KIEV.- Para el presidente Donald Trump, el mapa de Ucrania sobre un caballete en medio del Salón Oval contenía un obvio mensaje: Rusia había tomado una enorme porción de territorio en una región del este ucraniano conocida como el Donbass. Ese territorio, sombreado en rojo, estaba perdido. O Ucrania llegaba a un acuerdo de paz o podría perder aún más territorio.
Para el ucraniano Volodimir Zelensky, ese mapa que se desplegó el lunes pasado en la reunión de ambos presidentes con mandatarios europeos, representaba algo mucho más complicado. No se trataba de un acuerdo de negocios o de una partida de póker: el asunto era personal.
Lejos de las cámaras, Zelensky le comentó a Trump que su abuelo había luchado en la Segunda Guerra Mundial para liberar de los nazis las ciudades del Donbass. No podía rendirse así nomás.
El miércoles, horas después de su regreso a Kiev, Zelensky volvió sobre ese punto.
“Fueron muchas las familias” lucharon para liberar el Donbass, dijo Zelensky ante los periodistas. “Muchos cayeron y muchos resultaron heridos. Le expliqué que ese es un punto particularmente doloroso de nuestra historia y una parte particularmente dolorosa de la vida en Ucrania. No es tan simple como algunos parecen creer”.
No está claro adónde conducirá exactamente el reciente frenesí diplomático encabezado por Trump para poner fin a la guerra más letal que haya sufrido Europa desde la Segunda Guerra Mundial, pero el punto central de cualquier negociación será sin duda el Donbass, un territorio rico en minerales que consta principalmente de dos regiones, Lugansk y Donetsk.
Con un tamaño similar al del estado de Virginia Occidental, en Estados Unidos, la región donde se libró gran parte de esta guerra es el Donbass: allí, por mínimos avances murieron decenas de miles de soldados de ambos bandos. Y ahora Rusia intenta apoderarse de los últimos 6300 kilómetros cuadrados del Donbass que Ucrania todavía controla.
El presidente ruso, Vladímir Putin, le exige a Ucrania la entrega de la totalidad del Donbass, incluso la parte controlada por Kiev, donde viven más de 200.000 ucranianos en ciudades como Kramatorsk y Sloviansk, lugares que el abuelo de Zelensky luchó por liberar de los nazis.
Hace años que Putin intenta utilizar el Donbass para manipular al gobierno ucraniano. Antes de invadir, respaldó una insurgencia en la región como una cuña contra las aspiraciones de Ucrania de unirse a organizaciones occidentales como la OTAN. Y ahora, en el cuarto año de esta guerra, los analistas dicen que no solo quiere apoderarse del Donbass, sino utilizarlo para torpedear políticamente a Zelensky.
Según las encuestas, la mayoría de los ucranianos se sigue oponiendo a cederle territorio a Rusia, y la Constitución ucraniana prohíbe esa entrega. Zelensky enfrenta una grave disyuntiva: apoyar algo impopular entre los ucranianos o arriesgarse a sufrir la ira de Trump.
“Es una píldora envenenada”, dice el excanciller ucraniano Vadym Prystaiko. “Ucrania tendrá que tragársela y ya veremos cómo la digiere”.
Zelensky ha esquivado las preguntas de los periodistas sobre si estaría dispuesto a ceder territorio, y ha dicho que solo hablará del tema personalmente con Putin, quien todavía no ha accedido a reunirse con él.
Los exfuncionarios ucranianos y los analistas políticos señalan que la única manera que tendría Zelensky de convencer a los ucranianos de ceder territorio sería ofrecerles una garantía de seguridad respaldada por Estados Unidos, algo que a Ucrania se le viene escurriendo de las manos desde que Trump descartó su ingreso en la OTAN.
Pero esa garantía tendría que ser sólida, por ejemplo, con una combinación de tropas europeas y apoyo aéreo estadounidense capaz de disuadir a Rusia de nuevos ataques en el futuro. Balazs Jarabik, exasesor político de la Unión Europea en Kiev, dice que Ucrania tal vez haya llegado al punto en que acepte ceder territorio “a cambio de un acuerdo de paz que ofrezca garantías de seguridad de Occidente para Ucrania”, y agrega: “Si fuera a cambio del Donbass, creo que estarían dispuestos”.
Trump ha presentado estas concesiones como “intercambios de territorio”, y dio a entender que Rusia, que hoy controla casi el 20% de Ucrania, podría devolver parte del territorio ocupado, posiblemente pequeñas franjas de tierra en el noreste del país.
La administración Trump cree que “estos intercambios de territorio realmente benefician a Ucrania, porque están convencidos de que el Donbass pronto caerá en manos rusas y que entonces Ucrania ya no tendrá ninguna carta para seguir negociando”, señala Maksym Skrypchenko, presidente del Centro de Diálogo Transatlántico, un grupo de investigación con sede en Kiev.
Pero Skrypchenko apunta que los ucranianos lo ven de otra manera. Para empezar, en los últimos tres años el avance de Rusia en la región ha sido muy lento. Además, ceder el resto del Donbass ahora también implicaría entregar ciudades y fortificaciones en las que podrían apoyarse Rusia para lanzar una futura invasión.
El Donbass solía ser considerada una remota región prorrusa. Muchos de sus 6,7 millones de habitantes hablaban solo ruso y nada de ucraniano, y en 2010, 9 de cada 10 personas votaron por un presidente prorruso, Viktor Yanukovych.
Cuando las protestas proeuropeas obligaron a Yanukovych a renunciar, a principios de 2014, Rusia reaccionó con rapidez. Primero se apoderó de la península de Crimea. A continuación, fomentó movimientos separatistas que con la ayuda de las tropas rusas se apoderaron de un tercio del Donbass, un conflicto de baja escala que prefiguró la guerra actual. Tras un acuerdo de paz negociado en febrero de 2015 en Bielorrusia, para resolver el conflicto el gobierno ucraniano consideró otorgarle el autogobierno a ciertas zonas del Donbass, aunque Putin exigía que esa autonomía tuviera poder de veto sobre el gobierno de Kiev, especialmente sobre sus aspiraciones de unirse a la OTAN.
“El objetivo era convertir a Ucrania en un país incapaz de ejercer su plena soberanía, especialmente en lo que respecta a su política exterior”, apunta Harry Nedelcu, director de Rasmussen Global, una organización de investigación.
Las negociaciones se prolongaban, llegó 2019, y un novato en la política llamado Zelensky se postuló para la presidencia de Ucrania con la promesa de lograr la paz con Rusia.
Zelensky ganó las elecciones. En aquel entonces, estaba abierto a la idea de hacer concesiones y de otorgarle a la región del Donbass un “estatus especial”. Pensó que en la cumbre de paz con Putin en París en diciembre de 2019 podría llegar a un acuerdo para poner fin a la guerra, pero dentro de su país enfrentó presiones políticas para evitar cualquier acuerdo que renunciara al control sobre el Donbass. “Parecía que se podía llegar a un acuerdo” con los rusos, recuerda Ihor Novikov, asesor presidencial en aquel momento, y agrega que el Kremlin había aceptado el intercambio de prisioneros y parecía interesado en negociar.
“Creo que cuando llegó a esa reunión en París, Zelensky fue el primero en darse cuenta de que es imposible llegar a un acuerdo con Rusia”, dice Novikov. “En París dio un giro de 180 grados, y eso enfureció a Putin”.
En febrero de 2022, Rusia lanzó su invasión a gran escala a Ucrania, destruyendo ciudades del Donbass y expulsando a millones de personas de sus hogares. Conmocionado por la invasión, Zelensky pareció reconsiderar concederle al Donbass algún tipo de autonomía.
“Podemos discutir y llegar a un acuerdo sobre cómo seguir con esos territorios”, le dijo Zelensky a la cadena de noticias ABC News una semana después de la invasión.
Pero después de que las tropas ucranianas hicieran retroceder a las fuerzas rusas y se hicieran públicas las masacres de civiles ucranianos, Zelensky volvió a cambiar de opinión. Presionó para que Ucrania recuperara el Donbass, incluso las partes que Rusia había tomado antes de la invasión. Hace casi un año, mientras Rusia avanzaba en el campo de batalla, Zelensky mencionó por primera vez la idea de cederle temporalmente territorio ocupado a Rusia a cambio de la garantía de seguridad que suponía unirse a la OTAN.
Trump descartó de plano la idea.
Pero en lo que constituye una victoria para Zelensky, la semana pasada Trump declaró que Estados Unidos participaría de las garantías de seguridad para Ucrania. Marco Rubio, secretario de Estado y asesor de seguridad nacional de Estados Unidos, lidera los esfuerzos para ultimar los detalles de la propuesta.
La verdadera pregunta es si Rusia estará dispuesta a aceptar esas garantías. Ucrania quiere protecciones similares a las de la OTAN, pero justamente Rusia inició la guerra en el Donbass hace una década para bloquear el acceso de Kiev a la OTAN. ¿Por qué ahora el Kremlin habría de aceptar garantías de seguridad para Ucrania?
“Así que básicamente volvimos al punto de partida”, dice Nedelcu, el analista de Rasmussen Global. A menos que a Putin lo obliguen a cambiar de postura, con las conversaciones de paz “no va a pasar nada” en un futuro cercano. Por el contrario, “preveo más combates”, anticipa el analista.
Traducción de Jaime Arrambide
Por Kim Barker y Constant Méheut
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