Edificios colapsados, shock y apoyo a Trump en el epicentro de la violenta respuesta de Irán a Israel tras el ataque de EE.UU.

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TEL AVIV.- Es domingo al mediodía y reina un clima surrealista en Ramat Aviv. En este coqueto barrio residencial del norte de Tel Aviv, famoso por su shopping, una universidad, bares y locales de moda, después de las siete de la mañana y luego de que sonaran las sirenas de alarma en todo el país, llegó, más violenta que nunca, la feroz respuesta de Irán a los bombardeos lanzados por Estados Unidos en sus principales instalaciones nucleares.

Uno de los más de 40 misiles balísticos lanzados desde el país de los ayatollah contra Israel cayó aquí. E hizo colapsar dos edificios adyacentes a la calle Brodesky, que ahora son el símbolo de la “vendetta” iraní a un ataque estadunidense -reclamado desde hace días por Israel- que podría representar un antes y un después en Medio Oriente.

Solo quedaron en pie las columnas de cemento de un edificio rectangular de tres pisos que ahora es un esqueleto. Increíblemente, allí nadie murió; hubo una veintena de heridos leves.

Fuerzas de seguridad israelíes y medios de comunicación en el lugar de un ataque iraní que impactó un barrio residencial en la zona de Ramat AvivJACK GUEZ – AFP

Como en cualquier película de catástrofes -aunque aquí se trata de una guerra-, la escena está vallada con cintas de plástico rojas y amarillas. Hay vidrios y escombros por todos lados, ramas y troncos arrancados por la onda expansiva de bellísimas arboledas y rescatistas con cascos, policías, soldados y personal de defensa civil que van y vienen.

Mientras algunos, con gran resiliencia, como los empleados del bar Rolodin, ya están empezando a limpiar los vidrios y demás destrozos de la cuadra -un cajero automático que hay enfrente, una librería y un local de ropa que hay a 100 metros-, se ven, sentados en unos bancos, vecinos que debieron evacuar sus casas, también dañadas por la onda expansiva, con valijas y rostros aterrados.

Fuerzas de seguridad israelíes vigilan el lugar de un ataque iraní que impactó un barrio residencial en la zona de Ramat AvivJACK GUEZ – AFP

“Yo llegué media hora después del impacto y la escena era de terror… Son dos edificios totalmente destruidos, pero por suerte nadie murió porque las casas estaban equipadas con refugios y todos siguieron las instrucciones de seguridad y se metieron ahí ni bien sonaron las alertas», dice a LA NACION Joni, voluntario vestido de negro, con metralleta, que cuenta que en su “vida real” es un CEO de una empresa tecnológica.

“Ayudé a salir a la gente de los refugios, había muchos niños en pijama, aunque la gente estaba menos asustada de lo que me esperaba… Pero sí preocupada por sus pasaportes o documentos importantes que querían volver a buscar”, añade. “No sé si es verdad, pero dicen que el misil tenía 700 kilos de explosivos”, destaca, mientras muestra, impactado, las imágenes que grabó con su celular del escenario del desastre, ahora inaccesible porque llegó a hacer la habitual visita de solidaridad el presidente de Israel, Isaac Herzog.

El presidente de Israel, Isaac Herzog, habla con la prensa durante su visita a la zona de Ramat Aviv JACK GUEZ – AFP

“Felicito y bendigo al presidente Donald Trump. Felicito y bendigo al primer ministro Benjamin Netanyahu por su cooperación y por su increíble determinación y actividad”, dice Herzog, que aprovecha de las cámaras presentes para lanzar un mensaje político.

“Agradezco a todos esos militares, hombres y mujeres, y a todas esas agencias que trabajan 24/7 para eliminar una amenaza existencial del mundo, de Medio Oriente y de Israel”, añade, con palabras que resumen, en cierta forma, el sentimiento generalizado de la mayoría, más allá del precio de destrucción pagado por decenas de familias que se quedaron sin casa y con un trauma difícil de superar.

Hace calor. El termómetro marca casi treinta grados y algunos policías se refrescan con helados de agua. Una cuadrilla de obreros de una empresa eléctrica intenta reparar sobre una grúa un palo de la luz también dañado.

Es un milagro que no murió nadie aquí y que la gente siguió las instrucciones y se fue al refugio. Muy cerca hay un shopping que suele ser visitado por 20.000 personas por día: ¿se imagina si hubiera estado abierto y el misil impactaba ahí?”, pregunta, azorado, Yuval, comerciante de diamantes de 63 años, que cuenta que vino a ver el desastre, pero que vive a unas diez cuadras.

“¿Si tengo miedo? ¡No! Somos una nación fuerte y estamos luchando por el futuro de nuestros hijos y nietos porque ya no podemos vivir así, bajo amenaza nuclear de Irán y de sus brazos armados terroristas, el grupo Hamas, en el sur, Hezbollah, en el norte y los hutíes en Yemen”, clama.

Una valla publicitaria electrónica proyecta la imagen del presidente Donald Trump junto con el mensaje «Gracias, señor presidente»Ohad Zwigenberg – AP

Como todos, respalda sin titubear la operación León Ascendente de “Bibi” Netanyahu y aún más la “Martillo de Medianoche” lanzada por su amigo Trump. “Creo que la movida de Estados Unidos fue muy importante para detener a Irán y estamos muy agradecidos”, apunta.

Fiel reflejo de esto, en muchas partes de Israel con una rapidez inusitada aparecieron enormes afiches con la foto del presidente estadounidense y la leyenda: “Thank you, Mr. President” (“Gracias, presidente”).

Jonatan Zehevi, padre de dos chicos de 8 y 6 años que vivía en el cuarto piso del moderno edificio que queda al lado de los dos arrasados por el misil iraní, no está tan eufórico.

Un hombre coloca ventanas temporales en su casa en el lugar donde se produjo un ataque iraní que impactó un barrio residencial en la zona de Ramat AvivMAYA LEVIN – AFP

“Estábamos en el cuarto de seguridad de nuestro departamento, oímos un estruendo terrible que hizo mover todo y cuando dieron la orden de salir, todo estaba destruido, lleno de humo y escombros”, describe, desorientado. “El edificio era nuevo, se inauguró hace 6 años… Pero ahora vamos a tener que evacuar y no sé cuándo podremos volver, harán falta meses para hacer arreglos, pero al menos espero que el edificio resista”, dice, resignado Jonatan, de musculosa y shorts, la ropa con la que dormía y con la que lo sorprendió esta guerra.

Justo llega su hermano mayor, que es reservista en el Ejército en un escuadrón de uniformados con cascos que miden los daños. Mientras se dan un abrazo largo, fuerte, Jonatan, de 44 años y que también trabaja en el sector tecnológico, se pone a llorar, en silencio.

¿Qué piensa de esta guerra? “Creo que todos deben concentrarse ahora en lo que podemos cambiar y en lo que puede salvar nuestras almas”, contesta. “Yo estoy en contra de la guerra y estoy en contra de Netanyahu en general, pero no sé cómo pararme de cara a esta operación contra Irán… Ojalá sirva para que haya paz”, comenta, moviendo la cabeza, shockeado.

Una mujer fotografía los daños en su vivienda en el lugar de un ataque iraní que impactó un barrio residencial en la zona de Ramat Aviv, Tel AvivMAYA LEVIN – AFP

Una señora del mismo edificio que está esperando con sus valijas que alguien la pase a buscar porque tampoco en su departamento se puede seguir viviendo, por lo bajo asegura que para ella los iraníes lo que querían con ese misil maldito era destruir era otra cosa. ¿Qué? “Prefiero no hacer comentarios”, se disculpa. Pero otros vecinos dicen que a pocas cuadras al sur se encuentra el cuartel general de la vocería de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y al norte, la Unidad militar 8200, la base militar más importante para la captación de señales de inteligencia.

Cuando dejan pasar a los periodistas a la zona bombardeada, el escenario es apocalíptico. Después de cruzar un jardincito ahora repleto de escombros, polvo, tierra, troncos tirados a los pies de unos bellísimos árboles de tamarindo, testigos mudos de la guerra, aparece el esqueleto de columnas de cemento de tres pisos totalmente destruido.

Saltan a la vista los resabios de vidas comunes: el ropero abierto con la ropa colgada, un colchón que saltó por el aire, un ventilador de techo intacto, que resistió a la embestida, juguetes desparramados, dibujos tirados por el suelo, partes de muebles de cocina…

Hay topadoras trabajando. Los soldados advierten que es peligroso acercarse demasiado porque podría derrumbarse algo. Enfrente hay otro edificio, una casa más antigua con techo a dos aguas de tejas rojas, también totalmente arrasado, como si se hubiera tratado de un terremoto.

Greg, un belga de 62 años instalado en Israel desde chico, que, como muchos otros, se acercó a ver el desastre, dice que vive a 200 metros, en un octavo piso. Cuenta que él también estaba en su cuarto de seguridad y que se movió todo cuando cayó el misil. ¿Qué piensa de lo ocurrido? “Que vale la pena el precio pagado”, contesta, sentado en un banco público, a la sombra, al destacar que él no respalda a Netanyahu en un 100%, sino en un 200%.

Greg, un belga que vive en Israel desde chicoElisabetta Piqué

“Irán sólo entiende el lenguaje de la fuerza, desde hace 40 años que nos quieren destruir y estoy muy contento de que Trump finalmente haya decidido atacar”, dice. Tampoco él tiene miedo de más represalias “porque estamos preparados” y porque “si vas al refugio, en un 99% no te pasa nada”.

Sin embargo, admite que le teme al impacto económico de esta guerra que ha paralizado el país. “Además, van a tener que pagar compensaciones por toda esta destrucción y a quienes perdieron su casa”, apunta este jubilado de ojos celestes, bermudas y ojotas, que resalta esa determinación a reaccionar a la adversidad de la población israelí. “¿No ve qué rápido ya están limpiando todo?”, pregunta, señalando a varios jóvenes con escobillones que sacan vidrios.

Greg admite, sin embargo, que está preocupado porque es padre de tres hijos que en este momento están como reservistas en la Fuerza Aérea. “El mayor, de 30, maneja los drones que están atacando a Irán, pero desde acá, así que no está en peligro; el del medio, de 28, trabaja en el repostaje de carburante en vuelo de los aviones de combate; y el de 25, ahora está en casa para descansar por una semana, pero está en Gaza, que es lo más peligroso”, cuenta. Pero insiste en que Israel debe defenderse. “Es como en las corridas, si uno amenaza al toro, el toro al final responde y los iraníes, sus gobernantes, no la gente, son unos fanáticos que nos estuvieron amenazando y atacando a través de sus aliados por décadas”, justifica.

Dos mujeres se consuelan mutuamente tras un ataque iraní que impactó un barrio residencial en la zona de Ramat AvivJACK GUEZ – AFP

Piensa lo mismo Hassi, una señora de 76 años que vino a la calle Brodeski porque está intentando ir a visitar a su hijo y a sus nietos que viven a 300 metros, pero no la dejan pasar porque está todo vallado. “¿Qué puedo decir? Es terrible todo esto, no se pueden atacar a zonas residenciales de civiles, pero claro que estoy de acuerdo con Netanyahu y feliz de que Estados Unidos nos esté ayudando a combatir al monstruo iraní”, afirma.

“Si no fuera por Estados Unidos, los israelíes estaríamos solos y si no hubiéramos atacado, aquí habría ocurrido un segundo Holocausto. La diferencia es que ahora tenemos un país y un ejército fuerte”, subraya. “Y espero que el mundo nos comprenda”, se despide, aclarando que tampoco ella tiene miedo porque “somos fuertes y esto es lo correcto”.