SANTIAGO, Chile.- Esta vez las encuestas acertaron. La candidata del Partido Comunista (PC) y abanderada de la izquierda, Jeannette Jara, pasó al balotaje en primer lugar, seguida por José Antonio Kast, del Partido Republicano. Pero lo que los sondeos no anticipaban era una diferencia tan estrecha entre ambos, de menos de tres puntos. Por eso, en la sede republicana el clima era de euforia: con el apoyo clave de los otros candidatos de la derecha, el candidato conservador llega a la segunda vuelta con una ventaja decisiva y con el camino prácticamente allanado hacia La Moneda.
La victoria para Jara, en cambio, ha sido semiamarga: obtuvo 26,7% de los votos, por debajo del apoyo con el que cuenta hoy el gobierno, mientras Kast superó las expectativas con 24,1%, en su tercera candidatura presidencial.
“Muchas gracias por sus votos y darnos su confianza. […] La democracia hay que cuidarla”, dijo Jara cerca de las 21, tras conocerse los resultados que la dieron primera por un margen mínimo. Aprovechó también para lanzarle un dardo a su rival: “Lamento que en los 16 años que estuvo de diputado nadie recuerde una sola ley que haya sacado por el bien del país”.
Jara seguía hablando cuando Kast salió al escenario para dar su discurso en su búnker en el exclusivo barrio de Las Condes. “Podemos reconstruir nuestra patria”, lanzó Kast, y aunque reconoció diferencias entre los candidatos de derecha, recalcó que “esas diferencias no tienen comparación alguna con lo que tenemos al frente” y llamó a un frente de “unidad” para derrotar al oficialismo.
Kast no estaba solo. En una postal contundente, lo acompañaba Evelyn Matthei, la candidata de la Unión Demócrata Independiente (UDI), de centroderecha, quien terminó quinta, con 12,7%, un desempeño más débil del esperado. También se sumó el libertario Johannes Kaiser, del ala más radical, que terminó cuarto con 13,9%.
“Vamos a respaldar la candidatura de Kast en segunda vuelta porque la otra alternativa es Jeannette Jara”, dijo tras conocerse los resultados. Aun así, advirtió: “Vamos a velar porque no se abandone la sana doctrina de la defensa de los principios de la libertad en un eventual futuro gobierno”.
La sorpresa de la jornada la dio el independiente Franco Parisi, que con 19,4% se instaló en el tercer lugar. Parte de su electorado —más cercano a la derecha liberal— también podría inclinarse por el postulante republicano. Entre los cuatro candidatos sumaron 70%, lo que deja a la izquierda en clara desventaja.
El clima festivo en el comando republicano se instaló desde las 19, apenas se conocieron los primeros resultados oficiales. Con tambores, banderas chilenas y música ensordecedora, los simpatizantes coreaban: “¡Se siente, se siente, Kast presidente!”.
Entre los dirigentes cercanos al dirigente, el clima pasó de la prudencia a la euforia de cara al balotaje. “El 14 de diciembre gana el cambio radical”, dijo Mara Sedini, vocera de Kast, frente a un escenario donde se esperaba un segundo discurso del candidato.
Kast ya perdió dos elecciones: en 2017 quedó fuera en la primera vuelta y en 2021 cayó en el balotaje frente a Gabriel Boric. Esta vez, sin embargo, llega con un impulso distinto: su giro estratégico —la moderación del tono, el abandono de la “batalla cultural” y un enfoque casi exclusivo en seguridad y economía— amplió su electorado más allá de la base dura del Partido Republicano.
Más temprano, tras emitir su voto, Kast había insistido en su llamado a la unidad. Se necesita “unidad para enfrentar los problemas que hoy día nos afligen, que son problemas en el área de la seguridad”, afirmó el candidato de 58 años. Señaló que tanto en zonas urbanas como rurales la ciudadanía espera que el futuro gobierno pueda resolver “los mismos problemas que ellos enfrentan”, entre ellos el auge del narcotráfico.
El propio Boric felicitó a los ganadores cuando la tendencia ya era irreversible. “Felicito a Jeannette Jara y José Antonio Kast por su paso a segunda vuelta”, dijo. “Confío en que el diálogo, respeto y el cariño por Chile van a primar ante cualquier diferencia”.
La seguridad y la migración irregular se consolidaron como los ejes de esta campaña presidencial. Chile llegó a las urnas en medio de un avance sostenido del crimen organizado, un aumento de los delitos violentos y niveles de percepción de inseguridad en máximos históricos: ocho de cada diez chilenos creen que la delincuencia se agravó en los últimos meses. Según Ipsos, en octubre un 63% mencionó el crimen y la violencia entre sus principales temores. En el plano económico, un 45% de los hogares declara que “no llega a fin de mes” y un 72% mantiene algún tipo de deuda. El desempleo inquieta al 45%, reflejo de expectativas laborales deterioradas. En ese escenario, el discurso de mano dura de Kast penetró con fuerza.
Estas fueron, además, las primeras presidenciales con voto obligatorio pleno: entre cinco y seis millones de chilenos que solían abstenerse debieron acudir a las urnas, ya que quienes no voten enfrentan multas de entre 30 y 100 euros. Para muchos analistas, este cambio favoreció a la derecha. “Son votantes de carácter bastante apolítico… que no responden a lógicas de derecha o izquierda, sino a una lógica más de bienestar individual”, explica Rodrigo Arellano, vicedecano de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo (UDD).
Con la inseguridad disparada y el mercado laboral estancado, “ese votante vota muy del termómetro político, y el termómetro marca que hoy un gobierno no ha cumplido”. Por eso —concluye— “el voto obligatorio beneficia a la derecha en este caso, y más aún el discurso de mano dura”.
La victoria de Jara es, en ese sentido, ambigua: pasó al balotaje, pero con un resultado menor al esperado y enfrentará una segunda vuelta cuesta arriba. Por la mañana, tras votar en el Liceo Federico García Lorca —el mismo donde estudió—, fue recibida con abrazos y cánticos. Allí insistió en su disposición a dialogar si resulta electa. “Quien quiere gobernar tiene que tener la capacidad de gobernar con todos los sectores”, afirmó. Y añadió que su mensaje se dirige “a la ciudadanía más que a los partidos políticos”.
El entusiasmo de sus seguidores contrasta, sin embargo, con un diagnóstico casi unánime entre los expertos: Jara carga con un doble lastre. Por una parte, representa al Partido Comunista, todavía resistido por parte de la sociedad chilena; por otra, es la abanderada de un gobierno desgastado.
El fracaso del proceso constituyente, el avance del crimen organizado, la lentitud de la recuperación económica, las tensiones internas y la percepción de promesas incumplidas minaron la base electoral que necesita movilizar. “La izquierda venía con las promesas más grandes, y ese fracaso generó una desilusión tremenda”, explica Gabriel Negretto, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid.
Las prioridades del país, coinciden los analistas, se han movido hacia otras urgencias. “Primero seguridad y después economía. Esa es la prioridad ciudadana, y quienes más partido le sacan son los candidatos de la derecha y la derecha radical”, resume Gilberto Aranda, profesor titular de la Universidad de Chile.
En ese contexto, Kast volvió a golpear al oficialismo. Dijo que “la continuidad no le hace bien al país” y criticó al Partido Comunista, donde milita su rival. Aseguró que esa fuerza “tiene una ideología muy marcada y no permite que se desarrollen todas las libertades como corresponde”.