QUITO.- A la hora de promesas electorales, una de las más llamativas formuladas en Ecuador, donde el domingo se disputará el balotaje, fue un extenso documento firmado por la candidata opositora de izquierda Luisa González y líderes del poderoso movimiento indígena.
Lo que está en juego es el 5% del electorado que votó por el candidato indígena Leonidas Iza en primera vuelta, más de 500.000 votos que le dieron el tercer lugar y que podrían inclinar la balanza en la segunda vuelta del domingo entre la correísta González y elcandidato-presidente Daniel Noboa.
El acto se hizo a principios de abril, en una comunidad de la sierra, donde González, vestida con el poncho rojo de la zona, firmó el compromiso de ejecutar una buena cantidad de demandas sociales y ambientales largamente postergadas en caso de ganar la presidencia.
“Esta crisis económica, política y social está llevando a la sociedad a sus límites, por lo que, ante esta dura situación, la unidad y la acción conjunta de las organizaciones y movimientos sociales y políticos es la mejor garantía para buscar salidas democráticas”, dice el encabezado del documento.
La lista es realmente desafiante, como la lucha contra la inseguridad a través de la dotación inmediata de equipos y recursos a la fuerza pública, acciones inmediatas para combatir la minería ilegal, condonación de deudas vencidas del sector agropecuario y la implementación urgente de programas de asistencia social, entre otras cosas. Todo inmediato o urgente, lo que viene a ser lo mismo.
“Esta unidad se basa en acuerdos programáticos en los que coinciden los principios de todas las organizaciones sociales aquí presentes (…) Luchar por Ecuador, es luchar por la vida de quienes ya no aguantan más”, dijo González durante la ceremonia donde estampó su rúbrica.
Del otro lado del acuerdo el firmante fue Guillermo Churuchumbi, del Movimiento Pachakutik, el brazo político de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), la más importante del país. Pero de inmediato el sueño de una lluvia de votos indígenas entró en cuestión.
“Nuestro voto no es un cheque en blanco para nadie, ni es una hipoteca sobre nuestro proyecto político que hemos planteado a Ecuador”, advirtió el excandidato Iza en un discurso por videoconferencia. Iza desconfía en particular de Rafael Correa, el padrino político de González, con quien la pasaron mal durante su presidencia (2007-2017).
“Exigimos una posición diferente de la señora González y no respuestas retóricas que muchas veces han hecho equivocar a los mandatarios. Creemos que el gobierno de Luisa González podría representar una etapa diferente y diferenciada del expresidente, de sus errores y horrores si acogen las principales demandas fijadas”, agregó.
Según explicó a LA NACION el docente y analista político Mateo Pablo, de la Universidad Internacional del Ecuador (UIDE), “Correa tenía muchos votos y podía prescindir de los indígenas, y por eso los trataba mal. Pero González sí necesita los votos, y de ahí que los vaya a buscar”.
Pablo no cree que el 5% que sacó Leonidas Iza vaya a endosarse automáticamente a González. Entre otras razones, porque otros sectores indígenas tomaron distancia del acuerdo firmado en abril. No hay consenso.
El movimiento indígena ha sido un permanente protagonista de la vida política ecuatoriana. En los últimos años condujo inmensas protestas. En 2019 los manifestantes marcharon a la capital contra la quita de los subsidios al combustible, en una protesta prolongada con ribetes de violencia. En 2022 se lanzaron de nuevo a las calles.
Con escasa confianza hacia los dirigentes políticos, incluso hacia algunos de los suyos, los indígenas probablemente no se dejen seducir por nuevas promesas para estas elecciones. El acuerdo con Revolución Ciudadana, el partido de Luisa González, no parece emocionarlos.
Según Mateo Pablo, además, la estructura comunitaria de los indígenas los hace menos permeables a las proclamas de carácter nacional. “Cada uno de estos movimientos en cada una de las provincias, particularmente en la sierra, tienen maneras de ver la vida, tienen intereses de por medio, tienen cosas y no se rigen por lo que les diga, por ejemplo, el cabecilla del Movimiento Pachakutik o el cabecilla de las nacionalidades indígenas”, señaló.
Por otro lado, lo que vale es la experiencia. Y la experiencia por ahora es que los políticos pasan y las necesidades quedan.
“Los políticos no ayudan en nada, piden el voto y después nada, nada de ayuda”, dice a LA NACION el campesino Luis Cas, sentado en un banco del centro histórico de Quito, junto a su mujer. Son de una comunidad de Riobamba, tres horas al sur de Quito, y dicen que no tienen demasiado que esperar de nadie que se presente como candidato.
“Votamos por cualquiera, no importa, nos da lo mismo. Pero que venga y ayude”, insisten, y comentan que llevan varias semanas en Quito para atender un problema en la vista de ella. Está claro que atención médica es una de las cosas que los candidatos, de gira por las comunidades, prometen y se evaporan el día después de las elecciones.
Conforme a los criterios de