JERUSALEN.- A las cuatro de la mañana reina el terror en el refugio subterráneo del hotel. Israel lanzó un “ataque preventivo” contra Irán y se espera la respuesta en cualquier momento. Hay mujeres en pijama, chicos con shorts y ojos asustados, parejas de turistas, todos con rostros alarmados, controlando el celular. Los locales, los israelíes, son mayoría. Y son lo que intentan tranquilizar a los extranjeros, pocos -ya casi no hay turismo en este país en guerra-, que hay en el hotel. Están acostumbrados a vivir en alerta permanente, en las últimas semanas hubo misiles lanzados por los houtis desde Yemen -aliado de Irán-, pero todo el mundo sabe que esta vez es distinto. La respuesta iraní puede ser terrible.
Pocos hablan. ¿Qué decir? Chemik, israelí que vive cerca de Tel Aviv y que vino junto a su mujer y una amiga a Jerusalén para dos conciertos, intenta tranquilizar. “Estamos cerca de los lugares más sagrados es difícil que pase algo y además tenemos el Escudo de Hierro que nos protege”, asegura. “Cuando Irán lanzó la última vez un gran ataque, con 400 misiles, nuestra Defensa pudo interceptarlos en un 99% y no hubo muertos”, añade.
Su mujer, Aviva, exbanquera, quiere volver a casa ya. Dice que se ha abierto un nuevo escenario de terror y que en casa dejó a tres chicos y quiere estar con ellos. “¿No es peligroso volver ahora en auto hacia Tel Aviv?”, pregunta Jurgen, un médico alemán que está haciendo un año sabático en Haifa, que también vino a pasar con su mujer unos días en Jerusalén, que está sentado en el suelo y que también revisa las noticias en su celular. Menos mal que hay wi-fi, y que funciona.
“¿Peligroso? Todo es peligroso en Israel en este momento”, contesta Aviva.
“El presidente argentino se fue a tiempo”, comenta Jurgen al enterarse que soy periodista argentina. “Milei estaba en el hotel King David, acá enfrente”, precisa, mostrándose bien informado, como para cambiar de tema. La tensión se palpa en el ambiente. Todos saltaron de la cama a las 3 de la mañana con el tétrico ulular de las sirenas, seguido luego por dos mensajes de alerta en todos los celulares dando inicio a un estado de emergencia en Israel que nadie sabe cuándo terminará.
“Estamos hartos, hartos de este gobierno. No confiamos en la gente que toma las decisiones de este país”, asegura Aviva, refiriéndose al primer ministro Benjamín Netanyahu. Aviva no excluye que Netanyahu -considerado el máximo culpable del 7 de octubre de 2023, el 11 de septiembre israelí- haya lanzado este ataque “preventivo” contra Irán para seguir aferrado al poder, en momentos en que su coalición de ultraderecha está a punto de colapsar.
Su amiga, Efat, docente que vino con ellos a Jerusalén para los mismos conciertos, también dice que está harta. “Es verdad, estamos amenazados por Irán y su poderío nuclear, pero no creo que se detenga esta amenaza nuclear atacando. Se pueden hacer acuerdos internacionales, se puede presionar, no creo que esta sea la manera”, dice, con rostro desencajado. Ella también dice que tiene chicos y padres a quien cuidar en casa. “No creo que bombardeando nos salvamos de la amenaza nuclear”, repite. “La esperanza es que los oficiales de la fuerza aérea que obedecieron la orden de atacar lo hicieron porque creen que está bien”, suma. “No confiamos en quien nos gobierna, pero sí en nuestras fuerzas armadas”, aclara.
Aviva le da la razón. “Sí, no deberíamos escalar, es una locura”. Su marido, anteojos, remera gris, pelo corto, piensa distinto. “Creo que el ataque debería haber sido mucho antes, pero no sólo de Israel, sino también de los países aliados, porque Irán es una amenaza para el mundo”, afirma. Aunque coincide con su mujer en que no confía en Netanyahu, quien está tomando decisiones en este momento que podrían tener consecuencias catastróficas. “Él solo quiere quedarse en su silla, está malgastando el presupuesto de los israelíes pensando en sus prioridades y está haciendo implosionar a Israel”, acusa. “Esto no tiene que ver con derecha o izquierda, sino tiene que ver con honestidad y corrupción y él está siendo procesado por cuatro casos”, denuncia.
Como muchos otros israelíes, Chemik también acusa a Netanyahu por no haber detenido la guerra en Gaza para salvar a los rehenes. “En Israel siempre hubo un ethos que indica que jamás hay que dejar atrás a un soldado en el campo de batalla y mucho menos, a civiles”, subraya, indignado.
Efat, que ya quiere irse, aunque sea peligroso y su celular indique que ya hay tráfico en las autopistas porque muchos tratan de volver a casa para prepararse en los bunkers a la respuesta iraní, vuelve a intervenir. “En Israel tenemos un gran pueblo, un gran país, pero un gobierno horrible”, asegura, desesperada, aunque intentando controlar el pánico que reina en el refugio, y, es evidente, en todo Israel.
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