Por qué el talento no alcanza para crear una carrera

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Con un tono provocador y sarcástico, Andrés Hatum vuelve a incomodar al mundo corporativo con un nuevo libro que pretende desactivar las reglas tácitas del poder en las organizaciones. “Mejor no hablar de ciertas cosas” -coescrito con Eugenio Marchiori- pone en primer plano eso que todos saben pero pocos se animan a decir: que la política interna, las traiciones solapadas, los egos sobredimensionados y la rosca de pasillo también definen carreras.

Autor de casi 20 títulos sobre management, Hatum apunta contra la meritocracia ingenua y propone mirar de frente el lado B de las empresas. “Sin resultados no hay chance de crecer en una organización, pero los resultados solos no alcanzan”, remarcó. Y a la hora de trazar ese diagnóstico, no tiene filtros: el profesional que ignora el juego político queda fuera de juego. “Decir que no te interesa la política de oficina es como decir que no te interesa la gravedad: te afecta igual”.

Hatum: “La política no es sinónimo de manipulación: es una herramienta”Fabián Marelli

En diálogo con LA NACION, desmenuza los tabúes corporativos, explica por qué la política no es mala palabra y propone -con acidez y lucidez- aprender a leer las reglas del poder para no quedar atrapado en su sombra.

-¿Por qué “Mejor no hablar de ciertas cosas”?

-Porque justamente “mejor no hablar de ciertas cosas”… salvo que quieras entender cómo se mueven los hilos del poder en cualquier organización que no sea una cooperativa de monjes tibetanos. El título es un homenaje a Luca Prodan [cantante de la banda Sumo], pero también una ironía sobre la hipocresía reinante en las empresas: todos niegan la política, pero la practican con fervor religioso. El disparador fue ver a demasiados buenos profesionales empantanados por no saber jugar este juego inevitable. Y también a varios impresentables ascendiendo como cohetes gracias a su habilidad para el lobby, la manipulación y la selfie con el jefe.

-¿Qué temas tabú aborda que suelen quedar fuera del radar en el mundo corporativo?

-El libro no se anda con eufemismos. Acá hablamos sin filtros de poder, manipulación, traición, redes oscuras, politiquería, egos del tamaño de un estadio y conflictos disfrazados de ‘feedback constructivo’. Todo eso que en las charlas de café se murmura pero que en los PowerPoints se omite, como si no existiera. Es el lado B del mundo corporativo, donde la meritocracia convive con la rosca, y donde los valores muchas veces se invocan como escudo moral mientras se cocina una operación quirúrgica para serrucharle el piso a alguien. Me gusta el lado B de todo. Vengo hace varios años escribiendo sobre el lado B del liderazgo, donde el espejo no muestra a Blancanieves sino a la bruja Cachavacha.

-En el libro habla de política interna como algo inevitable. ¿Hay alguna forma de navegarla sin caer en la manipulación?

-Sí, pero necesitás más equilibrio que un funambulista que camina en una cuerda floja durante un sismo. La política no es sinónimo de manipulación: es una herramienta. El tema es cómo la usás. Se puede hacer política con valores, sin renunciar a uno mismo, pero no con ingenuidad. Si no tenés una mínima cintura política, te pasan por encima como al bueno de Bonasera en El Padrino. Ahora, si usás la política para construir consensos, abrir redes y anticipar conflictos, estás haciendo política “buena”. Si la usás para operar desde las sombras, terminás en la sección de “villanos organizacionales”, esos que son queridos por los de arriba y odiados por todos los demás y, cuando esos villanos son despedidos, todos están felices casi sin disimulo.

-¿El buen desempeño profesional alcanza para crecer en una organización o el juego político es condición sine qua non?

-El buen desempeño alcanza… para mantener el puesto. Si querés crecer, más te vale entender cómo se juega la interna. Como decimos en el libro: sin resultados no hay chance, pero con resultados solos no alcanzan. La visibilidad, la red, el timing político, la lectura del contexto, la gestión del ego propio y ajeno… son parte del juego. El que cree que el mérito es suficiente suele terminar siendo el que le entrena al que finalmente asciende. En resumen: si no jugás el juego político, sos un amateur en un torneo de profesionales.

Andrés Hatum es escritor y licenciado en Ciencias PolíticasFabián Marelli

-¿Cuáles son los errores más comunes que comete alguien que no juega el juego político?

-Varios, pero el más común es el de pensar que “la verdad se impone sola” o que “el jefe va a ver mi esfuerzo”. Error. El segundo: criticar abiertamente las decisiones estratégicas como si estuvieras en el comité de ética de la ONU. Otro clásico: ignorar la importancia de las redes informales y encerrarse en el Excel creyendo que eso es “ser profesional”. Resultado: invisibilidad, frustración y, a veces, despido por “falta de fit cultural”, que es el nuevo nombre de “no supiste moverte”. Ser políticamente torpe es como ir a una entrevista de trabajo en traje de baño.

-¿Qué lugar ocupan los conflictos en el juego político de las organizaciones?

-El conflicto es el pan de cada día en cualquier organización. El problema no es el conflicto, sino cómo lo manejás. Evitarlo es como esconder la basura debajo de la alfombra: en algún momento apesta. Un conflicto sano es el que se da de frente, con argumentos, sin operaciones de pasillo ni amenazas veladas. El destructivo es ese que se camufla en reuniones de “alineación” donde nadie dice lo que realmente piensa y después salen a cuchichear por los pasillos. Lo que proponemos es aprender a leer los conflictos como mapas del poder en juego. Y saber intervenir estratégicamente, no emocionalmente. Confrontar para salir airosos no destruidos.

-¿Qué le diría al joven profesional que dice: “A mí no me interesa la política de oficina”?

-Le diría que está en su derecho… como también está en su derecho de seguir siendo analista junior hasta que se jubile. La política no te pregunta si te interesa, simplemente sucede. No es optativa. Decir que no te interesa la política de oficina es como decir que no te interesa la gravedad: te afecta igual. Mi consejo: no te conviertas en un cínico operador, pero tampoco en un naif que cree que el talento puro es suficiente. Aprendé el juego, entendelo, y después decidí si lo jugás con estilo o con cinismo. Pero no digas que no te interesa, porque ahí ya perdiste. Y esto es lo que pasa en las organizaciones y en la política también: la gente buena le escapa a la política y los inútiles, ignorantes y arribistas se meten de lleno. Necesitamos más gente buena y capaz que se anime al juego político en todos los ámbitos de la vida.

-¿Qué organizaciones reales o episodios inspiraron las historias del libro? (sin nombres, si no los puede dar)

-Si poníamos nombres reales, hoy estaríamos enfrentando más demandas que Johnny Depp. Las historias están inspiradas en experiencias reales, muy reales, propias y ajenas. Algunas las viví en carne propia, otras me las contaron en voz baja en pasillos corporativos, con la misma solemnidad con la que se narra una escena del crimen. Empresas familiares donde el conflicto entre hermanos parece sacado de una tragedia griega, multinacionales donde la cultura oficial es una obra de ficción y startups donde el ego del fundador no entra en el edificio. Cualquier parecido con la realidad… no es coincidencia.

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