WASHINGTON.- Solo cinco días antes del “ataque preventivo” de Israel sobre objetivos del plan nuclear iraní, Donald Trump mantuvo en Camp David una reunión clave con sus principales asesores, quienes le anticiparon que las probabilidades de una ofensiva de su aliado Benjamin Netanyahu eran muy altas pese a los esfuerzos diplomáticos de Estados Unidos en la crisis.
El director de la CIA, John Ratcliffe, le mostró al presidente los mapas elaborados por el jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Dan Caine. Ambos expusieron durante dos horas y media, según fuentes citadas por medios norteamericanos. No estaban allí, como podría imaginarse para una situación delicada, la directora de Inteligencia Nacional, Tulsi Gabbard, ni el jefe del Pentágono, Pete Hegseth.
Luego de la presentación en la icónica residencia presidencial en Maryland, Trump escuchó las propuestas de su vicepresidente, JD Vance, y del secretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional interino, Marco Rubio. Las opciones de Trump ante una eventual escalada en Medio Oriente estaban sobre la mesa, entre ellas una posible intervención directa con ataques a las instalaciones nucleares subterráneas de Irán. Al día siguiente, el mandatario habló con el primer ministro israelí.
La pintura de los asesores que estuvieron cerca de Trump -y los que no- en este momento determinante para su segunda presidencia expone quiénes tienen roles estelares en el círculo íntimo del líder republicano para tomar una decisión militar crucial y quiénes han perdido terreno rápidamente, tras solo cinco meses de gestión.
Mientras el presidente puso un plazo máximo de dos semanas para definir si suma a Estados Unidos a la ofensiva israelí contra Irán, Vance, Rubio, Ratcliffe y Caine conforman el cuarteto central de asesores a su alrededor para el conflicto en Medio Oriente, en días en que el presidente aumentó la cantidad de reuniones con el Consejo de Seguridad Nacional en la Sala de Crisis de la Casa Blanca.
También hay otro general que ganó protagonismo en los últimos días, a medida que Washington moviliza fuerzas militares adicionales a Medio Oriente para respaldar a Israel y proteger los activos norteamericanos: Michael Kurilla, comandante del Mando Central de Estados Unidos, que tiene autoridad operativa para esa región.
Conocido como “El gorila”, varios funcionarios citados por medios norteamericanos señalaron que casi todos sus pedidos han sido autorizados, como más aviones militares y buques de guerra en la zona, y sostienen que Kurilla ha desempeñado un papel central a la hora de asesorar sobre cuál debería ser la respuesta de Estados Unidos a la escalada bélica entre Israel e Irán.
Según dijo un funcionario al sitio Politico, Hegseth habría cedido a Kurilla incluso cuando el jefe del Pentágno intentó proyectar una imagen de líder duro que ejerció presión para reducir la influencia de los generales de cuatro estrellas, el más alto rango en el Ejército. “Si los militares de alto rango dan la impresión de ser duros y belicosos, Hegseth se deja convencer fácilmente de su punto de vista”, explicó la fuente.
Otros funcionarios dejaron entrever que Kurilla y el propio Caine han tomado la iniciativa en la discusión sobre las opciones militares con Trump, con el presidente eludiendo en gran medida a Hegseth y su equipo en el Pentágono. La medida crucial pasa por definir si Estados Unidos le proveerá a Israel la bomba Massive Ordnance Penetrator (GBU-57), conocida como el mayor “destructor de búnkeres”, y los bombarderos B-2 para transportarla, vitales para destruir las instalaciones nucleares subterráneas iraníes.
“Nadie está hablando con Hegseth”, dijo un funcionario citado por The Washington Post. “No hay interfaz operativa entre Hegseth y la Casa Blanca en absoluto”, añadió. En el entorno del secretario de Defensa intentaron quitarle peso a esa versión, y afirman que participa activamente de las reuniones en la Sala de Crisis.
Más allá de que públicamente recibió el respaldo de la Casa Blanca, Hegseth sintió el impacto por la polémica que generó el llamado “Signalgate”, como se conoció al grupo de chat en el que se compartió información detallada sobre ataques contra los hutíes en Yemen con el editor en jefe de The Atlantic, Jeffrey Goldberg. Por el escándalo Trump desplazó a su consejero de Seguridad Nacional, Michael Waltz, y lo reemplazó con un interinato de Rubio, que sumó un poder inusual. Desde Henry Kissinger, en la década de 1970, que una misma persona no ocupaba ese puesto y el de secretario de Estado a la vez, cargos centrales para el aparato de seguridad del país.
Pero Hegseth también quedó en el ojo del huracán tras la revelación de que había creado un segundo chat con información sensible, que incluía a su esposa, su hermano y su abogado personal. Su preocupación por las filtraciones y la desconfianza en el Pentágono lo “distrajeron” de asuntos políticos sustanciales, indicó un allegado a The New York Times.
En pleno debate por qué táctica se debería adoptar en la crisis, Kurilla manifestó su apoyo a una postura agresiva contra Irán, que respalda los ataques de distintas milicias en contra de las fuerzas norteamericanas en Medio Oriente, el área de influencia de “El gorila”. Según funcionarios, el general presentó una amplia gama de opciones para que sean evaluadas por Trump.
Comandante del Mando Central de Estados Unidos desde 2022, Kurilla conoce muy bien la región. Hace dos décadas, como teniente coronel, estuvo en primera línea de combate luchando en Mosul, Irak, mientras dirigía un batallón de infantería. Egresado de la Academia Militar de West Point, también tuvo experiencias en Siria y Afganistán, y tiene una relación de larga data con Israel. Su primera visita al país fue cuando era un joven oficial de 20 años, y desde entonces viajó allí incontables veces, muchas de ellas en los últimos dos años.
“Es un líder audaz, dinámico e inspirador que infunde miedo en los corazones de los enemigos de Estados Unidos”, lo definió el propio Hegseth a Fox News.
Junto a Hegseth, otra funcionaria que quedó relegada del círculo de Trump para este momento determinante es Gabbard, quien era considerada una candidata controvertida para dirigir la Inteligencia Nacional, dadas sus viejas críticas a las agencias de inteligencia norteamericanas. El distanciamiento lo hizo público el propio Trump ante los periodistas en el Air Force One, en su regreso anticipado de la cumbre del G-7 en Canadá para atender la crisis en Medio Oriente.
Cuán cerca está Irán de desarrollar un arma nuclear es la cuestión central que pesa sobre la decisión del presidente para unirse o no a la campaña militar de Israel.
Trump criticó la evaluación de la directora de Inteligencia Nacional de que Irán no ha buscado desarrollar un arma nuclear con su programa de enriquecimiento de uranio.
Cuando se le mencionó que Gabbard había dicho ante el Congreso, en marzo pasado, que la comunidad de inteligencia norteamericana seguía considerando que Teherán no estaba trabajando en una ojiva nuclear, Trump respondió: “No me importa lo que ella haya dicho. Creo que estaban muy cerca de tener una”. Fue la primera vez que la contradijo en público en lo que va de su nuevo mandato. La segunda no tardó en llegar. “Está equivocada”, reforzó este viernes el presidente.