado a mover gente por tierra incluso antes del primer ataque. “Antes de que empiece el conflicto, llevé a unos clientes a cruzar la frontera con mi gente de confianza. Al día siguiente empezó todo y el volumen de consultas se disparó”. Desde entonces, organizó unas 15 evacuaciones informales. “Algunos ni tenían plata. Otros simplemente querían que alguien les explicara qué hacer”.
En medio del caos, su rol se volvió clave. Para él, poder colaborar se volvió una misión. “Me quedo en Eilat, que está más tranquilo y eso me permite ayudar a mucha gente. No cobro ganancias, solo lo necesario para los viajes. Los preparo para cruzar: pasaportes, visados, efectivo, transporte. Los acompaño hasta la frontera. Es una satisfacción poder dar una mano”. Las salidas por tierra, asegura, fueron exitosas. “Todos los viajes salieron bien. Uno se demoró media hora, a otro le preguntaron más, pero nada fuera de lo común. Cruzar de Israel a Egipto o Jordania es como pasar a otro mundo”.
Jamal Awad – XinHua
La resiliencia, dice Ziperfal, está en el ADN del país. “La mayoría entiende que esto pasará. Que hay que resistir, y después se verá. Las protestas contra el gobierno van a volver, pero hoy la prioridad es otra: la vida, la seguridad, seguir adelante”.
Desde una postura crítica al gobierno actual, el guía turístico destaca, sin embargo, el amplio consenso social que se genera en momentos de emergencia. “Como israelí que nunca votó —ni va a votar— al primer ministro, te digo que sabemos dejar las diferencias de lado en este tipo de situaciones. El 90% de la población está unida en torno a la idea de que ahora lo importante es poder vivir acá sin amenazas”, afirma.
En ese mismo sentido, el Rabino Avruj subraya la gravedad de la amenaza externa: “Nosotros conocemos lo que es el fanatismo religioso y terrorista de Irán, que destruyó dos veces el corazón de Argentina”.