La dominatriz profesional Madelaine Thomas no es la típica fundadora de una empresa tecnológica.
Después de que sus imágenes privadas y explícitas fueran compartidas sin su consentimiento, Madelaine se sintió lo suficientemente indignada como para tomar cartas en el asunto y recurrió a la tecnología en busca de una solución. “Eran fotos hermosas, no me avergüenzo de ellas, me avergüenzo de la manera en la que fueron usadas en mi contra por una persona que no conozco”, afirmó Madelaine.
Poco más de un año después de fundar Image Angel, empresa que emplea marcas de agua forenses invisibles para rastrear a los perpetradores, la iniciativa ya recibió varios premios y fue recomendada como práctica ejemplar en una revisión oficial e independiente sobre la industria de la pornografía realizada por Gabrielle Louise Bertin, quien es parte de la Cámara de los Lores, la cámara alta del Parlamento de Reino Unido, a comienzos de este año.
Este logro representa un giro radical en la trayectoria de Madelaine, que hasta entonces ofrecía encuentros sexuales consensuados, dominando a sus clientes en prácticas fetichistas, bondage, disciplina, sadismo y masoquismo (BDSM).
Compartir imágenes íntimas sin consentimiento, una práctica conocida como pornografía de venganza, es un delito que puede conllevar hasta dos años de prisión en Reino Unido.
No es un problema que afecte únicamente a quienes trabajan en la industria del sexo.
Un informe de la organización Revenge Porn Helpline sugiere que el 1,42% de la población femenina de Reino Unido se ve afectada cada año por la difusión de imágenes íntimas sin consentimiento.
Madelaine, quien tiene 37 años y vive en Monmouthshire, Gales, dice que las sobrevivientes de casos de pornovenganza viven con vergüenza y estigmatización. “Mucha gente dice: ´Subiste una foto provocativa a internet, ¿Qué esperabas?’ Yo espero dignidad, respeto y confianza, y no veo por qué esas cosas deberían ser negociables. El hecho de que que esas imágenes puedan circular después en el lugar donde vivo o entre personas a las que quiero, y que se utilicen para hacer daño, es algo que va mucho más allá. No es una decisión mía ni un error mío: es una forma de abuso», afirmó.
Madelaine trabajó como dominatriz —principalmente en línea— durante 10 años y aseguró que siempre encontró que su trabajo era empoderador y satisfactorio.
“Soy yo como mujer dominante, una mujer empoderada y fuerte, que ofrece su cuerpo como un regalo a alguien porque así lo desea, porque quiere, porque es su cuerpo y puede hacer con él lo que quiera”, explicó.
Y, agregó: “hay quienes lo ven como algo extraño, pero yo no lo veo de forma distinta al trabajo de una nutricionista o una contadora”.
Madelaine asume que es, en cierto modo, una anomalía en el mundo de la tecnología: “sé que suena raro, es casi absurdo pensar que alguien que fue dominatriz ahora sea fundadora de una empresa tecnológica, pero hacía falta alguien que haya pasado por eso para identificar las lagunas y los cambios que eran necesarios”, explicó.
Insistió en que no se considera en absoluto una experta en tecnología y que logró construir su empresa tras muchas noches sin dormir, investigación y “molestando a gente” que sí sabía del tema.
“Nunca me sentí juzgada por haber sido dominatriz. Al contrario, eso me da fuerza, porque puedo aportar un nivel de experiencia y conocimiento de este mundo que ellos jamás tendrían”, concluyó.
Image Angel puede utilizarse en cualquier plataforma en línea donde se compartan imágenes, como aplicaciones de citas, redes sociales y sitios web.
Cuando una imagen es visualizada por un usuario, se le incrusta automáticamente una marca de agua forense invisible, única para esa persona.
Esta marca de agua invisible se integra en la propia copia de la imagen y puede sobrevivir a capturas de pantalla, ediciones y fotografías tomadas con un segundo dispositivo.
Esto significa que, si descubrís que tu imagen fue compartida sin tu consentimiento, siempre que la plataforma en la que la publicaste tenga integrada esta tecnología, la información de quién la compartió va a quedar oculta dentro de la imagen y va a poder ser recuperada por un especialista en recuperación de datos para que se tomen medidas.
Hasta ahora, una plataforma adoptó esta tecnología y Madelaine mantiene conversaciones con muchas otras.
Pero ¿Cómo sabemos que la tecnología es efectiva?
“Esta tecnología ya existe en Hollywood y en las retransmisiones deportivas, así que no es algo completamente nuevo; lo que cambia es la aplicación y el sistema”, detalló Madelaine. Y, agregó: “además, la probamos y estamos colaborando con una empresa con 30 años de experiencia en el desarrollo tecnológico, por lo que sabemos que es sólida. Ahora lo que necesitamos es probarla a gran escala”.
También expresó su esperanza de que la tecnología sirva para disuadir a posibles responsables de la difusión de imágenes íntimas sin consentimiento.
Kate Worthington, de la línea de ayuda contra la pornografía de venganza de Southwest Grid for Learning (SWGFL), aseguró haber visto de primera mano el pánico, la angustia y la culpa que sufren las víctimas del abuso de imágenes íntimas. “Si esa culpa se ve reforzada por un amigo mal informado o por un servicio que dice: ‘bueno, ¿y por qué te tomaste esas imágenes en primer lugar?’, ese sentimiento puede intensificarse enormemente. Por eso es fundamental que la respuesta que reciba la persona sea que no ha hecho nada malo”, explicó.
Añadió que le parecía fantástico que Madelaine estuviera utilizando su experiencia para impulsar cambios y señaló: “Es muy importante adoptar un enfoque multinivel para abordar el abuso de género facilitado por la tecnología, porque ninguna herramienta por sí sola puede hacer frente a este problema, ni una sola línea de ayuda. Se necesita una respuesta de múltiples capas”.
SWGFL cuenta con una herramienta global llamada StopNCII.org, que crea una especie de “huella digital” de las imágenes y videos íntimos de una persona y la comparte con empresas participantes para ayudar a detectar y eliminar ese contenido cuando se difunde en internet.
La presentadora de televisión británica Jess Davies tenía solo 15 años cuando imágenes suyas en ropa interior comenzaron a circular por su pueblo.
Fue el primero de varios incidentes que Jess vivió durante su adolescencia y juventud, experiencias que más tarde influyeron en su activismo en favor de los derechos de las mujeres: “Pasó demasiado tiempo, demasiado tiempo hasta que alguien me dijera: ‘No fue tu culpa’ y ‘eso no debería haber ocurrido’”, contó Jess, quien también vive en Gales, Reino Unido.
También se muestra comprometida con eliminar el estigma que sufren las víctimas de abuso de imágenes íntimas, dejando claro que la culpa recae en los agresores. “No es un delito enviar consensuadamente una imagen a alguien”, explicó Jess, de 32 años. Y, agregó: “pero sí lo es distribuirla sin consentimiento, y creo que ahí es donde siempre debería recaer la culpa”.
*BBC Mundo.