Banco de la Nación: noticia por partida doble

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El Banco de la Nación Argentina (BNA) es un subproducto de la crisis de 1890 que, entre otras cosas, se llevó puesto al Banco Nacional. El BNA fue creado por la ley 2841, del 15 de octubre de 1891, y para que su operatoria fuera creíble, más precisamente, para que la población se animara a confiar sus ahorros a la flamante institución, ¡se le prohibió por estatuto prestarle al Estado! En los hechos, junto a la Caja de Conversión, creada en 1890, hicieron las veces de Banco Central, entidad que recién fue creada en 1935.

La semana pasada el BNA fue noticia un par de veces. Por una parte, el decreto 116, del 19 de febrero, lo transformó en sociedad anónima; por la otra, la entidad anunció que cerraba su operatoria en el municipio de La Matanza e iba a atender a su clientela en el de Tres de Febrero.

Sobre lo primero, tal como era de esperar, se escucharon expresiones grandilocuentes a favor y en contra. Prefiero concentrar mi atención en la letra chica. ¿Qué significa transformar al BNA en sociedad anónima? ¿Facilita su operatoria; permite transformarlo en una empresa mixta, vía la incorporación de accionistas privados, etc.? Que hablen los expertos.

Sobre lo segundo, estamos delante de una nueva manifestación de “votar con los pies”, la idea planteada en 1956 por Charles Tiebout, para explicar migraciones destinadas a eludir impuestos o regulaciones. Que en la Argentina actual es aplicada de manera entusiasta por Diego Valenzuela, titular del municipio de Tres de Febrero.

¿Cómo puede ser que un banco, que cuando yo era joven exhibía su solvencia atendiendo a su clientela en edificios de paredes gruesas y sólidos barrotes cierre una sucursal ubicada en un municipio que grava los préstamos para atender a su clientela desde otro? La respuesta es el cambio tecnológico. Sólo un dinosaurio como yo necesita ir personalmente a su banco para “estar seguro” de que se realizaron las operaciones que desea, y que sus depósitos siguen allí. Una creciente mayoría opera desde la casa, utilizando un sistema de computación que sólo Dios sabe dónde está instalado. Porque al usuario no le interesa.

Diseñar sistemas impositivos en los papeles es relativamente fácil, pero cualquier responsable de la recaudación sabe que tiene que lidiar todos los días con la elusión y la evasión impositivas. En un contexto cambiante, subproducto del cambio tecnológico.

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