WASHINGTON.- La decisión de Donald Trump de desplegar al menos 800 efectivos de la Guardia Nacional para combatir el delito en las calles de Washington es apenas el último ejemplo del uso de las fuerzas militares que hace el presidente norteamericano para ejecutar sus prioridades de política interior.
Aunque los índices de inseguridad en la capital de Estados Unidos vienen en descenso desde hace tiempo, Trump dijo que la delincuencia en Washington “está totalmente fuera de control”, y hasta amenazó con una intervención federal de la ciudad.
En lo que va del año Trump ya desplegó unos 10.000 soldados en servicio activo en la frontera suroeste de Estados Unidos para frenar el flujo de drogas y migrantes, y 4700 efectivos de la Guardia Nacional y del cuerpo de Marines en la ciudad de Los Ángeles para sofocar las protestas que estallaron por las redadas migratorias y proteger a los agentes federales que las llevan a cabo. Desde entonces, salvo unos 250, todos esos efectivos de la Guardia Nacional ya fueron retirados.
El mes pasado, Trump firmó secretamente un decreto que habilitó al Pentágono a empezar a usar la fuerza militar contra ciertos cárteles del narcotráfico latinoamericanos, a los que su gobierno considera organizaciones terroristas.
Las tropas de la Guardia Nacional que se desplegarán en las calles de Washington a partir de esta semana no realizarán tareas coercitivas, sino que en todo momento habrá entre 100 y 200 soldados de la Guardia disponibles para ayudar con tareas de logística y transporte, y al mismo tiempo funcionarán como una “presencia física” de apoyo a los agentes federales, indicó el Ejército.
Pero al igual que la Guardia Nacional en Los Ángeles, en ciertas circunstancias probablemente los soldados desplegados en Washington podrán arrestar temporalmente a las personas hasta que lleguen los agentes federales, indicaron las autoridades militares, y agregaron que los soldados irán armados y estarán autorizados para defenderse.
“La semana que viene los veremos inundar las calles de Washington”, declaró el secretario de Defensa y exinfante de la Guardia Nacional, Pete Hegseth, en una conferencia de prensa en la Casa Blanca junto al presidente Trump.
Hegseth no dijo durante cuánto tiempo permanecería desplegada la Guardia Nacional en la capital del país, pero aseguró que “serán firmes, duros, y apoyarán a sus compañeros de las fuerzas del orden”.
Hegseth agregó que el Pentágono ya está en contacto con la Guardia Nacional de otros estados, incluyendo sus “unidades especializadas”, en caso de que en Washington se necesiten refuerzos. Sin embargo, un alto oficial del Ejército afirmó que los 800 soldados de la Guardia Nacional de Washington asignados para la tarea deberían ser suficientes.
Trump posteó en la red social Truth Social: “¡Haré que nuestra capital vuelva a ser grande!”.
A diferencia del gobernador de un estado, el Distrito de Columbia no tiene control sobre su Guardia Nacional, lo que le otorga al presidente un amplio margen de maniobra para desplegar esas tropas. La cadena de mando de la Guardia de Washington va desde su comandante general hasta el secretario del Ejército, y de ahí al mando civil, pasando por Hegseth para llegar finalmente el presidente.
Las Fuerzas Armadas de Estados Unidos responden con rapidez a los decretos presidenciales, por eso son la institución predilecta de un presidente que busca mostrarse duro contra el delito, contra los inmigrantes no autorizados, las drogas, la cultura woke y otros supuestos enemigos internos.
Sin embargo, en los últimos meses, eso ha puesto a las Fuerzas Armadas en el centro de una serie de problemas político-partidarios, algo que siempre sus generales han evitado a toda costa.
La orden de Trump de desplegar tropas de la Guardia Nacional en Washington “es problemática, porque parece una medida partidista desde el arranque”, apunta Peter Feaver, profesor de ciencias políticas de la Universidad de Duke. “Los militares no entrenan para realizar misiones policiales normales de patrullaje”.
Según un funcionario del Departamento de Defensa, para cumplir su misión en Washington los jefes militares ajustarán al máximo las “reglas de enfrentamiento para entablar combate” y que de ese modo no les asignen funciones policiales a soldados que portan fusiles M-16 y fueron entrenados para eliminar al enemigo.
“Es un patrón de comportamiento de este gobierno: utilizar y asignar recursos militares para objetivos internos no militares”, apunta Carrie A. Lee, exdirectora del Departamento de Seguridad Nacional y Estrategia de la Escuela de Guerra del Ejército de los Estados Unidos. “Ya sea en materia de inmigración, de lucha contra el narco o contra la inseguridad en Washington, queda claro que para este gobierno los militares son la llave maestra para cumplir con sus prioridades políticas internas”.
Desde el Congreso también criticaron la nueva directiva del presidente. “Nuestras Fuerzas Armadas fueron entrenadas para defender a la nación de amenazas externas y ayudar a las comunidades en casos de desastres o emergencias, y no para realizar tareas policiales rutinarias internas”, declaró el senador Jack Reed, el demócrata de mayor rango en la Comisión de las Fuerzas Armadas del Senado. “Este despliegue constituye un grave despilfarro del tiempo y las capacidades de la Guardia Nacional”.
Pero al tener que involucrarse en asuntos que tradicionalmente gestionan otras instituciones, también hay riesgos concretos para las tropas y las Fuerzas Armadas en general. En algunos casos, por ejemplo, los soldados podrían sentirse enfrentados a sus propios vecinos. “Los soldados pertenecen a esa misma comunidad, por eso a los que prestan servicio no les gustan nada este tipo de misiones”, señala Lee. “Se les pide que amenacen con el uso de la fuerza a personas cuyos hijos tal vez sean compañeros de escuela de sus propios hijos”.
En entrevistas con The New York Times, varios efectivos de la Guardia Nacional de California afirmaron que el despliegue de hace unos meses en Los Ángeles había erosionado la moral de una fuerza cuya presencia durante los incendios forestales de enero fue celebrada por los vecinos de la ciudad. A los oficiales de la Guardia de California también les preocupa que aquel despliegue haga que muchos efectivos no se reenlisten en la fuerza.
Y según los expertos militares, ese es precisamente es el otro costo que podrían tener que pagar las Fuerzas Armadas en general: menos reclutamiento y menos alistamiento, ya que nadie se une a las Fuerzas Armadas para salir a patrullar el área metropolitana de Washington.
La directiva de Trump llegó dos días después del retiro del comandante de la Guardia de Washington, mayor general John C. Andonie. En su reemplazo, como comandante interino fue designado el general de brigada Leland D. Blanchard II.
A través de un comunicado en ocasión del cambio de mando, la Guardia de Washington expresó que cuenta con más de 2400 miembros “con un compromiso histórico con la defensa nacional y la comunidad”.
Traducción de Jaime Arrambide
Por Eric Schmitt y Helene Cooper