No muchas personas pueden decir que no le temen a nada; Eduardo Iglesias es una de ellas. Asegura que siempre se animó a ir en dirección contraria a la mayoría, lejos de la famosa “zona de confort”. A su vez, dice tener el privilegio de haber hecho toda la vida lo que le apasiona. “Siempre le digo a mis hijos: si uno hace lo que le gusta, le va a ir bien. Y la plata va a llegar”, remarca.
Hoy en día, Eduardo es el fundador de Motorjor, una marca con la que logró transformar 13 vehículos —desde utilitarios hasta colectivos de línea— en casas rodantes con todas las comodidades que uno puede pensar. Pero no fue algo que logró de un día para otro; de hecho, antes de la pandemia, ni él mismo imaginaba dedicarse a este trabajo.
Años anteriores, llevaba adelante un importante negocio gastronómico. “Mientras la gente disfrutaba, yo trabajaba”, define. Sus planes cambiaron cuando, viendo lo que ocurría en Europa con el coronavirus y ante el inminente aislamiento en la Argentina, su hijo le sugirió algo que cambió su vida: “Papá, armate un motorhome y andate de ahí”.
Así, cargó en una combi de su empresa de catering comida y viajó de Mar del Plata a Ingeniero Maschwitz donde se encontraban sus hijos.
Tras ese “primer contacto” con las casas rodantes y luego de haber visto tutoriales australianos en YouTube sobre cómo hacer un motorhome de cero, decidió crear su propia casa sobre ruedas.
El bicho de la vida sobre ruedas, cuenta, se había despertado en él incluso muchos años antes de ver esos videos. “[Cuando estudiaba veterinaria], el papá de una chica con la que yo salía me decía que pensara en algo lindo para poder dormir bien, porque no dormía nada. Entonces, yo me visualizaba adentro de un motorhome”.
Con ese recuerdo en su mente y con la guía del youtuber australiano, puso manos a la obra y creó el primero de sus 13 proyectos: una Fiat Ducato que comenzó a camperizar en abril de 2020 y finalizó en julio de ese mismo año. Era la misma con la que, desde Mar Del Plata, viajó a Maschwitz.
En ese momento, él no pensaba en el negocio de transformar vehículos en lugares habitables, ya que seguía con su empresa de catering. “Hasta que llegó a su fin, el último evento al que trabajé en gastronomía fue en el evento de fin de año de YPF en 2021″, cuenta.
Después de la transformación de la Ducato, quiso llevar la idea un paso más allá y compró un colectivo de la línea 165 que hacía el recorrido Ezeiza – Monte Grande. “En tres o cuatro meses dejé el colectivo terminado. Fue una locura porque tenía 28 metros cuadrados en el que tuve la libertad de hacer lo que yo quería”, remarca.
Dice, también, que a raíz de ese resultado, unos amigos del barrio le pidieron una mano para construir su propio colectivo. Se llamó Orión y “fue increíble”, define. “Todo salió muy espontáneo, los ayudé y encima ahí empecé a ganar plata por hacer esto, que para mí era un sueño”, dice.
Ahí se empezó a consolidar aún más Motorjor, un proyecto que sin darse cuenta comenzaba a tomar forma. De a poco empezó a tomar más trabajos y enfrentar su primer gran desafío: camperizar para una arquitecta y un diseñador.
“Fue de los que más trabajo me dio, porque me pedían hasta paredes curvas. Algo a lo que no estaba acostumbrado porque yo siempre hacía lo que yo quería y me parecía”, cuenta Eduardo. Aprovecha la ocasión para remarcar: “no hago dos motorhomes iguales”.
“Yo [a los clientes] les pregunto qué hacen de sus vidas, dónde viven, a dónde quieren ir, si tienen mascotas, hijos, pareja. Tengo que saber mucho de ellos para hacerle el mejor trabajo”, agrega.
En su haber también tiene rechazos. “Le rechacé un pedido a un político que quería hacer su campaña en un motorhome. Me di cuenta de que algo de esa persona no me cerraba y le dije que no, más allá de que la propuesta económica era muy buena», dice.
En lo que refiere al crecimiento de su proyecto, fue su hija quien le creó una cuenta en Instagram que está próxima a llegar a los 10.000 seguidores. Su taller está instalado en Mar del Plata, donde recibe los pedidos, charla con los clientes, establece tiempos, presupuestos y empieza a trabajar. No se apura, ya que lo importante es disfrutar. “Me encanta trabajar ahí, a veces corto y me voy a surfear, estoy al sol, con mis perros. No puedo pedir más”, explica.
“Encima hago lo que me gusta. Uno pone un pie arriba de uno de los bondis que reformé y se siente en un monoambiente. Además te da total libertad de poder irte a donde vos quieras teniendo todas las comodidades”, añade orgulloso.
Con 13 motorhomes ya terminados, cada uno diseñado a medida y completamente distinto al anterior, el número 14 llega con un giro especial. Cuando ya tenía decidido colgar los guantes, se encontró con un Volkswagen en venta y decidió transformarlo como trabajo final y sortearlo en redes.
Eduardo no lo construye para un cliente sino para cumplir un sueño pendiente. Esta unidad será rifada entre su comunidad en Instagram (@motorjor).
Se trata de una propuesta pensada para que alguien que lo desee de verdad pueda tener su propia “casa sobre ruedas”, sin necesidad de invertir miles de dólares. “Verdaderamente deseo que se pueda sortear en esta próxima navidad, pero no depende de mí porque, por ejemplo, si llueve no puedo trabajar. O mismo si se complica algún proceso”, dijo.
“Espero que lo gane alguien que no pueda comprarse uno y si lo gana alguien con ‘guita’, me encantaría que se lo de a alguien que lo necesite”, cierra, entusiasmado con el proyecto que comienza y que será el último. “El tiempo pasa y esto requiere de todo un esfuerzo físico, ya estoy grande. Adoro lo que hago, pero sé que la vida me llevará a otro lado y me meteré en la ola que me tenga que meter para pasar a hacer otra cosa”, cierra.
“El 80% de los comentarios en mis redes incluyen la palabra ‘sueño’”, explica y con una enorme sonrisa, se prepara para darle cierre al trabajo que le cambió la vida.