La emotiva historia del productor que convirtió su dolor en genética bovina premiada y exportación de semillas

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En el corazón de Ameghino, provincia de Buenos Aires, una historia de resiliencia, pasión por el campo y amor profundo por la familia se entreteje entre surcos de sorgo y girasol, un rodeo Angus y memorias imborrables. Rubén Paesani, ingeniero agrónomo y emprendedor, supo convertir el dolor más hondo en motor de vida. Hoy, a los 64 años, lidera una empresa semillera con proyección internacional y una cabaña modelo en genética bovina. Pero detrás de su éxito, hay una vida marcada por la pérdida y la reconstrucción.

“Soy egresado del Agrotécnico de Venado Tuerto, en Santa Fe, luego estudié y me recibí de agrónomo”, comienza su relato Paesani a LA NACION al repasar su camino con voz serena. Ya recibido, se instaló en Ameghino, donde formó su familia y allí inició su carrera profesional en la empresa Morgan, en la que trabajó en genética vegetal, especialmente en sorgo y girasol.

Así dio sus primeros pasos en un mundo que lo apasionó desde siempre. “Me gustaba la genética vegetal”, dice. Pasaron unos años y, cuando los directivos de la compañía decidieron venderla, entendió que era momento de independizarse y trabajar de manera tercerizada con la multinacional, produciendo los híbridos para la empresa. Fue así que fundó criadero y semillero Don Pedro, en honor a su padre, siempre con sorgo y girasol.

Pero su historia tiene un punto de quiebre. En marzo de 2001, Paesani se divorció y obtuvo la tenencia de sus tres hijos. Estaba feliz, sin embargo, dos días después, la tragedia lo golpearía de forma brutal. Un conductor alcoholizado chocó el vehículo en el que viajaban sus dos hijos mayores junto a una empleada doméstica. En el incidente vial, fallecieron Juan Pedro, de 9 años, y Anita, su colaboradora. “Fue y sigue siendo un dolor enorme. Nunca estamos preparados para algo tan tremendo. No te recomponés nunca más”, confiesa, con una herida que aún le duele.

Las semillas de su empresa llegan a Uruguay, Paraguay, Bolivia, Marruecos y, hace semillas en contra estación que mandan a Texas, Estados Unidos

El impacto emocional fue devastador, sumado a que coincidió con una crisis económica y climática: los campos estaban inundados y su criadero pasaba por enormes dificultades. Fue cuando les dijo a sus empleados que se fueran, que se independizaran, que buscaran otro camino. Quería indemnizarlos y cerrar todo, pero ellos decidieron quedarse.

“Un empleado, Manuel Fernández, compró dos rifas, ganó dos autos 0 km y, antes de sacarlos, pidió los cheques y me los dio. Con ese dinero volví a arrancar”, relata emocionado. Hoy, Fernández lleva 39 años trabajando a su lado.

En 2007, con la estabilidad recuperada, apostó por la expansión. Buscó nuevos rumbos y cruzó el Río de La Plata para llevar a probar sus híbridos a Uruguay.

“Me fui con cinco híbridos. Hicimos todos los trámites para la exportación, los presentamos en el Inase de Uruguay y entramos en la red de ensayos en ese país. Llamaba diariamente para saber los resultados. Finalmente, salimos muy bien ubicados, dentro de los primeros diez híbridos en sorgo granífero y sorgo forrajero. Me llamaron y me dijeron que querían importar mis productos”, cuenta con orgullo. Desde entonces, sus semillas se comercializan en ese país y también llegan ahora a Paraguay, Bolivia, Marruecos y hacen semilla en contraestación que mandan a Texas, Estados Unidos.

Paesani en Palermo junto a su nieto y un ejemplar premiado

Años después, durante la pandemia, su destino profesional daría un giro inesperado. Mario Sívori, el dueño que le alquilaba la parte agrícola del campo, le ofreció la totalidad de las hectáreas. “Me dijo: ‘A vos te gusta tanto la genética vegetal, por qué no empezás a hacer lo mismo con la ganadería. Te dejo la estancia completa, te dejo una fábrica funcionando, la vas a poder manejar’. Y me entusiasmé y me quedé. Le fui comprando sus animales Angus y con eso arranqué”, recuerda. Así se inició en la ganadería, un mundo nuevo que lo atrapó lentamente y le brindó una inesperada calma.

E intentando mantener viva la memoria de su hijo, llamó a su cabaña 30 de octubre, la fecha de nacimiento del chico. “Cuando Mario me ofreció la parte de ganadería, lo tomé como para salir de lo que era un poco de la agricultura, como una forma de salud mental que me dé un poco de paz. Pero después me fui entusiasmando, fui conociendo gente nueva, donde veo que hay una gran nobleza. Mi hijo mayor siempre hablaba de las vacas, le gustaban mucho los animales”, comparte.

Paesani en su cabaña 30 de Octubre, en Ameghino

En poco tiempo, la cabaña se consolidó. Su idea era hacer solo puro controlado (PC), fue comprando a cabañas Angus de elite como Delfinagro y así se fue armando su rodeo. Pero después, se entusiasmó con el puro de pedigree (PP), fue alquilando cada vez más campo, con la concepción de guardarse solo la reposición. Pero no pudo y hoy cuenta con un rodeo de 1200 madres, con 950 vientres PC y el resto PP. “Obtuve premios en las exposiciones Angus de Primavera y de Otoño en temporadas anteriores. Este año, presentamos con la cabaña Alianza una vaquillona, Juliana, que fue Gran Campeón Hembra Negra y Suprema en la Expo Angus Otoño 2025”, cuenta. También se dio el lujo de bautizar un toro campeón con el nombre “Sorgo”, en homenaje al cultivo que lo impulsó profesionalmente.

En Ameghino, Paesani lleva adelante la produción de semillas de girasol y sorgo

La pasión por la genética lo llevó más lejos aún. Junto a su asesor Carlos Ojea Rullán, importó los primeros embriones de la raza Speckle Park, originaria de Canadá. “Nos entusiasmamos y armamos la asociación de la raza. El año pasado importamos 250 embriones y los distribuimos entre todos los socios”, detalla, siempre con visión de futuro.

“Desde siempre me gustó la genética vegetal”, dice Paesani

Hoy, Paesani afirma que piensa en aflojar, al menos un poco. “Con 64 años me quedo con el rodeo Speckle Park y el Angus. La empresa de semillas ya sé que no la voy a poder manejar por mucho tiempo más, pero sí la ganadería”, reflexiona. Sabe que entre cultivos y genética, alambrados y animales, encontró “una manera de seguir adelante” y honrar a su hijo.

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