Linda Yaccarino, consejera delegada de X, la red social antes conocida como Twitter, anunció este miércoles su renuncia. Lo hizo en un post en la plataforma propiedad de Elon Musk, su jefe hasta ahora, un mensaje en el que comparte su decisión “tras dos años increíbles” que cualquier observador externo calificaría más bien de tumultuosos. Yaccarino era la mano derecha en ese negocio del hombre más rico del mundo, alguien acostumbrado a que ese tipo de cargos de confianza no le duren mucho al frente de sus diferentes empresas, una cartera que incluye a la compañía de exploración espacial Space X y a Tesla, fabricante de coches eléctricos.
“Cuando @elonmusk y yo hablamos por primera vez de su visión para X”, continúa el mensaje, “supe que sería la oportunidad de mi vida para llevar a cabo la extraordinaria misión de esta empresa. Le estoy inmensamente agradecida por confiarme la responsabilidad de proteger la libertad de expresión, transformar la compañía y convertir X en una app ‘todo en uno”.
La renuncia llega un día después del escándalo provocado por la publicación de una serie de mensajes antisemitas enviados por Grok, el robot de inteligencia artificial de X, en los que incluso se invocaba la figura de Adolf Hitler, sobre el fondo de las trágicas inundaciones del fin de semana pasado en Texas, de cuyas víctimas Grok se mofó. Su propietario alardeó hace pocos días de que su inteligencia artificial era la menos políticamente correcta, una verdadera obsesión de Musk, de todas.
En su adiós, Yaccarino no aduce, con todo, ningún motivo para justificar su decisión. Musk contestó este miércoles en X al anuncio con un discreto: “Muchas gracias por tus aportaciones”.
En marzo, el dueño de Tesla anunció una operación un tanto inusual: la venta de X a xAI, su startup de inteligencia artificial. Fue en realidad un intercambio de acciones: xAI se valoró entonces en 80.000 millones de dólares, por los 33.000 millones de X. El gesto indicó que Musk fía el futuro de la compañía a la inteligencia artificial por encima de la función de “plaza pública”, cada vez más en entredicho, de las redes sociales.
El texto de la despedida de Yaccarino emplea el lenguaje habitual en estos casos: el “orgullo” por haber contado con el equipo, “el histórico cambio” logrado, la convicción de que “lo mejor está por venir”… “Comenzamos con el trabajo inicial crucial necesario para priorizar la seguridad de nuestros usuarios, especialmente de los niños, y para restaurar la confianza de los anunciantes”, escribe Yaccarino, que destaca “innovaciones revolucionarias” como las “community notes” [esos apuntes de los usuarios para advertir de errores o falsedades] y proyectos inminentes “como [la plataforma de pagos digitales] X Money”. También celebra el amanecer de “una nueva etapa con [la empresa de inteligencia artificial de Musk] @xai” en la red social, que califica como “una plaza pública digital para todas las voces”.
“Como siempre, nos vemos en X”, concluye la ejecutiva tecnológica.
Musk compró en octubre de 2022 Twitter, a la que luego le cambió el nombre. Pago una cifra, 44.000 millones de dólares, que entonces se juzgó exagerada. Como parte de su estrategia de “purificar” sus negocios a golpe de inducirles un trauma para hacerlos avanzar, despidió a un 75% de la plantilla. Al cabo de unos meses, incorporó a Yaccarino en mayo de 2023.
Esta venía del gigante del entretenimiento y la comunicación NBCUniversal, y su primera y urgente tarea fue deshacer los entuertos en los que Musk había metido a X por su rapidez en eliminar las restricciones a la libertad de expresión y por su indisimulada operación de llevarla hacia la derecha a base de tocar el algoritmo que prima unos discursos sobre otros.
Los cambios provocaron una espantada de anunciantes y de usuarios, que acabaron en plataformas de la competencia como BlueSky. Yaccarino, con experiencia en publicidad, se dedicó al principio a devolver al redil a las empresas ahuyentadas. Nunca lo logró del todo. En sus algo más de dos años en el cargo ha demostrado lealtad con el jefe, cuyas decisiones ha hecho propias y ha defendido con lealtad inoxidable.
La aventura política de Musk tampoco contribuyó a aquietar las aguas de la empresa, ni a hacer más fácil el trabajo de su consejera delegada. Todo empezó cuando el hombre más rico del mundo decidió apoyar hace un año al entonces candidato republicano, Donald Trump, en su campaña de reelección, a la que aportó una cantidad récord de más de 260 millones de dólares.
Una vez este conquistó de nuevo la Casa Blanca, el empresario de origen sudafricano se convirtió en una presencia inseparable para el futuro presidente de Estados Unidos, que, convertido en su “Primer Amigo” lo puso al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) con el encargo de meter la motosierra en el gasto público del país a base de cerrar agencias federales enteras y de despedir a decenas de miles de funcionarios.
Esa asociación provocó una nueva desbandada de usuarios de X, que consideraban irrespirable el ambiente en la red social, patio de recreo de las voces más extremistas del movimiento MAGA (Make America Great Again). La plataforma también se ha convertido desde la toma de posesión del presidente en la plaza pública predilecta de los miembros de su gabinete, que la usan como vía de comunicación con sus simpatizantes, herramienta para difundir decisiones oficiales o cuadrilátero para pelear con sus rivales.
El propio Musk, que cuenta con más de 222 millones de seguidores, ha empleado su cuenta como lanzadera de proyectiles en sonadas trifulcas, ninguna de las cuales supera a su divorcio en directo con Trump. Ambos exaliados acabaron a golpes a cuenta de las pegas que el hombre más rico del mundo pone a la megaley fiscal “grande y hermosa”, que es la gran prioridad del presidente estadounidense en su agenda interna y que salió adelante la semana pasada tras una agónica tramitación en el Capitolio.
Después de que Trump firmara la ley el viernes, Musk lanzó una encuesta preguntando a sus followers si consideran que ha llegado el momento de la fundación de un partido político que suponga una alternativa a demócratas y republicanos. Un 65% de los 1,25 millones de votos recibidos fue a favor de esa idea, con lo que el hombre más rico del mundo se comprometió a fundar el America Party, una formación con la que presentar candidatos a las próximas elecciones, las de 2026, en ciertos distritos disputados. Esa decisión provocó la caída de Tesla en bolsa.
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