
RABAT.- Marruecos vive la mayor ola de protestas antigubernamentales en casi una década.Miles de jóvenes desafiaron por cuarta noche consecutiva la prohibición de manifestarse y tomaron las calles de distintas ciudades para reclamar mejoras en la sanidad y la educación públicas, en un movimiento sin liderazgo formal que ya derivó en choques violentos, más de 400 de detenidos, alrededor de 280 heridos y un creciente desafío político para el rey Mohammed VI y el gobierno de Aziz Akhannouch.
El vocero del Ministerio del Interior, Rachid el Jalfi, precisó que los arrestados ascienden hasta los 409 y alegó que “los individuos que persistieron en transgredir las medidas de seguridad fueron tratados conforme a la ley”, aunque “algunos” de ellos fueron puestos en libertad tras concluir el procedimiento jurídico.
La convocatoria surgió en redes sociales bajo el nombre de “Gen Z 212″, en referencia al prefijo telefónico internacional de Marruecos. Jóvenes organizados a través de TikTok, Discord e Instagram llamaron a marchar tras el escándalo sanitario de septiembre, cuando ocho mujeres embarazadas murieron en un hospital público de Agadir. El caso, que provocó despidos de directivos médicos y destapó graves deficiencias en el sistema hospitalario, se convirtió en un símbolo de la indignación popular frente a la falta de servicios básicos.
Las marchas, inicialmente pacíficas, derivaron en disturbiosa medida que la policía intentaba disolverlas. En Rabat, Casablanca, Oujda e Inezgane, agentes antidisturbios cargaron contra grupos que respondieron con piedras y barricadas. En la ciudad oriental de Oujda, un vehículo policial embistió a manifestantes, dejando un herido que fue hospitalizado. Según la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH), al menos 37 jóvenes fueron arrestados allí, incluidos seis menores, y se espera que comparezcan ante un tribunal esta semana.

Los incidentes más graves ocurrieron en localidades del sur como Ait Amira e Inezgane, donde manifestantes incendiaron un banco, volcaron autos de la policía e intentaron ingresar en un supermercado. Videos difundidos en redes sociales muestran a jóvenes encapuchados enfrentándose a las fuerzas de seguridad y coreando consignas como: “El pueblo quiere el fin de la corrupción”.
La represión no frenó la expansión de las protestas. Según Amnistía Internacional, centenares de personas fueron detenidas en todo el país, incluidos conocidos referentes de la cultura popular como el rapero “El Gran Toto” y el arquero de la selección nacional, Yassine Bounou. Los arrestos avivaron la indignación, ya que los manifestantes denuncian que la represión busca silenciar voces críticas en lugar de responder a sus demandas.
La raíz del malestar radica en la percepción de prioridades equivocadas del Estado. Marruecos destina miles de millones de dólares a infraestructura vinculada al Mundial de Fútbol masculino 2030 —que coorganizará con España y Portugal—, mientras escuelas y hospitales públicos siguen deteriorados. En las protestas se repite un eslogan: “Hay estadios, ¿pero dónde están los hospitales?”.
La situación socioeconómica de la juventud marroquí es otro factor clave. Según datos del Banco Central, el 25% de la población del país —unas9 millones de personas— tiene entre 15 y 30 años, y la tasa de desempleo juvenil alcanzó el 47% en el segundo trimestre de 2025. Grupos de derechos humanos señalan que esta generación, altamente conectada a internet y expuesta a realidades distintas en el exterior, percibe un futuro bloqueado por el desempleo y la falta de servicios públicos de calidad.
Ante la magnitud de las protestas, el gobierno anunció una reunión parlamentaria de urgencia para debatir reformas en el sector sanitario. La coalición oficialista emitió un comunicado expresando “disposición a escuchar” y defendió el accionar policial como “equilibrado y conforme a la ley”. Sin embargo, las manifestaciones siguen prohibidas y el Ministerio del Interior evitó responder preguntas sobre los arrestos.
Las actuales protestas evocan recuerdos de 2016, cuando la muerte del vendedor ambulante Mouhcine Fikri, triturado en un camión de basura en Alhucemas, desencadenó meses de manifestaciones contra la corrupción y la represión, con cientos de detenidos.
El movimiento “GenZ 212″ insiste en mantener la naturaleza pacífica de las marchas y, en un comunicado difundido en Discord, criticó “estrategias de seguridad represivas” y llamó al respeto de los derechos humanos. “El derecho a la salud, la educación y una vida digna no es un eslogan vacío, sino una demanda seria”, subrayó el grupo. De momento, las protestas continúan extendiéndose a ciudades medianas y pequeñas, más alejadas de las grandes obras del Mundial.
Este fenómeno no es exclusivo de Marruecos. En Nepal, también en septiembre, miles de jóvenes protagonizaron las llamadas protestas GenZ en Katmandú y otras ciudades, después de que el gobierno prohibiera más de 20 redes sociales, incluyendo Facebook, Instagram y WhatsApp. La medida, interpretada como un intento de censura, encendió la indignación de estudiantes y jóvenes urbanos, que ya venían reclamando contra la corrupción y la falta de oportunidades. Al menos 19 personas murieron durante esos disturbios y el primer ministro K.P. Sharma Oli terminó renunciando bajo presión popular. Igual que en Marruecos, los jóvenes nepalíes usaron TikTok, Discord y Telegram para organizarse, reclamar derechos básicos y denunciar la desconexión del poder político con las nuevas generaciones.
La comparación ilustra cómo las generaciones más jóvenes, desde el Magreb hasta el Himalaya, canalizan su descontento mediante plataformas digitales y cuestionan las prioridades de sus gobiernos. En ambos casos, la protesta se alimenta de la sensación de abandono estatal: hospitales sin recursos en Marruecos, falta de transparencia y libertades digitales en Nepal. Pero los reclamos convergen en un mismo mensaje: los jóvenes exigen servicios públicos de calidad, derechos básicos garantizados y un futuro menos marcado por la desigualdad y la corrupción.
Agencias AP y Reuters y diario El País
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