Son argentinos y desembolsarán US$20 millones en Chapadmalal en un proyecto con mar y viñedos

1

Lejos de las empresas de garage tan propias de los algoritmos y de la Nueva Economía, las firmas inmobiliarias tienen sus propios códigos para nacer, crecer y consolidarse. Dicho de otro modo, emprender en el mundo de hoy en el universo ladrillo tiene sus particularidades que conjugan los lineamientos del emprendedurismo con los más tradicionales del Real Estate.

Veámos.

Para la Cámara Empresaria de Desarrolladores Urbanos (CEDU), un desarrollador urbano es el responsable de llevar adelante el proceso de creación de hábitat de una zona en todo su ciclo de valor, desde la generación de la idea, pasando por, la planificación integral, la ubicación o, el financiamiento y la coordinación de todos los actores (consumidores, productores y Estados), hasta la puesta en marcha de la construcción.

El trabajo de un desarrollador urbano abarca desde la planificación hasta la ejecución de proyectos integralesShutterstock – Shutterstock

En tanto, de acuerdo con la definición más clásica, un emprendedor se caracteriza por su capacidad de identificar oportunidades, tomar la iniciativa, asumir riesgos, ser creativo y tener visión estratégica. ¿Son estas máximas aplicables más allá de lo digital? Y, por otro lado, ¿pueden los mandatos que rigen a los intangibles adaptarse al concreto mundo ladrillo?

Yendo de lo particular a lo general, todo parece indicar que el ensamble de ambos mundos es posible. Martín Espatolero es contador público y se dedica a los negocios inmobiliarios desde 2007 junto a su socio, Ezequiel Lorenzo, quien tiene idénticos títulos de grado y de posgrado ya que ambos obtuvieron en paralelo el magister en Desarrollos Inmobiliarios de la Universidad de Belgrano.

No es lo único que los hoy desarrolladores tienen en común: ellos son, de hecho, los hijos de Horacio y Néstor, fundadores de Espatolero y Lorenzo, firma con más de 30 años en su división inmobiliaria que opera en el mercado marplatense y sus zonas de influencia.

La historia podría ser la de una clásica pyme familiar. Pero no; su vínculo no fue hereditario y no nació de cumplir con el mandato y asumir roles en la firma fundada por sus padres. Lo cierto es que la segunda generación de los Espatolero y los Lorenzo eligieron cruzar sus caminos más allá del pasado común de sus progenitores, aunque capitalizándolo.

“Corría el año 2006 cuando detectamos una oportunidad”, dicen a coro desde MDQ quienes hasta entonces no habían trabajado juntos. Todavía no era la hora de los desarrollos ya que los primeros pasos los dieron asesorando en gestión y en materia impositiva.

En ese momento, indican, descubrieron lo que tal vez sea la clave de toda sociedad: sus habilidades eran complementarias (Ezequiel venía de trabajar en una multinacional y Martín de su propio estudio contable) y, además y muy especialmente, que se llevaban bien. Y entonces todo comenzó.

“Nacimos como una empresa de servicios”, detallan quienes un año más tarde manifestaron su espíritu emprendedor para avanzar un paso más allá aprovechando contar con el expertise del mercado de compraventa de la ciudad dado por sus padres, una inmobiliaria verdaderamente tradicional de Mardel, fundada en 1991.

Los desarrollos inmobiliarios actuales demandan equipos interdisciplinarios para abordar cada etapa del proceso, desde la idea inicial hasta la entrega finalShutterstock

“Había una marca”, conceden. “La idea era unir el mundo inmobiliario de nuestros padres con nuestras carreras, entonces evaluamos y comenzamos con un instrumento tradicional de la época: la construcción por fideicomisos”, comentan, retrotrayéndose exactamente a 2007.

Cuando pasaron poco más de 15 años, la nueva división de la empresa se dedica, hoy, al desarrollo de edificios, barrios privados, locales comerciales, oficinas y naves industriales y de logística. ¿Un par de números? 30 edificios terminados con más de 1000 unidades entregadas y más de 400 lotes y departamentos de campo como parte del desarrollo del barrio Casonas del Haras en la zona de los Acantilados. Hoy incluso tienen emprendimientos que llegan hasta Chapadmalal como por ejemplo más de 100 hectáreas en Pueblochapa.

Este proyecto está enfrente a la ubicación de Marayuí, a unos 2,5 kilómetros de la colonia turística de Chapadmalal y unos 1300 metros de Playa Redonda. Son 110 hectáreas que en algún tiempo tuvieron explotación ganadera y que ahora se proponen como tierra fértil para el desarrollo de una idea también distinta dentro del segmento de barrios privados: al mix del entorno que combina mar y campo suma otro, que es el de ofrecer al frente un sector abierto a toda la comunidad, complemento de la privacidad y exclusividad del resto del predio.

“Plantea un formato más integrador a las necesidades de la zona, sin alambrados en el frente,con 820 metros de vides como primera imagen un primer pórtico de acceso con seguridad pero sin barreras”, explica Lorenzo.

Como parte de la propuesta que combina mar, campo y viñedos, el proyecto prevé movilizar una inversión superior a los US$20 millones en los próximos tres años. En este sentido, se prevé que las inversiones individuales que movilizará el emprendimiento tendrán un impacto central en la economía regional, por ejemplo, en los cerca de US$140 millones que se volcarán a la compra de materiales para la construcción en los corralones de la zona de aquí a 2030.

Los emprendedores pusieron foco en Chapadmalal, como parte de su expansión hacia el sur del partido de General Pueyrredón

En síntesis, esta dupla de emprendedores que construyen para el segmento residencial ABC1, y con un ojo puesto en el mercado industrial y logístico que está creciendo en la región, con polos sobre la rutas 226 y 88, comprueban que no están solo en los algoritmos, ya que, como los de garage, ellos aspiran a seguir creciendo.