DAMASCO.- Cuando el pasado domingo, un atentado suicida sacudió a la comunidad cristiana de Siria, la mayoría de los expertos señalaron enseguida al Estado Islámico (EI) -también conocido por sus siglas ISIS, en inglés- como probable autor de la matanza.
Un terrorista suicida entró en la iglesia de San Elías, en el barrio de Dueila, en el casco antiguo de Damasco, y tras disparar indiscriminadamente contra los fieles que asistían a la misa, hizo explotar un cinturón de explosivos, causando la muerte de 26 personas, y heridas a más de 50.
Cuatro días después, el mobiliario dañado por la explosión se amontona ante la puerta de la iglesia. En su interior, los cristales están rotos, y los daños en el techo y las paredes dan una idea de la violencia de la deflagración. “La iglesia estaba llena, habría unos 300 fieles cuando llegó el terrorista”, explica el padre Romanos.
El día después del ataque, el gobierno informó del arresto de una célula del EI en las afueras de Damasco formada por siete personas, entre ellas, un presunto cómplice del terrorista que cometió el ataque. Sin embargo, el hecho de que un grupo poco conocido llamado Saraya Ansar al-Sunna reivindicara horas después el atentado, ha sembrado dudas sobre la autoría real del ataque.
Charles Lister, experto en seguridad especializado en Siria, considera que es muy probable que ambos grupos estén vinculados.
“Tanto si Ansar al-Sunna está integrada en el EI o no, se encamina hacia esta dirección. Sus ataques [contra las minorías] se alinean con lo que el EI quiere conseguir”, escribió Lister en su cuenta de X.
Después de haber visto su infraestructura reducida a la mínima expresión a raíz de la caída del régimen de Bashar al-Assad en diciembre, ya hace semanas que el EI había dado señales de estar recuperándose con la realización de varios atentados de una sofisticación creciente en distintos puntos de Siria. Ahora bien, la organización, que hace una década llegó a controlar una amplia franja de territorio entre Siria e Irak que bautizó como califato, es en Siria todavía una sombra de lo que fue.
Según los datos de Lister, el grupo cometió una media de 54 ataques mensuales durante 2024, mientras que en lo que va del año, su número se ha reducido a un total de un centenar. Ahora bien, desde enero se ha registrado un aumento progresivo de los atentados. Solo en el último mes y medio, y sin contar el ataque a la iglesia, la organización jihadista ha llevado a cabo ocho ataques con explosivos, uno de ellos, un potente coche bomba situado en una comisaría de policía.
“Es cierto que los datos muestran una mayor actividad del EI, pero soy escéptico respecto a su capacidad de poder imponer su control a determinadas franjas del territorio sirio”, comenta Orwa Ajjoub, experto en jihadismo sirio.
Para evitar un retorno con fuerza del grupo, de momento, Donald Trump no ha cumplido su promesa de retirar todas los 2000 soldados estadounidenses desplegados en el noreste sirio y que se encargan de llevar a cabo misiones antiterroristas.
El descenso de los atentados a principios de año se explica por la intensificación de las operaciones antiterroristas de la Coalición Internacional liderada por Estados Unidos, una vez que el Ejército de Al-Assad se retiró en diciembre de la zona desértica del centro del país, principal refugio de los jihadistas.
Además, Lister sostiene que el colapso de la dictadura de Al-Assad sumió a la organización en el desconcierto al eliminar una de sus principales razones de ser.
Ahora, un antiguo dirigente del grupo, conocido entonces como Al-Golani y ahora como Ahmed al-Sharaa, es el nuevo presidente del país. Sin embargo, las relaciones con su antigua milicia no son precisamente buenas. De hecho, en los últimos meses, una docena de ataques del EI fueron evitados por el trabajo conjunto de las fuerzas de seguridad sirias y varios países de la región, además de Estados Unidos.
Precisamente, el acercamiento de Al-Sharaa a algunos países occidentales considerados archienemigos del jihadismo ofrece una oportunidad de crecimiento para el EI. Tras el encuentro entre el líder sirio y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el órgano de propaganda del EI calificó a Al-Sharaa de “apóstata” e instó a sus seguidores a combatir el nuevo régimen político.
Un grupo al que podrían lanzar con éxito sus redes de captación es el de los antiguos combatientes islamistas radicales aliados de HTS, la milicia que en 2017 creó Al-Sharaa después de desvincularse de Al Qaeda. En el seno de algunas de estas milicias hay malestar por la “excesiva moderación” del presidente sirio. El enviado de Washington a Siria, Tom Barracks, llegó incluso a expresar su temor ante un posible asesinato del presidente sirio.
Entre estos ex combatientes, figuran unos 4000 de nacionalidad extranjera que Al-Sharaa quiere incorporar al nuevo Ejército sirio, lo que ha levantado muchas críticas entre la sociedad civil siria. Un ejemplo más de los complejos equilibrios que debe hacer Al-Sharaa entre las peticiones de sus aliados occidentales, de la sociedad civil siria y de los combatientes islamistas que auparon al poder.
“Puede que algunos veteranos extranjeros se pasen al EI, pero no creo que lo hagan en grupo justo ahora que han logrado tocar poder. Además, les interesa tener una buena relación con el gobierno para que les dé la nacionalidad y no los deporte a sus países de origen”, comenta Ajjoub.
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