Los mapas y fotos que muestran la muerte del Amazonas y por qué el mundo debería preocuparse

2


La conferencia de Naciones Unidas sobre el clima de este año (COP30) se celebra en Belén, ciudad del norte de Brasil, a menudo descrita como la puerta de entrada al Amazonas, la mayor selva tropical del mundo.

Se trata de un lugar simbólico, 10 años después de la COP de París, en la que se alcanzó un acuerdo histórico destinado a frenar las emisiones de gases que calientan el planeta hasta umbrales seguros.

Esos esfuerzos aún no dieron sus frutos, ya que las emisiones siguen aumentando, y el Amazonas, que absorbe grandes cantidades de C02 de la atmósfera, será clave en las medidas para dar por fin un giro a la situación.

Pero el futuro propio del Amazonas no está claro, tras décadas de deforestación y ahora de impactos climáticos, alertan los científicos.

En el estado de Pará, cuya capital es Belén, los niveles de destrucción de la selva tropical son los más altos del Amazonas.

Por ello, la BBC analiza en detalle el estado del Amazonas y las amenazas que se ciernen sobre él.

La selva amazónica se extiende por ocho países y un territorio de ultramar

Brasil, que ocupa el 60% del Amazonas, dice que va a intentar conseguir un acuerdo que proteja firmemente las selvas tropicales, a menudo situadas cerca del Ecuador, con árboles altos, en su mayoría de hoja perenne, y una exuberante vegetación que se sustenta gracias a las elevadas precipitaciones y a la humedad.

Pero el Amazonas también contiene llanuras aluviales, pantanos y sabanas.

Abarca más de 6,7 millones de kilómetros cuadrados de América del Sur, más del doble del tamaño de India, y es uno de los focos de biodiversidad más ricos del planeta.

Contiene:

Muchas de estas especies no se encuentran en ningún otro lugar.

Hogar de millones de especies animales y vegetales, cada capa de la selva tropical sustenta su propia re de vida

Además, cientos de grupos indígenas viven en la región.

Fuente: RAISG (JUN 2025), The World Wide Fund For Nature (WWF, 2022)

El río Amazonas es el más caudaloso del mundo y, con sus más de 1.100 afluentes, constituye con diferencia el mayor recurso de agua dulce del planeta.

Estas aguas desembocan en el océano Atlántico y desempeñan un papel importante en el mantenimiento de las corrientes oceánicas que pueden influir en los sistemas climáticos regionales y mundiales.

Y sus bosques son importantes sumideros de carbono, a pesar de que se descubrió que algunas zonas degradadas emiten más CO2 del que almacenan.

El Amazonas es también una importante fuente de alimentos y medicinas. Se extraen metales, incluido el oro, y podría convertirse en un importante productor de petróleo y gas.

La destrucción de grandes extensiones de bosque también convirtió a la región en un gran proveedor de madera.

Fuente: RAISG, Global Forest Watch

Las organizaciones conservacionistas afirman que se perdió hasta un 20% de la selva y que una superficie similar se degradó a causa de actividades humanas como la agricultura, la ganadería, la tala y la minería. Ahora también por la sequía y el aumento de las temperaturas inducidos por el clima.

El último punto álgido de deforestación se produjo en 2022, cuando se talaron casi 20.000 km2 de bosques, un aumento del 21% con respecto a 2021 y el peor año desde 2004, según el Programa de Monitoreo de la Amazonía Andina (MAAP) de Amazon Conservation.

Tras un cambio de gobierno en Brasil en 2023, la tasa de deforestación de la Amazonía brasileña se redujo inmediatamente a la mitad -aunque no en las regiones controladas por otros países- y el mundo se alegró.

Pero pronto se descubrió que algunas partes del Amazonas habían sufrido graves daños de los que tal vez no se recupere.

Esto no es sólo producto de años de deforestación, sino también de la crisis climática, que se perfila como una nueva amenaza para el ecosistema amazónico.

La sequía afectó los ríos que atraviesan la Amazonía, como el Tapajós

Un aumento significativo de la temperatura y prolongados episodios de sequía repercutieron en su funcionamiento básico, haciendo que el bosque, habitualmente húmedo, sea más seco y susceptible a los incendios forestales.

En septiembre de 2024, por ejemplo, hubo 41.463 focos de incendio en la Amazonía brasileña, la cifra más alta para ese mes desde 2010, según la agencia espacial brasileña, el INPE.

“Cada vez hay más sequías e incendios, lo que provocó un aumento de la degradación de varias zonas de la Amazonía”, afirmó Paulo Brando, profesor asociado de captura de carbono en ecosistemas de la Universidad de Yale (Estados Unidos).

“Esta degradación en diferentes partes se perfila como una gran amenaza para la Amazonía”, alertó.

Así es como surge el problema. La gigantesca región amazónica tiene sistemas climáticos internos: sus bosques hacen circular la humedad del océano Atlántico creando lo que se conoce como “ríos voladores” en el cielo.

Estos ríos atmosféricos dejan caer primero la lluvia sobre la parte oriental del Amazonas, cerca del Atlántico.

A continuación, el agua vuelve a elevarse en el aire, desde el suelo y la vegetación (mediante un proceso de evapotranspiración), y se desplaza más hacia el oeste antes de caer sobre otra parcela de la selva tropical.

Esta circulación de agua de una parcela de selva tropical a otra se produce en todo el Amazonas y explica en parte cómo la inmensa selva floreció.

Los ríos atmosféricos transportan vapor de agua a lo largo de la selva

Pero esa circulación de humedad, advierten los expertos, ahora se interrumpió.

Las zonas amazónicas que fueron deforestadas y degradadas no pueden hacer circular adecuadamente la humedad del océano y, como resultado, una cantidad mucho menor de ésta vuelve a entrar en la atmósfera a través de la evapotranspiración.

“Los mini sistemas de circulación de la humedad que estaban interconectados en toda la Amazonía están ahora rotos”, afirmó Matt Finer, científico de Amazon Conservation y coautor de un reciente informe sobre el papel de los ríos voladores y el destino de la Amazonía.

La región más afectada es la Amazonía occidental, más alejada del Atlántico, sobre todo el sur de Perú y el norte de Bolivia, dijo.

“La supervivencia de las selvas tropicales de Perú y Bolivia depende en realidad de que haya bosques intactos en Brasil, al este, ya que si se destruyen esos bosques, se rompe el ciclo del agua que crea los ríos voladores y no puede llegar a la Amazonía occidental. Todo está conectado”, explicó.

Este problema es especialmente grave en la estación seca, de junio a noviembre.

En los últimos años, los ríos de la selva amazónica registraron niveles de agua inusualmente bajos

En el pasado, la selva húmeda fue muy resistente a los incendios forestales, pero en las zonas donde no llueve esa resistencia se está debilitando.

Algunos científicos temen que el ecosistema de la selva tropical esté llegando a un punto de inflexión del que no podrá recuperarse y se perderá para siempre.

“Estos son los primeros signos del punto de inflexión que estamos viendo en algunas partes del Amazonas”, afirmó Finer.

Erika Berenguer, investigadora asociada del laboratorio de ecosistemas de la Universidad de Oxford (Reino Unido), coincide en que el riesgo es cada vez mayor, pero, al igual que Finer, afirma que algunas zonas se ven más afectadas que otras.

“Es un proceso muy lento que se está produciendo en ciertas partes”, explicó.

La agricultura, la cría de ganado y la minería arrasaron con miles de hectáreas de selva

Una menor circulación del agua en los cielos de la Amazonía no sólo significa un bosque menos sano, sino que también tiene enormes repercusiones en el río Amazonas y sus numerosos afluentes, afirmaron los expertos.

Varios ríos de la cuenca del Amazonas registraron niveles récord de estiaje en los últimos años, y en 2023 se produjo la peor sequía de los últimos 45 años.

Las condiciones secas de 2023 y la primera mitad de 2024 fueron provocadas en parte por El Niño, un sistema meteorológico natural en el que las temperaturas de la superficie del mar aumentan en el este del océano Pacífico, afectando a los patrones de precipitaciones globales, especialmente en América del Sur.

Millones de personas, buena parte de ellas indígenas, viven en la cuenca del Amazonas

Como si la deforestación y la crisis climática no fueran suficientemente perjudiciales, la minería ilegal -en particular la del oro– también causó daños incalculables al ecosistema de la selva tropical.

“Y ahora también se empezaron a extraer minerales de tierras raras en la región”, afirmó Berenguer.

Estos minerales se utilizan en vehículos eléctricos, turbinas eólicas, teléfonos móviles y satélites, por lo que son fundamentales para la economía moderna.

Aunque la minería no causa mucha deforestación, contamina los ríos, el suelo y la vegetación con sustancias químicas como el mercurio, que luego pueden envenenar a animales y seres humanos.

Según los expertos, también existe un vínculo cada vez mayor entre los mineros ilegales y la delincuencia organizada, incluidas las bandas que trafican con armas.

“Las redes criminales se están expandiendo por toda la Amazonía, lo que dificulta mucho el control de las autoridades sobre el terreno”, señaló Matt Finer.

La minería ilegal no solamente está destruyendo aéreas selváticas, sino que también está contaminando tierras y ríos de los que dependen los pueblos indígenas

El hecho de que la Amazonía se extienda por ocho países, cada uno con su propio sistema jurídico y su propio régimen de aplicación de la ley, se suma al reto de hacer frente a la delincuencia transfronteriza.

Otro posible motivo de alarma es el descubrimiento de grandes cantidades de hidrocarburos enterrados bajo la selva.

Según Info Amazonia, entre 2022 y 2024 se descubrieron reservas equivalentes a unos 5.300 millones de barriles de petróleo.

En el reporte se afirma que la región alberga casi una quinta parte de las reservas recientemente descubiertas en el mundo, lo que la convierte en una nueva frontera para la industria de los combustibles fósiles.

Incluso antes de estos descubrimientos y de las últimas investigaciones sobre los ríos voladores, el Panel Científico para la Amazonía demostró que más de 10.000 especies de plantas y animales corren un alto riesgo de extinción debido a la destrucción de la selva tropical.

Fuente: Importancia global de las aguas dulces amazónicas (Jenkis, 2025), WWF, BBC Research

La Amazonía sigue siendo un potente sumidero de carbono, capaz de absorber grandes cantidades del principal gas que calienta el planeta, el CO2.

En 2022, se estimaba que contenía 71.500 millones de toneladas métricas de carbono, por encima y por debajo del suelo, según el informe del Programa de Monitoreo de la Amazonia Andina (MAAP) publicado en 2024.

Esto equivale a casi dos años de emisiones mundiales de CO2 a los niveles de 2022.

Pero la deforestación, en la que se tala y quema la vegetación, y el impacto del cambio climático en la selva tropical amenazan con convertir más zonas de la región en emisores netos, afirmaron los científicos.

Perder la Amazonía equivale a perder la lucha contra la crisis climática, añadieron.

Solo en 2022, más de 20.000 kilómetros cuadrados de selva fueron deforestados

Los bosques tropicales también producen una cubierta de nubes que refleja la luz solar hacia el espacio y tiene un efecto refrigerante sobre el planeta.

Mientras esto continúe, se ralentizará el calentamiento de la Tierra.

“Así como los bosques tropicales como la Amazonía tienen la capacidad de almacenar carbono y limitar el calentamiento, también tienen la capacidad de enfriar el planeta”, afirmó Tasso Azevedo, científico forestal brasileño.

“Por eso llamamos a la Amazonía el gigantesco aire acondicionado para este mundo que se calienta”, dijo.

Y, como ya se indicó, la mayor cuenca de agua dulce del mundo influye notablemente en el clima mundial.

Los científicos destacaron que el vertido masivo de agua dulce en el Atlántico ayuda a determinar las corrientes oceánicas, y que las alteraciones de este vertido afectarían tanto a las corrientes como a los patrones meteorológicos regionales y globales que ayudan a modelar.

Por Navin Singh Khadka y Antonio Cubero BBC World Service