La guerra con Israel pone a prueba al impopular y resistente régimen de Irán: ¿esta vez lograrán derrocarlo?

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PARÍS.- Lo que se esconde debajo de las bombas israelíes es el impopular y represivo régimen iraní, que ha gastado miles de millones de dólares para un programa nuclear y para proyectar la Revolución Islámica a otros países de la región a través de milicias delegadas, mientras a nivel interno gobierna sobre un desastre económico y una parálisis asfixiante.

Esa nación desasosegada es gobernada desde hace 36 años el ayatollah Ali Khamenei, un autócrata de 86 años que ha demostrado ser muy apto y conservador en su papel de guardián de la revolución islámica. El líder supremo no es un jugador arriesgado, pero para una sociedad joven y aspiracional, su sistema parece tan remoto y anquilosado que ahora el guía supremo está entre la espada y la pared.

En seis días de combate, Israel causó estragos en la planta de enriquecimiento de Natanz —donde se produce la mayor parte del combustible nuclear iraní—, mató a por lo menos a once generales de alto rango del régimen y a varios científicos nucleares iraníes, bombardeó infraestructura petrolera y energética, tomó control total del espacio aéreo iraní, y forzó a decenas de miles de personas a huir de Teherán, la capital del país.

El ayatollah Ali Khamenei, durante una ceremonia con motivo del 36.º aniversario de la muerte del ayatolá Ruhollah Jomeini, en Teherán el 4 de junio de 2025– – KHAMENEI.IR

Hasta el domingo, en Irán habían muerto al menos 224 personas, en su mayoría civiles, según declaró un portavoz del Ministerio de Salud iraní. Esa cifra seguramente ha ido aumentando con los bombardeos israelíes de los días posteriores. Los misiles iraníes mataron a por lo menos 24 israelíes.

“La República Islámica es un diente podrido a la espera de que lo arranquen, como la Unión Soviética en sus últimos años”, dice Karim Sadjadpour, experto en Irán del Fondo Carnegie para la Paz Internacional, con sede en Washington. “Khamenei nunca se encontró en una situación tan difícil”.

Sin embargo, no sería la primera vez que el ayatollah enfrenta amenazas a su gobierno y sale airoso con su supremacía intacta. En 2009, cuando millones de personas ganaron las calles de Teherán para manifestarse por considerar que las elecciones presidenciales habían sido un robo, fui testigo de la forma en que matones con licencia estatal golpeaban sin piedad a mujeres valientes que solo reclamaban dignidad y libertad. Durante unos días, el futuro del régimen parecía pender de un hilo. Pero con su absoluta crueldad, prevaleció. Muchos manifestantes fueron llevados a la rastra para ser torturados, sodomizados y, en el caso de varios cientos de ellos, asesinados.

Un manifestante iraní sostiene un cartel del líder supremo, el ayatollah Alí Jamenei, en una concentración antiisraelí en Teherán, Irán, el viernes 13 de junio de 2025Vahid Salemi – AP

Habrá que ver si las actuales dificultades que enfrenta el régimen iraní conducirán a su desaparición. En el cielo nocturno de Teherán se escuchan gritos aislados de “¡Muerte a Khamenei!”, pero cuando caen bombas es imposible salir a manifestarse, y siempre es arriesgado bajo el yugo del gobierno. Por esa misma razón no hay líderes iraníes evidentes que puedan ponerse al frente de una transición política.

Khamenei sigue desafiante. El miércoles respondió a la amenaza de muerte del presidente Donald Trump y a su llamado a una “rendición incondicional” asegurando que “Irán sigue firme frente a esta guerra impuesta, así como se mantendrá firme contra una paz impuesta, y no cederá ante ninguna imposición”.

Son palabras típicas de una nación orgullosa que se alzó contra Occidente hace casi medio siglo con la revolución del ayatollah Ruhollah Khomeini, derrocando al Sha e imponiendo la frase “Muerte a Estados Unidos” como su estribillo semanal.

Pero aquella revolución nunca trajo la tan prometida libertad. Y la frustración de la gente fue creciendo de a poco, ya fuese por el hiyab impuesto a mujeres que no desean usarlo o por el desmanejo crónico y paralizante de la gestión de gobierno.

De 2012 a la actualidad, el PBI de Irán cayó casi un 45%, y hay mucha gente en estado desesperante. Las severas sanciones internacionales por el programa nuclear contribuyeron a esta espiral descendente, pero también lo hicieron la corrupción, el fallido plan de privatizaciones y las infladas empresas estatales. En los últimos años del gobierno de Barack Obama, Irán sí llegó a un acuerdo nuclear con Estados Unidos, pero Trump lo hizo papel picado en su primer mandato.

Las protestas contra el régimen iraní tras la muerte de Masha Amini, en 2022GETTY IMAGES

“El único mensaje que el pueblo iraní quiere transmitirle al mundo es que después de haber causado tantos estragos, por lo menos se aseguren de que esto termine con desaparición de este horrendo régimen”, dice un empresario iraní que reside en los Emiratos Árabes Unidos y que preserva su anonimato porque la República Islámica suele encarcelar a los opositores.

Al mismo tiempo, ante el diluvio de bombas israelíes, ya hay indicios de un resurgimiento nacionalista, incluso entre los opositores que en su momento fueron encarcelados por el régimen. Para algunos, la vulnerabilidad que está exhibiendo Irán termina de demostrar que el país necesita una bomba nuclear para protegerse, como de Corea del Norte. Además, Pakistán, la India, Rusia y Israel, todos vecinos de Irán, tienen ojivas nucleares.

“Aunque seamos parte de la oposición, no podemos permanecer indiferentes ante una invasión a nuestra patria”, escribió en un diario iraní Saddagh Zibakalm, profesor de ciencias políticas que en 2016 fue noticia por negarse a pisotear las banderas de Estados Unidos e Israel en una universidad de Mashhad, Irán. “No podemos quedarnos callados, o peor aún, apoyar al agresor”.

El bombardeo, como lo describió el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, comenzó como una “acción preventiva” para impedir que Irán utilizara su uranio enriquecido para acelerar la fabricación de una bomba nuclear. Pero esa acotada misión ya parece haberse extendido a algo más amplio. Ahora Trump habla de “un fin real, no un alto el fuego, un final real”, y Netanyahu no oculta su ambición definitiva: “Tenemos indicios de que los altos líderes de Irán ya están haciendo las valijas”, declaró. “Intuyen lo que se avecina”.

Sin embargo, no hay evidencia de que los líderes que siguen vivos estén haciendo las valijas, y no se termina de entender en qué sentido el bombardeo israelí podría acabar con la República Islámica.

Iraníes caminan junto a un cartel del ayatollah Alí Khamenei (izquierda) y el líder de la Revolución Islámica, Ruhollah Khomeini ATTA KENARE – AFP

Porque obviamente el derrocamiento de la República Islámica puede desatar el caos. Y la historia reciente del derrocamiento de déspotas mediante la intervención militar de Occidente —en Irak en 2003 y en Libia en 2011—, debería servir de advertencia.

Sería una locura subestimar el instinto de supervivencia de la República Islámica y los extremos a los que es capaz para lograrlo.

“La República Islámica está humillada y en un lugar que le resulta desconocido”, apunta Vali Nasr, exdecano de la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins. “Pero podría quedarle vida suficiente para agotar a Israel y arrastrar a Estados Unidos a algo que no quiere”.

Una imagen de archivo del líder supremo iraní, Ali ​​Khamenei, y al Comandante en Jefe del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, Hossein Salami, asesinado durante los ataques israelíesAnadolu – Anadolu

Una cosa es segura: si Estados Unidos se mete en la guerra, Teherán no lo olvidará jamás. La intervención norteamericana se convertirá en parte de una profunda psicosis estadounidense-iraní. Los ingredientes de esa psicosis ya incluyen un golpe de Estado antidemocrático en Irán por parte de agentes norteamericanos, una revolución teocrática iraní antioccidental, la crisis de los rehenes de 1979 a 1981, el derribo que hizo Estados Unidos del vuelo 655 de Iran Air en 1988 con 290 personas a bordo, y una guerra ideológica constante y que no afloja desde la Revolución iraní de 1979.

Es una historia de mucho resentimiento, pero una de las lecciones de la Historia con mayúsculas es que las pesadillas también terminan. Casi nadie predijo la caída del Muro de Berlín, en 1989. “La República Islámica es un régimen zombi”, dice Sadjadpour. “Se seguirá alimentando y causando estragos, pero es un enfermo terminal por más que siga en pie”.

Traducción de Jaime Arrambide

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