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BERSHEEBA, Israel.- Modernas camas de hospital dobladas en dos, con el colchón blanco repleto de vidrios. Nubes de polvo, cascotes, pedazos de cemento, ventanas arrasadas. Charcos de agua en el suelo porque desde el techo llueve agua de las cañerías que estallaron; cables eléctricos salidos, mamposterías hechas pedazos, laboratorios con todo dado vuelta, equipos y aparatos sanitarios inutilizables, olor a quemado.
Ingresar a los últimos pisos -el quinto y el sexto- del edificio de cirugía del hospital Soroka, donde hay cintas amarillas para impedir el paso a las zonas que podrían colapsar, es palpar con la mano la potencia demoledora que tuvo el misil iraní que este jueves, minutos después de las 7, hizo temblar no sólo esta ciudad del sur de Israel, sino también a todos los israelíes.

Aún acostumbrados a un estado de guerra semipermanente -los cohetes de Gaza, los de Hezbollah, los atentados terroristas-, nunca antes habían visto algo así. Aunque, casi como un milagro, en este ataque que constituye un crimen de guerra según la Convención de Ginebra, no hubo víctimas fatales. Sí dejó decenas de heridos, muchos con traumas por el infierno vivido.

“Sólo el radicalismo islámico es capaz de hacer algo así, porque este es un hospital absolutamente civil, que no tiene nada de militar. Esto va en contra de las leyes de la guerra”, denuncia Roni Kaplan, vocero de las Fuerzas de Defensa de Israel, presente en una recorrida del desastre. Hay que ponerse un casco porque desde el techo, derruido, podría caer en cualquier momento un pedazo de chapa o de cielorraso.
“El misil que cayó aquí es un misil balístico que Irán comenzó a desarrollar en los años 90 y fue uno de los 400 que lanzaron en los últimos siete de días. Y esto es lo que hace uno. La mayoría son interceptados por los sistemas de defensa aérea, que no son herméticos. Esto es lo que pasa cuando cae uno solito”, explica Kaplan a LA NACION, y cuenta que sus dos suegros solían trabajar en este hospital. Él como neuropediatra y ella, como administradora de enfermeras.
De seis pisos, la construcción que recibió el impacto es una de las más viejas de un complejo hospitalario muy grande, formado por diversos edificios más modernos y donde solía funcionar toda la parte de cirugía y pre-cirugía, de oftalmología y de endocrinología. Hay personal que, evidentemente conmocionado, ya está con escobillones tratando de empezar a remover los vidrios en el interior del edificio, donde tras el impacto del misil se desató un incendio que logró ser domado por los bomberos, pero que dejó todo impregnando con olor a humo, a pólvora, a destrucción.
Dror Dolfin, uno de los directores de este hospital de más de mil camas -que funciona para todo el sur del país y donde suelen atenderse muchísimos beduinos y palestinos-, dice que lo ocurrió aquí adentro fue casi un milagro. No hay que llorar muertos porque, coma en una premonición, el edificio que recibió el impacto había sido desalojado. De no haber tomado esta decisión, habría habido una masacre.
¿Se imaginaba que podía pasar algo así? “No lo imaginábamos, pero lo esperábamos después de haber visto lo que pasó en los últimos días en muchos lugares cerca de Tel Aviv y sabíamos que podría pasar en Soroka y por eso planeamos la evacuación de estos edificios más viejos. La semana pasada nos dedicamos a eso: cancelamos todas las citas, cancelamos todo. Nuestro CEO, que es muy responsable, decidió que había que evacuar porque podía caer un misil en Soroka”, dice Dror.
Ahora el hospital sigue funcionando exclusivamente para tratar los casos más extremos. “A todos los demás los derivamos”, añade este médico de 52 años, que cuenta que su mamá es argentina, pero que, como cuando llegó le daba vergüenza ser inmigrante, nunca le habló en español.
¿Qué piensa de la operación León Ascendente del premier Benjamin Netanyahu contra Irán, que dio pie a este desastre? “Soy un médico, no soy un político, pero es muy difícil vivir en un país donde estás amenazado por misiles balísticos… Tengo chicos, no se puede vivir amenazados con estos misiles, que podrían volverse nucleares”, contesta.
Adrián Kenigson, argentino que trabaja en la carpintería del hospital desde hace años, cuenta que estaba aquí cuando llegó el misil. “Habían sonado las sirenas de alerta y enseguida fuimos a un subsuelo para refugiarnos y unos minutos después tembló todo como en un terremoto… Cuando salimos había una humareda enorme”, describe. “Por la situación en la semana habíamos desalojado este edificio, los pisos más altos y por la emergencia se habían cambiado de secciones, todo bajo tierra”, precisa este entrerriano de 57 años, que vive en Beersheva, a cinco minutos, con su familia.
¿Tuvo miedo? “No, el que vive aquí no tiene miedo, sabe que hay que bajar al refugio, sabe que hay mucha gente que no nos quiere a pesar de que nosotros hacemos lo mejor para el mundo, porque justamente desde acá salen todos los avances de alta tecnología, pero igual nos odian. Y aunque esto fue más fuerte, nosotros tenemos fe en que todo va a salir bien y confiamos en nuestro Ejército, que es muy potente”, asegura Kenigson, que es padre de un chico de 11 años.
Kenigson también reacciona ante la versión iraní de que el objetivo del ataque no era el hospital sino una base militar y otra de inteligencia cercanas. “En realidad Israel es un país muy pequeño, muy chiquitito, así que bases hay en todos lados. Israel es uno de los países más armados y potentes del área y creo que tiren donde tiren siempre va a haber una cercanía a cualquiera de los cuarteles del Ejército. Claro, este es un lugar muy crítico, un centro de salud, no puedo saber si fue dirigido aquí o no”, dice.
El misil tenía una carga explosiva de entre 500 y 1000 kilogramos. Y se nota por la devastación. La onda expansiva llegó hasta edificios de al lado que ahora tienen sus persianas arrasadas, como las de un kiosco del jardín interno, que ahora tiene palmeras y plantas recubiertas de tierra y hasta hizo estallar los parabrisas de muchos autos estacionados.
“Nuestra operación contra Irán ahora tiene que ver con prevenir que nos pase esto que pasó acá con muchos de sus misiles. El programa misilístico iraní preveía que tuvieran 8000 misiles balísticos. Hasta hace una semana tenían al menos 2000 misiles, pero si le ponen una ojiva nuclear es una amenaza existencial para nosotros”, resalta Kaplan, uruguayo-israelí muy conocido por todos los periodistas hispanohablantes por su asidua presencia en los medios.
Aunque este ataque a un hospital, el primero en Israel de esta entidad, ha marcado un antes y un después y ha sido un golpe emocional para todos, también Kaplan se muestra con la moral en alto, e incluso destaca que la operación León Ascendente, que este viernes cumplirá una semana, está siendo muy exitosa.
“Tuvimos mejores resultados de los que preveíamos conseguir, logramos primero que nada destruir más de 200 plataformas de misiles balísticos, casi el 40% de las que tiene Irán, y nuestros tres sistemas de defensa aérea -Cúpula de Hierro, Escudo de David y Flecha Tres-, están teniendo un rol fundamental al interceptar la enorme mayoría de misiles”, resalta, caminando en un escenario de devastación impactante.
En medio de un clima de película apocalíptica, con rescatistas que van y vienen, enfermeros con rostros asustados, médicos que prefieren no hablar con los periodistas y uniformados que empiezan a cuantificar los daños, en la planta baja aparece de repente una señora mayor que está siendo evacuada en una camilla por tres militares armados. Las rueditas no fluyen porque hay demasiados vidrios en el suelo. En el hall, donde funciona aún el aire acondicionado y se respira un poco porque afuera el calor es infernal, hay paneles tirados, charcos de agua enormes, polvo y tierra sobre las sillas de plástico azul donde sentarse a esperar el turno.
Un periodista con casco y chaleco antibala se pone a tocar música en un piano de cola puesto allí para relajar a los pacientes. Aun funciona una pantalla luminosa gigante que da información y se ve que hasta las banderitas israelíes que decoran el ambiente han sido dañadas por la ola expansiva. Salta a la vista un busto de bronce de Ben Gurion, uno de los principales mentores del Estado judío, que proclamó oficialmente la independencia del Estado de Israel el 14 de mayo 1948. Aunque también está con una capa de polvo y tierra encima, no ha sido dañado, sigue intacto, como observando el desastre a su alrededor.
La entrada Terror y devastación en el hospital israelí golpeado por un misil iraní: por qué no hubo muertos se publicó primero en DIARIO DIGITAL MORENO MEDIOS.