El menú del cónclave: una dieta estricta, postre solo los domingos y un alimento totalmente prohibido

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CIUDAD DEL VATICANO.- El menú del cónclave incluye comidas frugales, poco vino y postre sólo los domingos, además de la prohibición de los espárragos y cualquier alimento que pueda esconder “mensajes secretos” dirigidos a los cardenales.

Se trata de una dieta bastante estricta diseñada para satisfacer las necesidades de los cardenales, cuya edad media es tradicionalmente muy elevada, en este caso 72 años. Pero también hay reglas adoptadas para la seguridad de las propias operaciones de votación, como aquella que prohíbe servir alimentos que antes podían esconder “notas”, como ravioles o pollo entero, pero también espárragos.

Las comidas se sirven en la Casa Santa Marta, la residencia donde se alojan los cardenales durante todo el cónclave y a la que llegan ellos mismos al final de cada votación en la Capilla Sixtina.

La Casa Santa Marta está ubicada sobre el límite del Vaticano, a pasos de la Basílica de San Pedro

La Domus está gestionada por las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Son ellas quienes supervisan la preparación de los alimentos. Los menús que preparan las hermanas son más o menos similares a los que normalmente se ofrecen en Santa Marta cuando funciona como un hotel normal.

El comedor, por tanto, ofrece comidas no demasiado elaboradas: arroces, pastas condimentadas con salsas sencillas, carnes blancas, pescados al horno, verduras a la parrilla, ensalada y fruta de temporada. Obviamente, la elección tiene en cuenta las intolerancias alimentarias y las dietas relacionadas con problemas de salud como la diabetes.

Por la mañana está previsto un desayuno ligero compuesto por té o café, pan y mermelada, luego un almuerzo completo (primer plato, segundo plato, guarnición y fruta) y finalmente una cena más sencilla al final de las Vísperas, que cierra la jornada de escrutinio en la Capilla Sixtina.

En la mesa hay agua y vino, pero no licores ni preparaciones elaboradas. La única excepción es el postre, que sólo se sirve los domingos. Sin embargo, se trata de pasteles horneados, tartas u otras preparaciones sencillas como budines.

El menú tal como se presenta hoy se remonta al año 1300, cuando Clemente VI dio reglas muy precisas, evitando el desperdicio y las comidas fastuosas.

Entre las comidas más suculentas que recuerdan los historiadores está la del cónclave de 1550 que eligió a Julio III.

El cocinero papal de la época, Bartolomeo Scappi, narra en su Opera dell’arte del cucinare -considerado el primer libro de cocina de un cocinero profesional- comidas elaboradas y abundantes, aunque siempre extremadamente “supervisadas”.

De hecho, para evitar influencias externas, durante siglos se revisaban los alimentos antes de servirlos, incluidos los vasos y las servilletas. Incluso los trabajadores de restaurantes, al igual que los cardenales, deben prestar juramento de secreto.

Agencia ANSA