Sin genes que transpiren pasión por los aviones, pero sí con la naútica, Diego Pasquariello, recorre su vida atravesada por diferentes pasiones. “Vengo del ambiente náutico, navegué desde los siete años y corrí regatas a vela profesionales a partir de los 16 hasta los 33 años. Hice efectos especiales para cine y publicidades y abrí una escuela de buceo. Hice muchas cosas antes de llegar a la aeronáutica profesionalmente”, relata.
Luego de su retiro, abrió una fábrica de mástiles y astilleros y gracias a cumplir “el pendiente” de hacer el curso para piloto, a los 35 años lo completó e inmediatamente compró dos aviones (Cessna 180 y el Aerostar 600) y empezó a volar.
Es piloto de Transporte de Línea Aérea (TLA) y Piloto comercial de helicóptero, “al terminar el colegio, hice cursos para mis habilitaciones como instructor de buceo, buzo profesional, patrón de yate y después empecé a volar y a entender las normas de cómo se vende y se compra un avión. Lo aprendí gracias a mis amigos. Soy autodidacta”, se define el fundador de Pacific Ocean.
El escalón para crecer fue cuando un amigo le sugirió usar el pago del seguro que había recibido éste porque el Huracán Irma (30 de agosto de 2017) le hundió su barco para comprar un avión. “Así lo hicimos, fue un turbo hélice Super King Air 300, el primer avión importante. Dejaron de ser avioncitos a aviones”, recuerda.
Con tres aeronaves en actividad, Diego y su amigo iniciaron la búsqueda de un hangar en el Aeropuerto de San Fernando y, por su trabajo, surgió la necesidad de tener un avión a reacción JET y encontraron una compañía a la venta con tres reactores.
“La compramos a ‘tranquera cerrada’ y a partir de ese momento, empezamos a ser un jugador en el mercado de los vuelos privados en la Argentina. Su nombre surge, según cuenta la historia, de cuando el dueño anterior hizo girar un globo terráqueo y le puso el nombre en donde apoyó su dedo y fue sobre Pacific Ocean”, aporta.
Paulatinamente, incorporaron más aeronaves y actualmente la flota consta de un reactor de largo alcance (realiza vuelo directo a Roma), cuatro reactores medianos, un turbo hélice, dos helicópteros y están en proceso de compra de otros aviones reactores. El equipo alcanza los 60 colaboradores entre pilotos, personal de mantenimiento y rampa y el área administrativa. “En los últimos dos años se duplicó a partir del crecimiento de la operación”, relata este entrepreneur que hoy compite en un mercado con 20 empresas. “Nuestro proyecto está entre las tres principales por la cantidad de aviones, tipo y horas que vuela”, aclara.
“Cada vuelo es el más importante para la empresa”, señala el piloto casi como un mantra para él y su equipo. Han trasladado a importantes artistas nacionales e internacionales de gran renombre, son una de las pocas empresas en hacer vuelos sanitarios a las Islas Malvinas y a otros destinos, donde incluyen traslados de personas heridas (no como ambulancia) o incluso de órganos.
“Estos dejan huella y se fueron dando en el proceso de expansión. Por ejemplo, hace tres semanas evacuamos desde Salta hacia Córdoba a una chiquita accidentada en la ruta, iba entubada y en mal estado y a la semana nos enteramos que ya camina y esta bien. Eso te hace sentir que ayudaste un poquito, llegaste con el avión seguro, rápido y aportaste algo al sistema”, comparte con emoción.
También, sus helicópteros forman parte de la búsqueda de desaparecidos en la montaña y de la lucha contra el fuego, para este último, estas naves tienen dos funciones: como apoyo tirando agua en el lugar que los brigadistas indiquen y para el traslado de brigadistas donde el acceso en vehículo es imposible.
“El incendio lo controlan los brigadistas, ellos hacen el trabajo real en tierra. Nosotros los llevamos al lugar del foco del incendio o por donde lo van a atacar. También tiramos el agua en donde ellos nos señalan”, cuenta.
Actualmente, Diego (54 años) está casado y tiene cuatro hijos varones entre 27 y 18 años, los tres mayores son pilotos y, confirma que su mayor logro es ver que ellos lo siguen. Junto con Enzo, el mayor, y su amigo manejan la empresa; Lucio, el segundo, está a cargo del hangar de mantenimiento y estudia Ingeniería; Ciro, el tercero, es Técnico Constructor Naval y maneja el astillero junto con María, su esposa, que es arquitecta. Diego, el más chico, está en la facultad y compite como su padre a nivel internacional en Vela.
“Prácticamente me crie solo. A los 13 me fui a vivir con mi abuela ‘Lela’ quien me educó sola y en absoluta libertad. No fui un chico con límites, hubiese podido terminar en otra cosa diferente de la que terminé. Hoy vivo mi pasión: la aviación”, relata y afirma que es gracias a la ayuda de su abuela, su esposa y su amigo Carlos que es quien es hoy.
En su camino ha visto que el emprendedurismo en la Argentina, en el área aeronáutica, es muy complejo porque requiere inversión para tener aeronaves. “En general, los emprendedores son periféricos a la operación aérea propiamente dicha. Se requiere mucho capital y más en este país, donde no existe el crédito y hay mucha burocracia. Si querés ser emprendedor en una rama, iría a EE.UU.”, finaliza.