¿Qué saben los mercados que nosotros no?

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¿Cuánto vale una empresa? El valor presente de sus beneficios futuros. Digresión para preciosistas: el valor de sus dividendos futuros, que bajo ciertas condiciones –Franco Modigliani y Merton Miller– son lo mismo. ¿Cuánto vale una acción? El valor de una empresa dividido por la cantidad de acciones. Como el futuro es incierto, deberíamos decir que la cotización de una empresa depende del valor presente de los beneficios (o los dividendos) esperados.

¿Cuánto sirve todo esto, que lo aprendimos en los cursos de finanzas de empresas, para explicar los movimientos observados en los últimos tiempos en los precios de las acciones emitidas por empresas argentinas? Muy poco.

Racionalizaciones sobran. La política económica actual, el posible revés electoral del oficialismo el próximo 26 de octubre, como hipótesis básicas, cada una de las cuales se plantea en infinitas variantes. El plano de lo posible es demasiado vasto para tomar decisiones.

Claramente, ningún director ejecutivo de alguna institución que maneja carteras financieras, ni sus “equipos de investigación”, está en condiciones de calcular el impacto que cada novedad tiene sobre los beneficios de cada empresa que tiene en su cartera. Su lógica decisoria lo lleva a adoptar comportamientos de manada.

Diferente es el caso de los tenedores de títulos públicos, algunos de los cuales venden porque tienen dudas de cobrar los intereses prometidos en las condiciones de emisión. Digresión: sin decirlo, los extenedores de títulos públicos están aplaudiendo lo que se hizo desde el 10 de diciembre de 2023. Es la mejor defensa del oficialismo que escuché desde hace mucho tiempo.

“Los mercados” no saben nada más que nosotros, y nosotros –sobre nosotros– sabemos muy poquito. Ese poquito les resulta suficiente a los fabricantes y vendedores de pastas, soja, analgésicos y tractores para abrir los boliches, estar atentos a lo que les están diciendo sus mostradores y actuar en consecuencia.

El lunes pasado, el presidente de la Nación produjo una noticia, no una novedad. Ratificó que en el plano fiscal lo único que no se negocia es abandonar el equilibrio fiscal. Ahora comienza una negociación específica, que debería desarrollarse fuera de las cámaras de televisión, para que el show sea reemplazado por la labor concreta, que luce poco pero en la práctica es relevante.