Qué es Antifa, el grupo extremista norteamericano al que Trump quiere declarar como “terrorista”

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Donald Trump anunció que designará al movimiento Antifa en Estados Unidos como una “organización terrorista”.

El presidente estadounidense hizo el anuncio en su plataforma Truth Social el jueves describiendo a Antifa como un “DESASTRE ENFERMO Y PELIGROSO DE LA IZQUIERDA RADICAL”.

También afirmó que “recomendará enfáticamente” que se investigue a quienes financian al movimiento.

Antifa, que es una abreviatura de “antifascistas”, es un término general para grupos activistas de extrema izquierda y no constituye una entidad única.

Publicación del presidente norteamericano, Donald Trump, sobre el movimiento Antifa. Fuente: Truth Social

Generalmente se concibe más como un movimiento poco definido, sin líderes, formado por manifestantes y activistas.

El anuncio de Trump surge después del asesinato del activista conservador Charlie Kirk el pasado 10 de septiembre.

Y aunque no se ha presentado evidencia que vincule con algún grupo al sospechoso del asesinato, Tyler Robinson, tanto Trump como altos funcionarios de su gobierno han culpado repetidamente a grupos de izquierda de crear un clima de hostilidad hacia los conservadores antes del asesinato de Kirk.

Los críticos afirman que Trump está utilizando el asesinato de Kirk como pretexto para reprimir a sus opositores políticos.

El movimiento experimentó un auge de interés con el ascenso de Donald Trump y su primera elección en 2016. Getty Images

Algunos académicos y expertos argumentan que la medida anunciada por Trump de designar a un grupo o movimiento doméstico como organización terrorista carece de fundamento legal y violaría la Primera Enmienda de la Constitución que protege la libertad de expresión.

Otros cuestionan cómo pretende el presidente perseguir a un grupo que no tiene un líder distinguido, ni una lista de miembros ni una estructura formal.

Pero, ¿qué es Antifa y a quién representa?

Antifa se opone al neonazismo, el neofascismo, el supremacismo blanco y el racismo, y más recientemente, a la extrema derecha y a lo que consideran como “un autoritarismo creciente” en el gobierno de Donald Trump.

El objetivo de Antifa es impedir que esos grupos tengan una plataforma para promover sus ideas, argumentando que la manifestación pública de estas conduce a ataques contra personas marginadas, incluyendo minorías raciales, mujeres y miembros de la comunidad LGBTQ+.

El argumento es que el antifascismo militante es inherentemente autodefensa debido a la violencia históricamente documentada que ejercen los fascistas, especialmente contra las personas marginadas”, dice Mark Bray, autor de “Antifa: el manual antifascista” y profesor de historia en la Universidad de Rutgers.

Según estudios independientes analizados por BBC Verify, en las últimas décadas ha habido más violencia política por parte de la derecha que de la izquierda. AFP via Getty Images

Aunque el grupo en ocasiones se cataloga como una organización de izquierda o de extrema izquierda, sus miembros se han focalizado en luchar contra la ideología de extrema derecha más que en promover iniciativas que representen a un sector determinado del sistema político.

A diferencia de los movimientos o los partidos de izquierda convencionales, el grupo no busca conseguir cuotas de poder, ganar elecciones o influir en la aprobación de leyes en el Congreso.

Con un fuerte discurso anticapitalista, sus tácticas han sido asociadas más con las de grupos anarquistas que con la izquierda tradicional.

Antifa se ha convertido en un blanco de ataque frecuente de influencers y políticos de derecha que consideran que el movimiento es un componente clave de una red de izquierda que, según ellos, busca socavar la libertad de expresión, el derecho a portar armas y el proyecto estadounidense en general.

Algunos grupos Antifa datan los orígenes de su movimiento en las luchas contra los fascistas europeos en las décadas de 1920 y 1930.

La palabra “Antifa”, de hecho, proviene del alemán antifaschistisch, que fue un grupo antifascista alemán de la década de 1930.

Mark Bray afirma que el Antifa estadounidense moderno comenzó en la década de 1980 con un grupo llamado Acción Antirracista. Sus miembros se enfrentaron a skinheads neonazis en conciertos punk en el Medio Oeste estadounidense y otros lugares.

Miembros de Antifa en un mitin del activista de extrema derecha Joey Gibson en Oregón en 2018. Getty Images

Pero, a principios de la década de 2000, el movimiento había desaparecido casi por completo en Estados Unidos.

Sólo experimentó un nuevo auge de interés con el ascenso de Donald Trump y su primera elección en 2016.

Desde entonces, los activistas de Antifa se han enfrentado habitualmente con manifestantes de extrema derecha y la policía, tanto en acaloradas discusiones en línea como en violentas protestas por todo Estados Unidos.

Algunos ejemplos de estos enfrentamientos son los que se dieron en las manifestaciones de extrema derecha de Charlottesville en 2017 y las protestas tras el asesinato de George Floyd a manos de la policía en Mineápolis en 2020.

Los críticos del movimiento afirman que lo que distingue a Antifa de la izquierda convencional es la disposición de algunos activistas a usar la violencia para promover su causa.

Los simpatizantes de Antifa, a su vez, afirman que el uso de la fuerza es en defensa propia o para proteger a sus comunidades.

Sus tácticas pueden llegar a incluir la destrucción de propiedad privada o, en ocasiones, la violencia física contra sus opositores.

En 2017, alrededor de 100 activistas enmascarados que portaban pancartas y banderas relacionadas con Antifa atacaron a un grupo de manifestantes de derecha en Berkeley, California, lo que derivó en múltiples detenciones.

Durante los disturbios que estallaron en Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd en 2020, un autoproclamado activista de Antifa de 48 años disparó y mató a un simpatizante de Patriot Prayer, un grupo de extrema derecha de la zona de Portland.

Los grupos Antifa también utilizan formas más tradicionales de organización comunitaria, como manifestaciones y marchas de protesta.

Como el movimiento busca interrumpir eventos de la extrema derecha y a sus oradores, emplean diversas tácticas, como gritar, corear y formar cadenas humanas para bloquear a los manifestantes de derecha.

En internet sus tácticas incluyen monitorear a la extrema derecha en redes sociales y también divulgar información personal sobre sus opositores.

Tras el asesinato de Charlie Kirk, BBC Verify ha encontrado publicaciones de algunos miembros autodenominados de Antifa en Reddit y X defendiendo el ataque.

Las facciones más extremistas suelen vestirse con ropa oscura y tapar su rostro y pueden portar elementos como palos, escudo, gas pimienta, cuchillos, ladrillos y cadenas.

La falta de una organización centralizada significa que las células de Antifa tienden a formarse de manera orgánica, tanto en línea como en persona.

Entre sus activistas se encuentran anarquistas, comunistas y socialistas radicales que comparten en general opiniones antigubernamentales, anticapitalistas, pro-LGBTQ y pro-inmigración.

Pero Antifa es a veces utilizado como un término genérico por políticos y comentaristas conservadores para incluir a otros grupos liberales y de izquierda a los que se oponen políticamente.

No está claro cómo la administración Trump planea etiquetar como organización terrorista lo que, en efecto, es un movimiento descentralizado y sin una estructura o jerarquía clara, y la Casa Blanca no ha ofrecido más detalles.

Además, el movimiento es una entidad nacional y, como tal, no es candidata a ser incluida en la lista de organizaciones terroristas extranjeras del Departamento de Estado.

En esta lista están incluidas organizaciones extremistas como el autodenominado Estado Islámico y al Qaeda y este año se incluyó también a varias bandas, pandillas y carteles de drogas latinoamericanos.

La designación de “organización terrorista” es importante porque implica que los miembros extranjeros del grupo pueden ser expulsados de los Estados Unidos, y otorga al gobierno la facultad de confiscar fondos y perseguir a los financiadores.

El movimiento ha despertado por años la ira de Trump, quien planteó inicialmente la idea de designar a Antifa como organización terrorista en 2020, en medio de las violentas protestas a nivel nacional tras la muerte de George Floyd.

El entonces director del FBI durante el primer gobierno de Trump, Christopher Wray, dijo en su testimonio que Antifa era “una ideología o un movimiento, no una organización” y como tal carecía de la estructura jerárquica que normalmente le permitiría ser designada como grupo terrorista por el gobierno federal.

“No conozco ningún mecanismo legal que permita declarar oficialmente a un grupo del ámbito nacional como organización terrorista”, le dijo a la BBC Luke Baumgartner, investigador del Programa sobre Extremismo de la Universidad George Washington.

“Por lo que sé, se trata solo de una proclamación en Truth Social (la red social de Trump) que no significa nada, y a menos que el Congreso quiera tomar medidas concretas, no creo que vaya a suceder”, afirmó.

Otros expertos que hablaron con BBC Verify señalaron que el derecho a la libertad de expresión, protegido en la Primera Enmienda de la Constitución, podría limitar la capacidad de Trump para aplicar dicha designación.

El profesor David Schanzer, director del Centro Triangular sobre Terrorismo y Seguridad Nacional de la Universidad de Duke, afirmó: “La Primera Enmienda protege el derecho de asociación, que abarca el derecho de las personas a formar grupos y prohíbe al gobierno interferir en las actividades de dichos grupos, salvo, por supuesto, que hayan infringido la ley”.

“La designación por parte del presidente como ‘organización terrorista importante’ no modifica esos derechos constitucionales fundamentales”, añadió.

Brad Evans, profesor de violencia política en la Universidad de Bath, advirtió que la falta de una estructura organizativa y una lista de miembros de Antifa “le da al gobierno una oportunidad extraordinaria para ampliar su competencia”.

“Esto significa que cualquier persona sospechosa de pertenecer a Antifa tendría que demostrar que no está asociada a ella. Los peligros de extralimitarse son más que evidentes”.

Otros expertos jurídicos cuestionan por qué la administración Trump no puede oponerse a Antifa en virtud de la legislación vigente que aborda delitos como la incitación a la violencia.

El anuncio de Trump se enmarca en una campaña más amplia que emprendió contra lo que llama “izquierda radical” tras el asesinato de Charlie Kirk.

El presidente afirmó que “la violencia política de la izquierda radical ha hecho daño a demasiadas personas inocentes y se ha cobrado demasiadas vidas”.

Las autoridades confirmaron que Tyler Robinson, acusado del asesinato de Kirk, tenía una “ideología izquierdista”, pero no han dado muchos detalles y no se le ha relacionado directamente con Antifa.

Esta semana, el Departamento de Justicia eliminó un estudio sobre la violencia política en Estados Unidos que concluía que el extremismo de derecha radical superaba a “todos los demás tipos de extremismo violento”.

La BBC preguntó por qué se había eliminado dicho estudio, publicado en 2024 por la agencia de investigación del departamento. El Departamento de Justicia respondió que “no tenía comentarios” al respecto.

BBC Verify ha revisado cinco estudios independientes que analizaron los ataques por motivos políticos en Estados Unidos durante las últimas décadas, y todos ellos sugieren que ha habido más casos de violencia política en EE.UU. cometidos por personas a las que los investigadores asignaron una ideología de derecha que de izquierda.

Sin embargo, dado que no existe una definición coherente o universal de la “derecha” y la “izquierda”, es difícil medir las tendencias de la violencia política a lo largo del tiempo.

El profesor Robert Pape, de la Universidad de Chicago, afirmó que en los últimos años se han registrado “máximos históricos en asesinatos políticos y tentativas de asesinato”, tanto de políticos republicanos como demócratas.

“Lo que vemos en nuestros datos sobre lo que ocurre cuando un líder político culpa a una de las partes de la violencia es que se produce un mayor apoyo a la violencia política, no menos”, añadió.

Por Shayan Sardarizadeh y Kayleen Devlin