En julio, los argentinos compramos y vendimos dólares

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“En julio de 2025 los argentinos compraron US$5432 millones”, me enteré el viernes pasado, cuando me entrevistó un periodista. La noticia fue publicada en estos términos en los diarios del sábado 30 de agosto.

Si no fuera economista, el dato podría haber despertado en mí reacciones como las siguientes: qué barbaridad, esto muestra la debilidad de la política económica, esto muestra que hay gente que quiere voltear al Gobierno, el Poder Ejecutivo se apresuró a salir del cepo para personas humanas, etcétera.

Pero soy economista, y por consiguiente mi reacción fue una pregunta: ¿a quienes se los compraron? Dado que estamos en un régimen de flotación cambiaria y que el tipo de cambio se ubicó dentro de la banda, está claro que no se los compraron al Banco Central, sino a otros argentinos (el martes pasado, el BCRA vendió por cuenta y orden del Tesoro, pero una cantidad exigua).

De manera que la misma información se podría haber titulado “en julio de 2025 los argentinos vendieron US$5432 millones” o, de manera neutral, “en julio de 2025 argentinos intercambiaron pesos y dólares por US$5432 millones”. Exquisito material para los entusiastas de explicar la realidad con argumentos conspirativos.

¿Por qué en el momento en que algunas personas compran dólares otras los venden? Porque hay urgencias de un lado y del otro; hay operaciones comerciales de un lado y del otro, y porque en la composición de las carteras financieras de las personas no todos ven el futuro de la misma forma (si hubiera unanimidad, no habría transacciones).

Sobre esto último, los pesimistas les compran dólares a los optimistas. Como la transacción es voluntaria, ambos creen que van a ganar, porque nadie realiza operaciones para perder (puede terminar perdiendo, que es otra cosa). Los optimistas creen, como el Poder Ejecutivo, que la demanda de dólares tiene fuerte componente electoral y, por consiguiente, se pinchará luego del 26 de octubre; los pesimistas creen que el problema está más allá de lo electoral. Alguien acertará, alguien pifiará.

Veremos. Si el oficialismo tiene razón, las expectativas (y por consiguiente las decisiones) se calmarán; si no la tiene, tendrá que adoptar más medidas. Mientras tanto, seguimos en flotación cambiaria, lo cual implica que cada integrante del sector privado tiene que encontrar a otro, que quiera hacer la operación contraria.

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