El viernes 9 de agosto de 2019 una encuesta de una reconocida consultora trajo euforia al mercado. Marcaba una leve ventaja de Mauricio Macri frente a Alberto Fernández en las PASO y proyectaba un triunfo de Macri en el balotaje. Las acciones del índice Merval subieron más del 7% ese viernes.
Los precios de los activos argentinos ya venían muy castigados luego de desatarse la crisis en mayo de 2018 y de agravarse en 2019, llegando el riesgo país el viernes anterior a la elección a 872 puntos básicos (8,72% por encima de un bono similar del Tesoro de los Estados Unidos), un nivel muy similar al actual, pero muy por encima del mínimo de 350 puntos básicos de junio de 2017. Sin embargo, el mercado todavía asignaba una probabilidad elevada a un triunfo de Macri en el balotaje. Por algo los precios de los activos argentinos cayeron tan brutalmente cuando Fernández aventajó a Macri por casi 17 puntos en las PASO: la caída de la Bolsa fue del 48% el lunes, medido en dólares, la segunda baja más grande del mundo en la historia moderna, el riesgo país saltó a 1467 puntos básicos y el peso llegó a marcar caídas del 40% contra el dólar antes de la intervención del Banco Central (BCRA) y terminó el día en 60 pesos por dólar, contra 46 del viernes. Estas heridas dejaron una huella profunda en los inversores locales e internacionales, con implicancias que ayudan a explicar lo que estuvo pasando en el mercado en las semanas previas a la elección de hoy.
Mirado en retrospectiva, algunas variables económicas y sociales claves de ese momento sugieren que el consenso del mercado y del círculo rojo de que Macri podría retener la presidencia era un poco ingenuo. Para agosto de 2019, el salario real había caído un 13% desde abril de 2018, al no acompañar los salarios la aceleración de la inflación del 25,5% en abril de 2018 al 54,5% en agosto de 2019; la actividad se había contraído 1,5% en el mismo período, las ventas en supermercados estaban bajando casi 9% interanual en los meses previos a la elección y la tasa de pobreza había aumentado desde el mínimo reciente de casi 26% en el semestre móvil que termina en enero de 2018 a cerca del 35% al momento de las PASO.
El mercado se encuentra hoy atrapado en el loop opuesto, muy probablemente como consecuencia del trauma experimentado en 2019. Opera como si la probabilidad conjunta de que el Gobierno pierda la elección de octubre y que dicha derrota estuviese a punto de traer al kirchnerismo al poder nuevamente fuese muy elevada. De otra manera, es difícil explicar fenómenos como la presión sobre el tipo de cambio y el alza del riesgo país de más de 200 puntos básicos en el último mes.
Es cierto que los errores políticos y económicos que cometió el Gobierno en las últimas semanas aportaron su buena cuota al pesimismo del mercado. Experimentamos una verdadera revancha de la soberbia que mostró el Gobierno en meses anteriores, tanto en el plano político como económico. A esto se suma que está pagando el precio de haber sumado a los sótanos del poder al Gobierno.
Pero, dentro de esta ola de pesimismo, cabe preguntarse: ¿Qué nos dice la economía de la elección? ¿Y qué nos dicen las condiciones políticas de la oposición, y no solo del Gobierno? Los números fríos de la economía deberían permitirnos esperar una muy buena elección del Gobierno en octubre. La inflación cayó del 211% en diciembre de 2023 al 33% en agosto. Esto contribuyó a bajar la tasa de pobreza de un máximo de cerca del 53% a mediados de 2024 a menos del 31%, según estimaciones de Martín González Rozada, de la Universidad Torcuato Di Tella. La economía, luego de tocar un piso en abril de 2024, se expandió vigorosamente, casi un 9% hasta febrero de este año. El consumo, especialmente de bienes durables, se recompuso. El salario real se expandió un 19% desde diciembre de 2023. Es más, si tomásemos estos parámetros, el Gobierno debería ganar la elección, incluida la del día de hoy, caminando.
¿Qué es lo que hace que el mercado tenga fuertes dudas sobre este pronóstico? En primer lugar, que la economía comenzó a caer en marzo de 2025. La obsesión del Gobierno de contener el tipo de cambio y de seguir bajando la inflación fue a costa de una brutal suba de tasas de interés, que está golpeando duramente a la actividad económica. Por algo el índice de confianza del consumidor cayó un 13% en agosto, previo al affaire de los audios. Y, la verdad, es que no sabemos a ciencia cierta cuánto está golpeando la recesión al Conurbano profundo.
En segundo lugar, el affaire de los audios, que pega en la línea de flotación del mensaje anti casta del gobierno. La historia muestra que cuando la economía está bien, a la mayor parte de la gente le preocupa poco la corrupción. Lo que no sabemos es cuál es el grado de deterioro de la economía en esta parte final y, por lo tanto, cuánto, en un potencial escenario de frustración económica, le está doliendo a la población la corrupción que parecen mostrar los audios.
Es difícil, sin embargo, que los votantes decepcionados por la corrupción o por la caída de actividad económica migren en masa al peronismo; la duda es si irán a votar, especialmente este domingo. Dentro del 56% que obtuvo Javier Milei en la segunda vuelta de 2023, el 26% que aproximadamente aportaron los votantes de Juntos por el Cambio difícilmente migre al Frente Patria; son, antes que nada, antiperonistas. Entran más dudas sobre el 30% que votó a Milei en la primera vuelta de 2023, dado que es un grupo que tiene, como dice Luis Costa, exdirector de Ipsos Argentina, la misma sociología que el peronismo. Sin embargo, los candidatos del peronismo son los mismos que trajeron la alta inflación que destruyó la calidad de vida de ese grupo que huyó hacia La Libertad Avanza (LLA). En la elección de hoy, casta pura como Verónica Magario, Malena Galmarini o Gabriel Katopodis encabezan listas en la provincia de Buenos Aires (PBA). La lista de candidatos a diputados de PBA del Frente Patria de octubre, que está encabezada por Jorge Taiana y tiene a Juan Grabois en el tercer lugar, parece más el resultado de una división de bienes que de un proyecto de poder.
Sin embargo, la poca fiabilidad de las encuestas, la volatilidad de los votantes (que ahora incorporan una nueva opción, no votar) y la dificultad para entender qué está pasando en el terreno abren la posibilidad de un resultado difícil para el Gobierno en la elección de hoy. Supongamos, simplemente para hacer un ejercicio, que hoy el Gobierno pierde fuerte la elección, digamos por entre 5 y 10 puntos, contra el Frente Patria. En este escenario, mañana los mercados abrirían mucho más negativos. Sería muy difícil para el Gobierno evitar que el dólar se vaya al techo de la banda, hoy en $1469. El BCRA debería en este caso vender dólares para hacer frente a lo que seguramente sea una dolarización creciente, y así mantener el tipo de cambio dentro de la banda, que estará en $1493 para el 26 de octubre. Las tasas de interés seguirían subiendo y la actividad y el empleo caerían hasta el día de la elección nacional. Es decir, el Gobierno llegaría a la elección de octubre en una situación mucho más débil.
Supongamos que pierde fuertemente esa elección y que el Presidente queda muy debilitado. Para seguir el ejercicio, supongamos que el kirchnerismo logra desplazarlo del poder, ya sea mediante un juicio político o, más probablemente, mediante su especialidad (o una de ellas): organizando saqueos y revueltas callejeras. El mercado supone, con toda razón dado el trauma de 2019, que el kirchnerismo volvería al poder en este escenario. Sin embargo, cabe plantearse si hay otras alternativas más probables. Cuando hay anarquía, la sociedad vira hacia los nuevos centros de poder. Pero difícilmente el kirchnerismo, con dirigentes tan cuestionados por la sociedad, se erija como alternativa. Es como suponer que ante la caída de Fernando De la Rúa en 2001 el poder iba a volver a Carlos Menem.
Ese análisis ignora un movimiento que se dio en las últimas semanas y que pasó desapercibido para muchos: la (re)emergencia de la “liga de gobernadores”. Surgió de la alianza de cinco de ellos: Maximiliano Pullaro (Santa Fe), Martín Llaryora (Córdoba), Ignacio Torres (Chubut), Rogelio Frigerio (Entre Ríos) y Carlos Sadir (Jujuy). A ellos después se sumaron Gustavo Valdés (Corrientes) y Claudio Vidal (Santa Cruz). Detrás de ellos está el exgobernador de Córdoba Juan Schiaretti y el grupo tiene terminales en PBA y en la Ciudad de Buenos Aires. Debe haber también varios gobernadores más que se vieron obligados a firmar con LLA para la elección, pero que ya tienen la ficha de afiliación lista.
La “liga de gobernadores” es una fuerza antes que nada conservadora. Como tal, es una fuerza estabilizante en tiempos de estrés institucional, y una fuerza de resistencia en momentos de cambio. Es decir, si LLA gana la elección y quiere continuar su proceso de reformas, la “liga de gobernadores” será el principal grupo con el que deberá negociar, ya que defenderá los recursos fiscales de las provincias, haciendo más difícil la reducción de impuestos nacionales.
Pero si, como parece que el mercado ve cada vez como más probable, la elección sale mal, la “liga de gobernadores” seguramente sea una fuerza estabilizadora, y el centro donde terminará recalando el poder en caso de anarquía. Los gobernadores no quieren kirchnerismo: quieren estabilidad, crecimiento y recursos para sus provincias. Esta fuerza ya mostró su poder en 2002. Al inicio de su gobierno, Eduardo Duhalde viró hacia el populismo, aconsejado, entre otros, por Daniel Carbonetto, un economista argentino que había asesorado a Alan García cuando llevó a Perú a la hiperinflación en los 80. El 28 de junio de 2002 la “liga de gobernadores”, incluyendo a Carlos Reutemann y José Manuel de la Sota, le planteó a Duhalde que para preservar el apoyo político debía ajustar el gasto fiscal y acordar con el FMI, entre otras medidas. Esto ayudó a que el dólar se estabilice y la economía comience a crecer vigorosamente.
En pocas horas se comenzará a develar si el trauma que sufre el sistema financiero tiene razón de ser o no.
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