Las restricciones a las visas confirman que la grieta entre EE.UU. y China está cada vez peor

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PEKÍN.- El último embate del gobierno de Donald Trump contra los estudiantes chinos —a los que prometió “revocarles masivamente” sus visas para estudiar en Estados Unidos— deja al descubierto el estado de tensión de las relaciones entre las dos mayores economías del mundo: a pesar de la tregua temporaria en la guerra arancelaria, la grieta entre Washington y Pekín no solo sigue ahí, sino que incluso se está ensanchando.

Según los analistas internacionales, esa tregua que arrancó después de las negociaciones de principios de este mes en Ginebra se fue deshilachando, con quiebres en temas como la educación universitaria, inteligencia artificial y minerales de tierras raras.

“Ambos países han tomado desde hace tiempo un camino de desacople mutuo”, dice Elizabeth Economy, experta en temas chinos de la Hoover Institution y exasesora principal sobre China del Departamento de Comercio norteamericano durante la presidencia de Joe Biden. “No existe la menor base de confianza y hay muy pocos canales abiertos u oportunidades para reforzar cualquier tipo de acercamiento positivo”.

Marco Rubio, secretario de Estado norteamericano, dijo el miércoles que revocarían las visas de los chinos que estudian en Estados Unidos, “incluidos aquellos con conexiones con el Partido Comunista chino y los que estudian carreras de importancia crítica”.

Graduación de estudiantes en Harvard, el jueves 29 de mayo (AP Photo/Charles Krupa)Charles Krupa – AP

También dijo que el gobierno “profundizará el escrutinio de todas las futuras solicitudes de visa provenientes de la República Popular China y de Hong Kong”.

No quedó claro si las restricciones a China se aplicarán también a otros tipos de solicitudes de visa, como las de turistas, y el Departamento de Estado no respondió a la solicitud de aclaración.

La semana pasada, el gobierno le prohibió a la Universidad de Harvard la inscripción de estudiantes extranjeros, acusándola de estar “en coordinación” con el Partido Comunista Chino, sin brindar detalles. La mayor proporción de los casi 1300 extranjeros que estudian en Harvard son chinos, y muchos altos funcionarios del gobierno de Pekín, incluido el actual presidente Xi Jinping, enviaron a sus hijos a esa prestigiosa universidad norteamericana.

Una estudiante china de Harvard que habló bajo condición de anonimato por temor a represalias del gobierno de Estados Unidos dice que entre sus compañeros ya cundía la sensación de alarma. “Todos se preguntan cómo pudo pasar esto”, comenta la estudiante.

Y el posterior anuncio sobre las visas ya otorgadas terminó de generar pánico entre los estudiantes y académicos chinos en Estados Unidos.

“No es un solo ataque, es un bombardeo”, apunta Yi-yi Liang, que es investigadora en un laboratorio de humanidades de Harvard. “Sigo creyendo que Estados Unidos es una buena opción, pero al mismo tiempo esta enorme incertidumbre política te impide apostar realmente a fondo. Como no sabemos cuál va a ser la próxima, es muy difícil hacer planes”.

Las prestigiosas universidades norteamericanas atraen desde hace mucho tiempo a los mejores estudiantes chinos, y esos vínculos educativos han sido un pilar fundamental de una relación bilateral que en todos los demás aspectos ha sido tensa.

Xin Qiang, profesor de relaciones internacionales de la Universidad Fudan, Shanghái, quien acaba de regresar de un intercambio académico en California, asegura que la guerra comercial, sumada al reciente endurecimiento de los visados, “está empujando las relaciones entre China y Estados Unidos hacia un círculo vicioso cada vez más aterrador”.

A Xin le preocupa que “este cierre de los canales de comunicación directa intensifique la hostilidad y odio mutuos”.

Trump ya había criticado anteriormente la relación de las instituciones de educación superior con China. Durante su primer mandato, el Departamento de Justicia lanzó el programa “Iniciativa China” para investigar los vínculos con Pekín de científicos e investigadores chinos en Estados Unidos. El gobierno de Joe Biden puso fin a ese programa, sumamente criticado porque apuntaba racialmente contra los estadounidenses de origen chino.

Las actuales medidas del gobierno para disuadir o excluir a los estudiantes chinos de la educación superior en Estados Unidos llegan tras varias semanas de creciente hostilidad después de las formalidades protocolares que se respetaron en Ginebra, donde los negociadores se reunieron para frenar la escalada de la guerra comercial.

El primer rebrote de tensiones se produjo el 13 de mayo, apenas un día después de que los negociadores de ambos países acordaran reducir drásticamente los aranceles, cuando el Departamento de Comercio de Estados Unidos emitió una guía que advertía a las empresas norteamericanas contra el uso de chips avanzados de origen chino, en concreto, los chips de inteligencia artificial Ascend de la empresa Huawei —el gigante tecnológico insignia de China—, “porque probablemente fueron desarrollados o fabricados violando los controles de exportación de Estados Unidos”.

Huawei aprovecha el freno a Nvidia y prepara envíos de su chip para IA a clientes chinosShutterstock – Shutterstock

Huawei es uno de los blancos preferidos de Trump desde su primer gobierno, cuando desplegó herramientas económicas para limitar el acceso de Huawei a tecnología avanzada de origen norteamericano.

La semana pasada, el vocero del Ministerio de Comercio de China rechazó esa guía, acusó a Washington de “socavar” el consenso alcanzado en Ginebra y dijo que las medidas eran “proteccionistas y una típica intimidación unilateral”.

El ministerio chino también aseguró que cualquiera que colaborara en la implementación de esa política podría violar una ley china que castiga a las empresas por someterse a los regímenes de sanciones internacionales.

“China no está nada contenta”, señala Yanmei Xie, analista geopolítica independiente. “Es evidente que en el ámbito de los semiconductores avanzados y de la inteligencia artificial Estados Unidos quiere obligar a los países a tomar partido, así que el desacople tecnológico sigue en marcha, a pesar de la pausa en la escalada de la guerra comercial”.

Tampoco ha habido grandes avances en el ámbito de las tierras raras, un grupo de minerales necesarios para la fabricación de una amplia gama de productos de los sectores de defensa, salud y tecnología. China procesa casi la totalidad de los minerales de tierras raras del mundo e implementó controles de exportación en respuesta a los aranceles de Trump, generando consternación y alarma entre los funcionarios y empresas norteamericanas.

El acuerdo alcanzado en Ginebra le exigía a Pekín “la suspensión o eliminación de las contramedidas no arancelarias”, pero los expertos afirman que no hay señales de que China vaya a levantar las restricciones sobre las tierras raras.

“China sigue adoptando una estrategia muy estricta para evitar que sus minerales críticos sean exportados a Estados Unidos”, señala Xu Tianchen, economista de la Unidad de Inteligencia de The Economist en Pekín, y menciona sus conversaciones con exportadores y transportistas chinos.

Para Pekín, esas restricciones son una carta muy poderosa para futuras negociaciones, apunta James Kennedy, experto en tierras raras de la consultora Three Consulting.

“El tema es que el gobierno de Trump se lanzó a la batalla creyendo tener una mano ganadora, y China, muy cortésmente, les mostró cuatro ases”, agrega Kennedy.

El gobierno de Pekín tiene otras razones para estar tranquilo: según los analistas, la embestida de Washington contra los estudiantes chinos le permite mostrarse, a diferencia de Estados Unidos, como un polo que acoge la investigación de vanguardia.

“Pekín va a intentar sacar provecho”, dice Feng Chucheng, socio fundador de Hutong Research, una consultora independiente con sede en Pekín. “China quiere posicionarse como líder en innovación e investigación científica sin restricciones”.

En los últimos meses, las universidades chinas contrataron a Charles Lieber, excientífico de Harvard caído en desgracia en el marco del programa “Iniciativa China”, y a Alex Lamb, científico en inteligencia artificial que anteriormente trabajó en Microsoft.

En las semanas transcurridas desde la suspensión temporal de los aranceles, las conversaciones entre Washington y Pekín parecen haber sido muy limitadas. Estados Unidos aún mantiene un arancel del 30% sobre todos los productos chinos —aunque este podría disminuir tras el fallo emitido el miércoles por el Tribunal de Comercio Internacional de Estados Unidos—, mientras que Pekín mantiene un arancel del 10% sobre los productos norteamericanos.

Este mes, funcionarios chinos y norteamericanos se reunieron en Corea del Sur en el marco de un evento del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico. El viceministro de Relaciones Exteriores chino, Ma Zhaoxu, se reunió la semana pasada con el nuevo embajador de Estados Unidos en China, David Perdue, y mantuvo una conversación telefónica con el subsecretario de Estado, Christopher Landau.

Aunque escasos, esos canales de comunicación permiten un atisbo de esperanza, especialmente después de que en abril, durante el punto álgido de la guerra comercial, ambos países cortaran abruptamente todo contacto y generaran temor a una escalada del conflicto.

“El canal de comunicación bilateral se ha restablecido”, señala Xu, de la Unidad de Inteligencia de The Economist. “Es una señal positiva, porque significa que la situación se está manejando de manera más adulta, y eso tal vez pueda evitar el desmadre de una nueva escalada”.

De todos modos, no queda claro qué estarían negociando.

Tal vez intenten llegar a un acuerdo sobre la lucha contra el fentanilo, tema citado por Trump cuando anunció las primeras medidas comerciales contra China, a la que acusó de no frenar la exportación de subproductos de esa sustancia con destino a Estados Unidos.

“El tema del fentanilo puede ser un punto de acuerdo, si China realmente está dispuesta a hacer algo concreto y significativo al respecto”, dice Economy, de la Hoover Institution. “Pero más allá de eso, no veo que China esté dando ningún paso para restructurar su comercio en función de las presiones de Estados Unidos”.

Traducción de Jaime Arrambide

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