La preocupación por el cuidado del agua convocó a Sharon Megdal, directora del Centro de Investigación de Recursos Hídricos de la Universidad de Arizona, al Congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) que se realiza en el predio de la Rural de Palermo. Mencionó que ese Estado atraviesa una crisis hídrica sin precedentes, producto de una megasequía que afecta al emblemático río Colorado, fuente clave de agua para millones de personas y hectáreas productivas en el sudoeste de Estados Unidos.
En una charla en la sala Spraytec en el Congreso hizo una radiografía alarmante de lo que viven en la cuenca del sudoeste y oeste de Estados Unidos. Según dijo, el río, de una forma u otra, atiende las necesidades de 40 millones de personas o más. Atraviesa aproximadamente siete Estados de EE.UU., cubre un área de 647.000 kilómetros cuadrados.
“Es un río binacional o internacional, que desemboca en México, y también es utilizado por estados mexicanos. Y estamos en una megasequía. El nivel de agua está cayendo y mucho de lo que pasa tiene relación directa con el cambio climático. Los caudales actuales están muy por debajo del promedio histórico: en los últimos 30 años el promedio es mucho menor que los 30 o 60 años anteriores», observó la experta. Incluso en años con buenas nevadas el escurrimiento es menor debido a la mayor sequedad del suelo. “Estamos ante una nueva normalidad, y la productividad del agro está en juego”, advirtió Megdal. En Arizona el río atiende las necesidades de Yuma, Phoenix y Tucson.
La investigadora señaló que los productores están dejando tierras en barbecho porque ya no reciben suficiente agua superficial. En el centro de Arizona, donde se cultivaban melones, ejemplificó, hoy solo se siembra alfalfa para tambos. “Las ciudades crecieron, pero no consumen tanta agua como el agro, que todavía representa más del 70% del uso total del recurso. La prioridad del agua ya no es clara, y la agricultura empieza a perder terreno frente a las necesidades urbanas”, subrayó.
En 1999, el nivel de agua era crítico, según dijo, pero se transformaba literalmente en el “banco” del que iban sacando agua para satisfacer la demanda. Ahora no entra suficiente agua para cubrir la demanda. “Mucho de lo que pasa tiene relación directa con el cambio climático. Y da igual si hay gente en Estados Unidos que no cree que el cambio climático sea causado por el ser humano: lo que importa es lo que vemos en el río», sintetizó.
En zonas como Yuma, la cercanía con el río les da cierta ventaja, pero en otras regiones la escasez golpea fuerte a la producción. Agregó que las comunidades indígenas tienen derechos reconocidos sobre el agua, pero no cuentan con infraestructura moderna. “El uso de tecnologías como el riego por goteo de baja presión (N-Drip) intenta reducir el consumo, aunque requieren fondos que dependen del gobierno federal”, dimensionó.
La experta contó que, si bien se están tomando medidas para morigerar el impacto, estas son muy dispersas. “Hay programas de subsidios para mejorar la eficiencia del riego, con incentivos de hasta 1500 dólares por acre para adoptar nuevas tecnologías. También se promueve la agricultura solar (agrivoltaica), combinando cultivos con paneles solares para ahorrar agua y generar energía. Pero falta coordinación; hay políticas fragmentadas, inflexibles y poca inversión en I+D”, reconoció Megdal.
Resaltó que el rol que juega la urbanización es decisivo: en 1972 el 60% del suelo en Phoenix y alrededores era agrícola. En tanto, hoy, más del 90% se ha transformado en desarrollo urbano. “Esto no solo reduce el área cultivable, sino que tensiona el uso del agua, especialmente en zonas que dependen del acuífero subterráneo. En muchos casos, los agricultores deben competir con grandes desarrollos inmobiliarios o industrias lecheras que bombean agua sin control», sostuvo.
En este momento, aseveró, la gestión del agua está en el centro de la discusión política. Las áreas de manejo activo regulan el uso subterráneo, pero no cubren todo el territorio, según señaló. La legislatura estatal está trabada: todos coinciden en que hay que hacer algo, pero no logran acuerdos sobre cómo.
En Arizona, contó, las universidades están buscando liderar la adaptación; desde ensayos con nuevos cultivos, hasta alianzas globales con Israel, Canadá y Kenia para compartir soluciones en zonas áridas. Biosphere 2, un centro de investigación cerrado en el desierto, hoy funciona como laboratorio experimental para sistemas agrícolas resilientes en ese país.
Resaltó que el desafío no es solo técnico o climático, sino social también. “Podés tener la ingeniería, incluso el dinero, pero lo que necesitás es gente que trabaje junta”, resumió Megdal.