La obra que podría convertirse en el elefante blanco más austral del mundo

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Cinco meses después de estrenar su primer mandato, la presidenta Cristina Kirchner estaba en el Salón Sur de la Casa Rosada, pero con las palabras volvía a Santa Cruz, donde había vivido 27 años, según sus cuentas. Estaba encabezando el acto de apertura de ofertas para la licitación de la represa Cóndor Cliff, un proyecto sobre el río homónimo, que luego se rebautizó Néstor Kirchner.

Junto a La Barrancosa (el kirchnerismo la renombró Jorge Cepernic) iban a formar parte de las denominadas hidroeléctricas patagónicas, un fastuoso proyecto cercano a US$5000 millones.

Las centrales están ubicadas a 145 kilómetros de El Calafate y permitirán aumentar en un 4,5% la oferta nacional de energía eléctrica.

La represa Jorge Cepernic (antes La Barrancosa) tendrá una altura de 41 metros, estará equipada con tres turbinas tipo Kaplan que generarán 1780 GWh al año. A unos 65 km aguas abajo se encuentra la represa Néstor Kirchner (antes Cóndor Cliff), de 73 metros de altura, con cinco turbinas tipo Francis, capaces de producir 3167 GWh anuales. Todo lo anterior, según los planes.

La hidroeléctrica Kirchner tiene hoy un presente menos luminoso que el sueño kirchnerista. Después de diversos contratiempos, comenzó a construirse el 15 de febrero de 2015, poco antes de que el oficialismo perdiera las elecciones con Mauricio Macri.

La obra tenía un plazo original de 97 meses: debía haber terminado en marzo de 2023. Sin embargo, hasta el 24 de junio pasado, registraba un avance físico de 19%. Eso implica que, en promedio, la obra avanzó 0,15% por mes desde el inicio. Si ese ritmo se mantuviera, recién estaría terminada hacia septiembre de 2071.

Extracto de la resolución de uno de los reclamos que postergaron la obra

El cálculo es simple y brutal. En 129 meses se ejecutó menos de una quinta parte del proyecto. A ese paso, la central se terminaría casi medio siglo más tarde de lo previsto. Lo que debía construirse en poco más de ocho años necesitaría, al ritmo real, casi sesenta.

Las personas involucradas en el proyecto convalidan la proyección, pero aseguran que sería ridículo que eso ocurriera en la práctica. Entre otras cosas, porque si el proyecto arrancara con otro ímpetu, podría finalizar en 40 meses. Hasta ahora, chocó con algunos imprevistos. Uno de ellos fue la pandemia, que demoró todos los planes, pero también deslizamientos que obligaron a reajustar la propuesta técnica e implementar cambios en la obra.

El proyecto, sin embargo, enfrenta otras dificultades. En primer término, que la otra hidroeléctrica cercana, la Cepernic, está más avanzada, con un 46%. Por eso, la recomendación de Enarsa, responsable del proyecto, sostuvo que “resultaría más efectivo concentrar los recursos y la inversión en continuar primero con la represa Jorge Cepernic mientras se generan las condiciones técnicas y económicas para el reinicio de la otra represa Néstor Kirchner en una etapa posterior”. Lo hizo en respuesta a un pedido de acceso a la información pública que hizo LA NACION y respondió Guillermo Mastricchio, director de Obras y Proyectos de Energía Argentina.

Pese a lo anterior, el Gobierno tiene la voluntad de mantener vivo el proyecto. Prueba de eso es que le asignó $178.000 millones en el presupuesto como parte de una reprogramación de fondos destinada a atender los reclamos pendientes con el contratista y a preparar el reinicio de las obras este año.

La otra gran dificultad estuvo relacionada con los desacuerdos entre el Estado y la unión transitoria de empresas (UTE) a cargo del proyecto, integrada en un 54% por la china Gezhouba, en un 36% por Eling Energía (ex Electroingeniería) y en un 10% por la mendocina Hidrocuyo. Las peleas con esas empresas tenían otra particularidad: el dinero para hacer las obras viene de China.

Copia del documento que informó el freno de la obra

El acuerdo de financiamiento para las represas sobre el río Santa Cruz fue aprobado el 17 de julio de 2014. El 1° de agosto de ese año, se firmó el contrato entre el entonces Ministerio de Economía y Finanzas Públicas y tres bancos chinos como prestamistas: el China Development Bank, el Industrial and Commercial Bank of China (ICBC) y el Bank of China. El préstamo fue por US$4714 millones.

Desde la firma del acuerdo, la Argentina recibió seis desembolsos por parte de los bancos chinos. El primero, de US$300 millones, se concretó el 30 de enero de 2015, seguido por otros tres durante ese mismo año: US$150 millones en junio, US$150 millones en octubre y US$250 millones en noviembre. Tras una pausa de casi dos años, el quinto desembolso se realizó el 7 de noviembre de 2017, por US$500 millones. El último, también por US$500 millones, tuvo lugar recién el 9 de enero de 2023.

Es todo dinero ya hundido en el proyecto, por lo que no concluirlo sería muy costoso para el país.

Según la mirada del Gobierno argentino, la contratista desmovilizó de manera unilateral las obras en diciembre de 2023, mientras que los trabajos ya habían sido suspendidos un mes antes, también por decisión de la compañía, lo que derivó en una controversia importante que abarcó aspectos técnicos, económicos y legales.

En julio pasado, se firmó un memorándum para avanzar en la reactivación del proyecto. Uno de los más activos para resolver el problema fue el exjefe de Gabinete, Guillermo Francos (que salió del Gobierno la semana pasada). También se involucró el presidente de Enarsa, Tristán Socas, cercano al asesor Santiago Caputo.

El exjefe de Gabinete Guillermo Francos, junto al gobernador de Santa Cruz, Claudio Vidal; Wang Wei, embajador de la República Popular China en Argentina, y directivos de la empresa china GezhoubaTwitter

Si se toma en cuenta el presupuesto original de la obra, las entidades chinas aún deben girar US$2864 millones, que equivalen a un 60% del monto total. Hay nuevas dificultades geopolíticas que envuelven el futuro flujo del dinero.

La tensión cambiaria que afectó a la Argentina, en especial tras la derrota del oficialismo en Buenos Aires y la elección de medio término ganada por Javier Milei, llevó a que el país profundizara su relación con Estados Unidos. Una de las condiciones que manifiesta el gobierno de Donald Trump es la necesidad de reducir la presencia china en el país. Se lo preguntaron directamente al secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, en la conferencia de prensa en la que participó junto a Trump y Milei en la Casa Blanca, en octubre pasado.

“La asistencia estadounidense no está condicionada al cierre del swap con China. Cualquier información que afirme eso es incorrecta”, sostuvo. Y fue más específico: “Me refería más bien a los puertos, bases militares y centros de observación”.

Si no se acelera, la represa Néstor Kirchner podría convertirse en el elefante blanco más austral del mundo.