Homo Argentum se ocupa de temas universales

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Tratando de entender el fenómeno Milei, la obra que hace poco publicamos con Ezequiel Burgo, dejó de pertenecernos a él y a mí y ahora les pertenece a los lectores. Exactamente lo mismo ocurre con Homo Argentum, la película que se acaba de estrenar, dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat, y protagonizada por Guillermo Francella.

Lectores y cinéfilos forman grupos heterogéneos, por lo cual, tal como era de esperar, a algunos les encantan las obras y otros las aborrecen; algunos se expresan en privado, otros en público. Con frecuencia les atribuyen a los autores intencionalidades (generalmente perversas) que a ellos no les inspiraron haber llevado adelante las iniciativas.

Soy uno de los tantos que vio la película. Me gustó mucho. Quiero compartir lo que sentí, que se ubica en las antípodas de la alimentación de la maldita grieta que les hace desperdiciar tanta energía a muchos argentinos.

¿Qué tiene de argentino que alguien no se haga cargo de las consecuencias de sus acciones, más allá de que no hubo intencionalidad en causar un daño; qué tiene de argentino que una herencia familiar genere peleas entre los beneficiarios; qué tiene de argentino que el director de una película no sienta en el plano personal lo que trasmite en la pantalla? En Noruega, ¿no habrá peleas por el reparto de los bienes?

Romeo y Julieta transcurre en Verona; el mercader de Shakespeare, en Venecia; Gianni Schicchi, en Florencia; Los puentes de Madison, en Iowa, Estados Unidos, y Madame Batterfly, en Japón.

Los autores ubicaron en un lugar y en un tiempo específicos cuestiones que aluden a la naturaleza humana. Cuando la terminé de ver dije: “Con Homo Argentum ocurre lo mismo”.

Nunca voy al cine o al teatro para aprender historia. Las horas más oscuras, que relata porciones de la vida de Winston Churchill durante la Segunda Guerra Mundial, coincide con lo que yo sabía del Primer Ministro inglés, excepto la escena del subte, que parece un invento del director. ¿Por qué la incluyó? De repente, porque se le cantó; o quería decir algo y lo expresó como pudo.

Levantemos la puntería. Quienes participan de manera entusiasta de la grieta se van a quedar afónicos, hablando a favor y en contra. Afortunadamente no agotan la totalidad de los argentinos. Si usted no pertenece a ninguno de esos dos grupos, vea la película, pásela bien y, si quiere, póngase a pensar.

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