BARCELONA.- En los últimos días, un sol mortecino iluminó el cielo de Barcelona, lo que ayudó a rebajar la inclemencia de la última ola de calor de un verano tórrido. La neblina gris que ha cubierto la ciudad no es fruto de un fenómeno meteorológico, sino los restos de humo de varios incendios de extrema virulencia situados a cientos de kilómetros y que ya han batido el triste récord de hectáreas quemadas del siglo XXI.
Desde el inicio de este año, el total de hectáreas calcinadas supera las 348.000. Según el Sistema Europeo de Información sobre los Incendios Forestales (EFFIS), la mayoría, unas 200.000, han ardido solo en los últimos cuatro días, y representan un 0,7% del territorio español.
Las provincias más afectadas son Orense, León, Zamora y Cáceres, y en algunos momentos, los incendios activos se han contado por decenas, desbordando la capacidad de extinguirlos de las unidades de bomberos de estos territorios.
Por esta razón, el gobierno ha movilizado incluso a unos 500 efectivos del Ejército de tierra. La ministra de Defensa, Margarita Robles, afirmó en declaraciones a la Cadena Ser que “la UME [Unidad Militar de Emergencias] no ha visto nada igual en sus 20 años de su creación”.
En estos momentos, permanecen activos 40 focos, la mayoría en la comunidad autónoma de Castilla y León. “Hasta que no remita la ola de calor, no se podrá poner fin a esta situación”, advirtió la ministra.
De momento, ya se cuentan cuatro víctimas mortales a causa de los incendios en España, además de otras nueve personas internadas. La última víctima mortal, el conductor de un camión de bomberos, tuvo lugar la noche del domingo, cuando su vehículo se salió de la ruta en la comarca de Ponferrada, al noroeste del país.
En total, más de 30.000 personas ya han sido evacuadas de sus pueblos ante el peligro de verse engullidos por unas llamas que incluso amenazan los Picos de Europa, un parque natural situado entre las comunidades de Cantabria, Castilla y León y Asturias.
Unas temperaturas extremadamente altas, acompañadas de meses de sequía en diversas regiones ha provocado que este verano se haya registrado un elevado número de incendios en toda Europa. Además de España, el otro país más severamente azotado por las llamas durante los últimos diez días es Portugal, donde se contabilizan más de 216.000 hectáreas calcinadas.
“Podemos decir que se ha dado una tormenta perfecta. Esta primavera llovió mucho, y creció mucho matorral. Pero luego, nos hemos pasado tres meses sin apenas lluvia. Si a eso le sumas las altas temperaturas debidas al cambio climático, hace falta un chispazo para que arda todo”, comenta un experimentado bombero de la brigada forestal de la Xunta de Galicia. Estos días, los miembros de la brigada se enfrentan a largas y extenuantes jornadas de trabajo entre 12 y 14 horas en un clima de alta tensión.
Más allá de la coyuntura, también apunta a algunos factores más estructurales para explicar la tragedia.
“Cada vez hay más masa forestal y menos terreno cultivado. En los pueblos donde antes había 500 habitantes, ahora quedan unas pocas docenas, la mayoría ancianos, que no pueden gestionar el monte. Encima, en algunas zonas hay monocultivo de eucaliptus para la industria del papel, un árbol que complica la extinción”, asevera este bombero gallego, que prefiere guardar su anonimato.
“En este contexto, por muchos medios que pongas, es imposible apagar unos incendios que ya son de sexta generación, mucho más violentos”, añade.
El fin de semana, el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, interrumpió sus vacaciones en Lanzarote, en las Islas Canarias, para visitar varias zonas afectadas de las provincias colindantes de Orense y León, las más afectadas.
En una comparecencia ante la prensa flanqueado por el presidente de la Xunta de Galicia, el popular Alfonso Rueda, el presidente propuso la firma de “un gran pacto de Estado que deje la emergencia climática fuera de la lucha partidista y fuera de las cuestiones ideológicas.
Sánchez pidió poner en el centro “la evidencia científica” que indica que España es uno de los países más expuestos al cambio climático, y apeló a todas las administraciones a cooperar para hacer frente a este desafío.
No obstante, ni siquiera la gravedad de la crisis actual sirvió de tregua en el crispado ambiente partidista de la política española.
Ester Múñoz, la vocera del Partido Popular (PP) en el Congreso de los Diputados calificó la oferta de pacto de Estado del presidente de “cortina de humo” con la que pretende “ideologizar, confrontar y polarizar la sociedad española”. A pesar del consenso científico sobre los peligros que representa el cambio climático, no sucede lo mismo en el Parlamento. VOX, un partido al alza según la mayoría de sondeos y socio del PP en varias comunidades, niega la existencia de este fenómeno.
“Su pacto de Estado no apaga los incendios ni da soluciones a la gente que está ahora mismo perdiéndolo todo. La gente esperaba mucho más [de Sánchez] que una huida hacia adelante o una cortina de humo para intentar salvar la imagen después de haber estado desaparecido durante una semana”, espetó Muñoz en una conferencia de prensa.
En cambio, quien sí reaccionó de forma positiva a la iniciativa presidencial es la organización ecologista Greenpeace, que reclamó un acuerdo transversal que vaya más allá de “las políticas y objetivos actuales”. Entre las medidas que sugiere, figura la mejora de la fiscalidad aplicada a la gestión forestal, y políticas más destinadas a la prevención que a la extinción.
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