ESTOCOLMO.- Clark Olofsson, uno de los criminales más famosos de la historia de Suecia y uno de los protagonistas del asalto que dio origen al término “síndrome de Estocolmo”, murió este jueves a los 78 años, según informó su familia.
Olofsson, retratado en la serie de Netflix “Clark”, falleció en un hospital sueco tras una larga enfermedad, precisó la misma fuente al diario Dagens ETC.
Olofsson se pasó media vida en prisión por numerosos crímenes que incluyen desde intento de asesinato y robo hasta maltrato y tráfico de drogas, pero el más conocido de todos fue el llamado “drama de Norrmalmstorg”, un asalto en 1973 a un banco en el que los rehenes entablaron una relación de complicidad con sus secuestradores que dio nombre al popular término psicológico.
Ese día otro asaltante, Janne Erik Olsson, irrumpió encapuchado y armado con una metralleta y explosivos en la sucursal del Kreditbanken en la céntrica plaza de Norrmalmstorg en la capital sueca.
“Tirense al piso, ahora empieza la fiesta” habría dicho en inglés antes de disparar al techo y tomas como rehenes a cuatro empleados. Mientras policías y francotiradores rodeaban el edificio, planteó condiciones a la Policía: tres millones de coronas suecas (unos 316 mil dólares), un auto y vía libre para salir de Suecia. Bajo los efectos de las drogas, también exigió que su cómplice Clark Olofsson, que estaba en prisión por robo, fuera llevado al banco. El gobierno sueco accedió a su petición.
Allí permanecieron seis días, en los que secuestradores y rehenes jugaron a las cartas y entablaron fuertes lazos afectivos.
Con la llegada de Olofsson, Olsson se calmó casi de inmediato, y una de las rehenes, Kristin Enmark, comenzó a verlo como un salvador. “Me prometió que no me pasaría nada y decidí creerle”, escribió en su libro testimonio. “Me convertí en el síndrome de Estocolmo. Tenía 23 años y estaba aterrorizada”, detalló.
En varias ocasiones durante el secuestro -uno de los primeros sucesos retransmitidos en directo-, ella defendió públicamente a sus captores. “Confío plenamente en Clark y en el ladrón. No les tengo miedo en absoluto, no me han hecho nada. Han sido muy amables”, dijo en una llamada telefónica al entonces primer ministro Olof Palme, en el segundo día de su cautiverio. “¿Sabe qué es lo que me da miedo? Que la policía irrumpa en el banco», le expresó durante esa conversación.
Tras seis días de tensión, la policía decidió actuar. Perforaron el techo del banco y lanzaron gas lacrimógeno. Los dos delincuentes se rindieron y los rehenes fueron liberados.
Cuando la Policía liberó a los secuestrados en una operación en la que no hubo heridos, los rehenes se negaron a salir antes que sus captores, por miedo a que éstos fueran castigados y se despidieron de ellos con abrazos.
Para mostrar su resentimiento hacia las autoridades, los ex rehenes decidieron guardar silencio durante el juicio contra sus secuestradores.
El “drama de Norrmalmstorg” ha originado varios libros y una película.
Desde entonces los expertos debaten si el “síndrome de Estocolmo” es realmente un trastorno psiquiátrico o más bien un mecanismo de defensa ante una situación traumática.
El síndrome de Estocolmo suele ser descripto como una respuesta psicológica que puede darse en situaciones de secuestro, abuso o cautiverio, donde la víctima desarrolla vínculos emocionales con su agresor, llegando a justificarlo o defenderlo. Aunque no está reconocido como un trastorno en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, se documentó en casos de violencia doméstica, abuso infantil y trata de personas.
Psicólogos explican que esta reacción puede surgir como un mecanismo de supervivencia: la dependencia absoluta del agresor, sumada al miedo constante y al estrés prolongado, puede distorsionar la percepción de la realidad y hacer que el captor sea visto como una figura protectora. La convivencia forzada también puede generar identificación con él.
Aunque no hay un tratamiento específico, se recomienda la psicoterapia especializada en trauma y el apoyo psiquiátrico para la recuperación.
Agencias AFP