Una empresa italiana marcó un hito productivo en una región argentina

0

ARRECIFES-. La agricultura regenerativa ya no es una tendencia, sino una necesidad. Se trata de un modelo que busca no solo producir alimentos, sino también devolverle a la tierra su capacidad de resiliencia, restaurar suelos, conservar el agua y proteger la biodiversidad. Bajo esa mirada, una empresa de capitales italianos con presencia en la Argentina decidió redoblar su compromiso con la sustentabilidad. Garfin Agro, fundada en 2001 por el empresario Stefano Garilli, lleva más de veinte años dedicada a la producción y comercialización de commodities y especialidades de alta calidad. Desde sus inicios, la compañía adoptó prácticas con foco en el medio ambiente y la innovación tecnológica.

Ese mismo año de su fundación, Garfin Agro adquirió varias estancias en tres zonas productivas de la provincia de Buenos Aires (norte, oeste y sudeste): La Esperanza, en Arrecifes; La Chita, en América; y La Morocha y La Estrella, en Balcarce. Con estas operaciones, la firma consolidó una base de 20.000 hectáreas propias bajo producción agrícola y ganadera.

El campo de Arrecifes con agricultura regenerativa

Según detalló a LA NACION Juan Ignacio Mateu, coordinador técnico de la compañía, la estrategia de Garfin Agro se apoya en “un modelo de agricultura con un proceso industrial, mucho seguimiento a campo, compromiso con el suelo, el ambiente y la diversidad”. Hace más de once años que la empresa implementa agricultura de precisión y sistemas digitales de monitoreo de lotes.

“Tenemos todo relevado con datos. Ponemos mucho foco en la información porque entendemos que es clave para tomar mejores decisiones productivas”, dijo.

El año pasado, Garfin Agro decidió sumarse al programa de agricultura regenerativa de Louis Dreyfus Company (LDC), una iniciativa que busca acompañar a productores en la implementación de prácticas sustentables que mejoren la salud del suelo y la biodiversidad.

Juan Ignacio Mateu, coordinador técnico de la compañía, dijo que uno de los desafíos más importantes de la compañía en Arrecifes fue enfrentar los problemas de erosión hídrica

“Nos pareció una propuesta excelente, porque iba muy de la mano de lo que veníamos haciendo. Encajaba perfecto con nuestra filosofía de trabajo y nos da la posibilidad de mejorar y avanzar junto a otros actores, intercambiar experiencias y crecer”, señaló Mateu.

La unidad operativa de Arrecifes abarca 5000 hectáreas, donde Garfin Agro lleva adelante un planteo intensificado en rotaciones y biodiversidad, con más de un 55% de doble cultivo. Según explicó el ingeniero agrónomo, en esta campaña se implantaron cultivos de cobertura como vicia con avena y camelina, además de trigo y cebada en invierno, mientras que algunos lotes quedaron en barbecho previo a la soja. El esquema productivo también incluye un rodeo de 400 madres, con planteos ganaderos de cría sobre pastizales naturales en cañadas y recría sobre avena, aprovechando el excedente de agua y nitrógeno disponible para transformarlo en carne.

Uno de los desafíos más importantes que tuvo la compañía en Arrecifes fue enfrentar los problemas de erosión hídrica. “Lluvia tras lluvia era muy común ver pérdida de suelo, cultivos que se arruinaban y daños por cómo corría el agua. Por eso, sistematizamos las 5000 hectáreas con terrazas, lectores planos, canales internos y estructuras hidráulicas. Con una inversión muy fuerte, entre 2019 y 2023, logramos recuperar superficies que estaban anegadas o enmalezadas”, explicó Mateu.

Para Alejandro Ramos Mejía, gerente comercial de Garfin Agro, el ingreso al programa de LDC también tiene un valor estratégico en el mediano plazo

En las 3000 hectáreas de América, la napa influye directamente en el manejo productivo, lo que convierte a la zona en un ambiente muy favorable. Sin embargo, con inviernos más secos, el nivel de doble cultivo no alcanza los registros de Arrecifes, aunque igualmente se logran productividades muy altas y un buen balance de materia orgánica a lo largo del año. La ganadería, en este caso, se desarrolla principalmente en los bordes de lagunas y en los bajos, con planteos de cría y recría sobre centeno.

En tanto, en las 12.000 hectáreas de Balcarce, divididas en cuatro subunidades, producen los cultivos tradicionales y algunas especialidades, como cebada cervecera. También trabajan en la multiplicación de semillas de maíz, trébol y vicia, con convenios con distintos semilleros. Con 1900 madres, allí se encuentra el planteo ganadero más importante de la firma, donde hacen ciclo completo (cría, recría y terminación a corral).

“Terminada la recría, se hace una simulación del negocio tanto del encierre propio como de la venta a terceros y finalmente se hace lo que convenga para la empresa. Desde que la compañía se instaló en el país, mantuvimos los planteos ganaderos”, indicó.

Para Marcelo Beltrán, investigador del Instituto de Suelos de INTA Castelar, productividad y sustentabilidad no van por caminos separados: “Si se hacen bien los deberes, la regeneración va de la mano con una mayor productividad”

Si bien el beneficio económico directo que brinda el programa por participar con diversas prácticas es acotado —unos 17 dólares por hectárea—, el verdadero valor está en los servicios ecosistémicos. “Lo determinante es la mejora en el manejo de la humedad y en la logística”, señaló.

Para Alejandro Ramos Mejía, gerente comercial de Garfin Agro, el ingreso al programa de LDC también tiene un valor estratégico en el mediano plazo. “Lo que nos suma es básicamente mostrarlo y que nos ayuden a medirlo. Las buenas prácticas ya son parte de la cultura de la empresa con nuestros propios ratios de medición, pero hacerlo junto a una multinacional que necesita de estos programas es un win-win. Nos ayudan a mostrarlo como lo quieren ver los consumidores finales, aguas arriba de la cadena”, explicó.

Ramos Mejía sostuvo que la firma tiene un recorrido avanzado en sustentabilidad, pero que siempre hay espacio para aprender. “La empresa produce de manera sustentable desde hace muchos años. Sin embargo, estos programas ayudan a definir qué variables quiere medir la industria y nos permiten pensar cómo monetizar esas prácticas. Por ahora el mercado no paga la sustentabilidad, pero creemos que en el futuro eso va a cambiar. Cuando se pueda monetizar más rápido se avanzan en este tipo de programas sustentables”, dijo.

Según el ejecutivo, la impronta europea del grupo inversor también incidió en esta visión. “Los europeos tienen otra mentalidad en relación con los recursos naturales, y eso está muy impreso en Garfin”, remarcó.

Con una trayectoria de más de dos décadas, dijo, la empresa busca consolidar su identidad en torno a la sustentabilidad. Y con su ingreso al programa de agricultura regenerativa de LDC es como reforzar su compromiso de producir alimentos cuidando el suelo, el agua y la biodiversidad, en línea con las demandas del futuro.

En el ámbito técnico, especialistas coinciden en que la sustentabilidad es un camino inevitable para la agricultura argentina. “El productor siempre fue muy innovador. Busca mejorar la calidad del suelo, las rotaciones y sus márgenes productivos. Hoy también se suma la demanda de los consumidores globales, que piden menor huella de carbono, más biodiversidad y mayor protección de los ambientes naturales”, explicó Marcelo Beltrán, investigador del Instituto de Suelos de INTA Castelar luego de una jornada a campo organizada por Syngenta en el lugar, una de las firmas que participan del programa. Para el especialista, productividad y sustentabilidad no van por caminos separados. “Si se hacen bien los deberes, la regeneración va de la mano con una mayor productividad”, aseguró.

En detalle, Louis Dreyfus Company lanzó su programa de agricultura regenerativa en la zona núcleo del país con el objetivo de fortalecer la resiliencia de los sistemas productivos frente al cambio climático.

En 2025, la meta inicial era alcanzar 10 productores y 10.000 hectáreas bajo manejo regenerativo, algo que ya lograron. Para 2026 buscan duplicar esa superficie y los productores adheridos. Y para 2030 planean llegar a 400 productores y 205.000 hectáreas, con soja y maíz como cultivos principales.

Verónica Vázquez, responsable de implementar el programa de LDC

Verónica Vázquez, responsable de implementar el programa, explicó que cada productor que quiere ingresar debe cumplir ciertos requisitos. “Pedimos un mínimo de 700 hectáreas, estar dentro de un radio de 500 kilómetros de la planta de General Lagos y ser cliente de LDC. También exigimos siembra directa en todo el establecimiento y cumplir con nuestra política de no deforestación”, indicó.

El programa ofrece beneficios económicos por la implementación de prácticas regenerativas, pero también ventajas logísticas clave. “Los productores reciben prioridad en la cosecha, ahorro en transporte y mayor tolerancia en la humedad en puerto. Eso genera un impacto real en su rentabilidad”, agregó.

Aunque el beneficio económico directo del programa es acotado —unos 17 dólares por hectárea, los productores que ingresaron al programa coincidieron que lo determinante es la mejora en el “manejo de la humedad y en la logística”.