Las decisiones peligrosas que ahora complican al Gobierno

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Un nuevo día de furia financiera acechó a la Argentina. El sorpresivo resultado electoral en la provincia de Buenos Aires modificó los planes económicos del Gobierno y lo obliga a barajar y dar de nuevo, aunque el ministro de Economía, Luis Caputo, aseguró que nada cambiará. Ante este panorama, la pregunta que circula en el mercado financiero es si este escenario podría haberse evitado.

El Gobierno había apostado todas sus fichas a que una victoria electoral reduciría el riesgo país y, en consecuencia, aliviaría la presión sobre las variables financieras, principalmente el tipo de cambio y las tasas de interés. Para ello, priorizó la baja de la inflación por encima de la acumulación de reservas, una estrategia que, de haberse consolidado, habría permitido mejorar el perfil crediticio del país de manera orgánica, sin depender del resultado electoral.

La Argentina enfrenta en 2026 fuertes vencimientos de deuda por más de US$18.000 millones. Hasta ahora, la gestión de Javier Milei cumplió con sus obligaciones pagando con las reservas que el Banco Central (BCRA) logró comprar el año pasado, cuando el tipo de cambio era competitivo y habían ingresado dólares por el blanqueo. Sin embargo, esta estrategia no parece hoy sostenible y la entidad monetaria mantiene reservas netas negativas en torno a US$8000 millones.

Por esa razón, la apuesta del Gobierno era que un triunfo electoral impulsara una baja del riesgo país, que había quedado estancado en torno a los 700 puntos tras el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y lo acercara a la barrera de los 500. La realidad es la contraria: el riesgo país supera los 1000 puntos, lo que hace inviable cualquier estrategia de financiamiento externo y reaviva el interrogante sobre si el Gobierno deberá reperfilar los vencimientos futuros. Esta incertidumbre se reflejó en el desplome de hasta 9% en los bonos soberanos en dólares.

“Caputo canta falta envido con 26. Es su esencia, es un trader”, graficó un banquero para describir la política económica del ministro. “Le gusta jugar al fleje”, sumó otro operador de mercado.

Cuando los resultados lo acompañan, los analistas lo llaman “el Messi de las finanzas”. Pero cuando el mercado se da vuelta, los informes de los bancos internacionales coinciden en que la corrección era previsible.

Aunque es más sencillo criticar la estrategia con el diario del lunes, lo cierto es que varios economistas habían advertido que quizás convenía un proceso de desinflación más lento, acompañado por una acumulación de reservas que diera mayor sustentabilidad al programa. El primero en señalarlo fue el exministro Domingo Cavallo, quien recibió duras críticas del presidente Milei.

El Gobierno, en cambio, optó por una estrategia binaria. En abril, cuando anunció un nuevo acuerdo con el FMI que incluía un esquema de bandas cambiarias, flotación del dólar y posibilidad de acumular reservas, el mercado reaccionó con optimismo. Sin embargo, esa confianza se diluyó cuando el Presidente y su equipo insistieron en que no comprarían dólares hasta que la cotización oficial tocara el piso de la banda.

“Cada uno en la vida elige qué riesgo correr. El Gobierno prefería exponerse a no acumular reservas y quedar vulnerable a un shock externo, antes que arriesgarse políticamente a perder las elecciones. Podía haberse adoptado una estrategia intermedia: acumular algo de reservas, desacelerar un poco la desinflación y, al mismo tiempo, competir en las urnas. No era necesario apostar todo a rojo o negro”, explicó el economista Gabriel Caamaño, de Outlier.

El cuidado extremo de la baja de la inflación, materializado en intervenciones sobre el tipo de cambio, terminó siendo una victoria pírrica. La economía dejó de crecer en febrero y desde entonces acumula una caída de más de 1,3% del PBI.

Hoy las tasas de interés rondan el 4,5% mensual, lo que profundiza la preocupación por el aumento de la mora bancaria que empieza a visibilizarse en el sistema financiero.

El Gobierno enfrenta ahora un dilema central: sostener la desinflación a cualquier costo o recalibrar su estrategia para recuperar la confianza de los mercados y encarar los compromisos de deuda de los próximos años. La elección en la provincia de Buenos Aires dejó al desnudo la fragilidad del programa económico y abrió una etapa de mayor incertidumbre, en la que cada movimiento será clave para definir si la Argentina logra estabilizarse o si se encamina hacia una nueva crisis de deuda.