En el último día del XXXIII Congreso de Aapresid, que se realiza en el predio de la Sociedad Rural Argentina (SRA), con la organización de Expoagro, se buscó mostrar casos concretos de éxito en sistemas integrados en acción. Entre ellos, uno captó especialmente la atención: el del productor Sean Cameron, quien subió al escenario vestido con la pollera típica, kilt, y otros elementos tradicionales de Escocia.
No fue un detalle menor. La fecha coincide con la conmemoración del arribo del primer barco de inmigrantes escoceses a la Argentina, hecho que dio origen a la comunidad de Chascomús. “Honor a ellos”, dijo Cameron, explicando el toque escocés de su presentación antes de comenzar a relatar una historia que abarca más de un siglo y varias generaciones.
“Mi bisabuelo fue el último de mis antepasados en llegar al país. Trabajó 20 años en la ganadería ovina en Tierra del Fuego, luego recorrió la pampa húmeda durante dos años buscando un campo y terminó comprando 5000 hectáreas en Pieres, a 20 kilómetros del puerto de Quequén”, recordó. Esa cercanía a un puerto, subrayó, “sigue siendo relevante hoy”.
El objetivo de su bisabuelo era trasladar a la región pampeana un manejo ovino-ganadero intensivo, inspirado en su experiencia en Nueva Zelanda y Tierra del Fuego. Hasta 1960, el campo fue básicamente una explotación ovina. Luego, con el tiempo, la agricultura comenzó a desplazar a la ganadería, incorporando también producción bovina.
El cambio se aceleró entre los años 70 y 90, con la revolución verde impulsada por Norman Borlaug, los trigos más productivos, los girasoles híbridos y el maíz híbrido. “Cuando empecé a trabajar, a mediados de los 90, hicimos un vuelco muy rápido hacia la siembra directa. En un año y medio pasamos de todo convencional a todo directa”, contó a la audiencia.
Esa transición estuvo acompañada por una estrategia clara: producción de commodities intensiva —trigo, cebada, maíz, girasol y poca soja— y reducción de costos mediante valor agregado propio. “Planta de silos, camiones, maquinaria y llegamos a eficientizar al máximo ese modelo”, repasó.
La innovación, sin embargo, había empezado mucho antes. Su padre importó en 1971 el primer equipo de riego autopropulsado hidráulico del país y, en 1990, el primer eléctrico. “Siempre fuimos intensificando esa parte de la empresa”, destacó.
La misión empresarial, heredada y adaptada, es clara: “Generar una renta ampliamente mayor a un alquiler de mercado y seguir viviendo en el campo como nuestro único hogar. Queremos ser una empresa atractiva para las futuras generaciones”, señaló.
En los últimos años, Cameron advirtió que “el negocio de commodities está estresado”. Los altos costos, la competencia de Brasil y Estados Unidos y los valores de alquiler presionan los márgenes. Por eso decidió apostar a la diversificación y al riego como ejes estratégicos.
“Una de las grandes bondades del riego es que mejora la renta y baja el riesgo al mismo tiempo. Eso es la panacea para cualquier inversor”, aseguró. Sus viajes a zonas áridas transformadas por el riego, como Canterbury Plains, en Nueva Zelanda, y el Columbia River Valley, en Estados Unidos, reforzaron su convicción.
La comparación fue inevitable: “Ellos, con 200 o 400 milímetros de lluvia, riegan todo y producen de todo. Nosotros, en la pampa húmeda y sobre un acuífero, ni cerca”, planteó. Con ese cambio de mentalidad, se abrió a negocios de mayor valor, como la producción de semillas de maíz y maíz dulce para la industria.
Un buen maíz de consumo, regado, puede facturar unos US$2000 por hectárea. Pero la semilla de maíz, si la campaña es buena, puede generar hasta US$30.000 por hectárea en facturación bruta, aunque distribuida entre varios eslabones de la cadena. “Pasás de ser un productor de commodities a un proveedor esencial de un producto de altísimo valor”, explicó.
El sistema se apoya en rotaciones diseñadas para riego: maíz dulce, trigo candeal, soja, maíz semilla, con cultivos de servicio como trébol blanco o vicia. “El trébol es excelente: cosechás, fija nitrógeno y después sembrás maíz sin fertilización inorgánica”, detalló.
Hoy cuenta con 14 pivotes centrales —seis eléctricos— con telemetría para monitoreo en tiempo real. Bajo riego, la producción se vuelve más intensiva y sostenida a lo largo del año, incluso en verano, cuando la mayoría de los campos está en pausa.
Otro diferencial es el aprovechamiento de las fechas de liberación de los lotes: “Un maíz dulce lo cosechás en febrero y en abril ya podés sembrar otro cultivo, a diferencia de un maíz de consumo que libera el lote en julio”, explicó.
La estrategia, según Cameron, no solo mejora la rentabilidad y la sustentabilidad, sino que también genera empleo y demanda de servicios en la zona. “Es mucho más participativo, requiere más mano de obra y te mantiene activo todo el año”, afirmó.
El caso de Cameron, expuesto en el Congreso, muestra que la innovación, la diversificación y la visión a largo plazo pueden transformar un modelo productivo. Desde la pollera escocesa hasta el riego inteligente, el espíritu pionero sigue intacto.