¿Llegó la hora de cambiar la estrategia para evitar una guerra nuclear?

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PARIS.- El 6 de agosto de 1945, una bomba atómica estadounidense arrasó la ciudad japonesa de Hiroshima. Desde entonces, algunas potencias se dotaron de armas nucleares con el argumento de establecer un “equilibrio del terror” o una llamada “paz nuclear”, gracias a la cual la presencia de ese armamento disminuye el riesgo de escalada de la crisis, ya que las partes buscarán evitar situaciones que podrían conducir a un ataque de esas magnitudes. Hoy, muchos especialistas consideran que es necesario repensar esa política de defensa, especialmente en Europa.

Hace 80 años, el mundo quedó espantado ante la capacidad de destrucción de la bomba atómica. Según los datos proporcionados por la ciudad de Hiroshima a Naciones Unidas en 1976, el número de muertos se estima en 140.000 más 10.000 a finales del año 1945.

El número total de víctimas rondará los 200.000 en los años siguientes, fallecidas por sus heridas o por las radiaciones cancerígenas. Tres días después, una segunda bomba atómica golpeó la ciudad de Nagasaki, provocando la muerte súbita de 40.000 personas, y un número total de víctimas fatales estimado en 100.000 hasta la fecha.

En esta foto de archivo del 8 de septiembre de 1945, un corresponsal aliado se encuentra entre los escombros frente a la estructura de un edificio que alguna vez fue un centro de exposiciones y una oficina gubernamental en Hiroshima, Japón, un mes después de que Estados Unidos lanzara la primera bomba atómica jamás utilizada en la guerra el 6 de agosto de 1945Stanley Troutman – AP

Tan grande fue el traumatismo mundial, que después de Hiroshima y Nagasaki nunca más se volvió a utilizar el arma nuclear contra las poblaciones, convirtiéndose en un arma de disuasión que, para algunos, habría contribuido a evitar una tercera guerra mundial.

“Arma defensiva”, “paz nuclear”, “equilibrio del terror” o “destrucción mutua asegurada” son elementos del lenguaje de los Estados dotados de armas nucleares. Esos conceptos tal vez sirven para describir la filosofía de esos Estados, pero los analistas evitan tomarlos como una descripción de los efectos de esas políticas. Sin olvidar que el período posterior a 1945 obviamente no puede describirse como un período de paz. Incluso hay muchos expertos que consideran “falsos” esos conceptos.

En esta foto de archivo del 8 de septiembre de 1945, dos personas caminan por un sendero despejado a través de la destrucción causada por la detonación de la primera bomba atómica el 6 de agosto en Hiroshima, al oeste de JapónUS Air Force

‘Disuasión nuclear’ no significa ausencia de explosiones nucleares. De hecho, todos los Estados dotados de armas nucleares, con la excepción de Sudáfrica, han realizado pruebas nucleares a menudo presentadas como necesarias para establecer un arsenal creíble. Hablamos de más de 2000 explosiones, de las cuales 543 en la atmósfera, equivalentes a 29.000 Hiroshima. Solo en Kazajistán, más de un millón de personas fueron contaminadas por las pruebas nucleares soviéticas. En la Polinesia Francesa, la prueba Centauro de julio de 1974 contaminó a más de 100.000 polinesios”, ennumera Héloïse Fayet, investigadora en el Instituto Francés de Relaciones Internacionales.

Para Fayet, además de esas explosiones efectivas, las prácticas comunes de Rusia ilustran lo contrario del carácter supuestamente pacificador de las armas nucleares: la amenaza de su uso puede cubrir, e incluso fomentar, acciones agresivas como la guerra en Ucrania. Las incursiones paquistaníes en India en Kargil en 1999 y los ataques de 2001 y 2008 son otros ejemplos de esa dinámica.

“La amenaza de un ataque nuclear como estímulo para la agresión remonta a la guerra de Corea, en 1950. Y en Sudáfrica, el régimen del apartheid se permitió penetrar más profundamente, con mayor regularidad, con armas más pesadas y más tropas en Angola desde 1979, cuando esperaba disponer pronto de armas nucleares”, señala.

Personas alzan pancartas durante una concentración por la paz frente al Consulado General de Japón, el martes 5 de agosto de 2025, en Nueva YorkYuki Iwamura – AP

En algunos casos, lo que ha impedido explosiones nucleares no deseadas no es la disuasión nuclear, sino factores independientes del control de los actores, como fallas técnicas o la desobediencia de los responsables de las armas. En una palabra, la suerte. La falta de transparencia en ese ámbito hace que sea posible que el mundo haya tenido aún más suerte de lo que todos imaginan.

“Por otra parte, la noción de ‘paz nuclear’ sugiere erróneamente que las amenazas de ataques nucleares siempre disuaden al agresor de atacar. Sin embargo, existen numerosos ejemplos que demuestran lo contrario”, analiza Benoît Pelopidas, fundador del programa de estudio de los saberes nucleares en Sciences Po (Ceri).

Aunque hace mucho tiempo que el arma nuclear dejó de ser patrimonio exclusivo de Estados Unidos y Rusia —que poseen entre ambos el 90% de las mismas—, el número de países que la tienen sigue siendo relativamente limitado. Muy por detrás de ambos se ubica China, tercera potencia nuclear mundial con 600 ojivas, Francia (290), el Reino Unido (225), India (180), Pakistán (170), Israel (90) y Corea del Norte (50).

Kunihiko Iida, sobreviviente de la bomba atómica y guía voluntario que habla inglés con visitantes extranjeros, mira al cielo frente al Monumento a la Paz de los Niños, donde se ofrecen grullas de papel en honor a las víctimas de la bomba atómica de 1945, el miércoles 9 de julio de 2025, en Hiroshima, oeste de JapónEugene Hoshiko – AP

Todos los Estados nucleares lo asumen y lo publicitan. Salvo Israel, cuya doctrina consiste en no reconocer que posee ese tipo de arsenal desde 1967. Pero, incluso en este caso, cuando se habla de “tabú”, se olvida que los funcionarios israelíes se aseguran regularmente de que sus enemigos lo sepan. La mayoría de los Estados del planeta —al menos 143— nunca se interesó en estos sistemas de armas, y la mayoría de los que se interesaron, renunciaron a ellos. Y no es simplemente por falta de capacidad: solo baste evocar el caso de Suecia.

“Entre otros factores, la mayoría de los Estados han elegido una estrategia de seguridad nacional que no exige amenazar con cometer un asesinato masivo, y posiblemente causar el fin de la civilización, y obligarse a hacerlo salvo perder toda credibilidad si la disuasión fallara”, explica Pelopidas.

Recientemente, Washington justificó sus ataques en Irán en nombre de la “contraproliferación” del arma nuclear. Sin embargo, según muchos expertos, el uso de la fuerza con ese fin no solo es ilusorio, sino contraproducente.

“Antes que nada, los ataques estadounidenses e israelíes contra instalaciones iraníes fueron contrarios al derecho internacional. Sin contar con que Israel asesinó científicos nucleares iraníes durante años. Sobre la eficacia, un trabajo comparativo ha mostrado que el uso de la fuerza contra programas nucleares solo produce un retraso modesto, y cuanto más avanzado está el programa, más modesto es el retraso”, dice el geopolitólogo Frédéric Encel.

Esta imagen satelital, cortesía de Maxar Technologies, muestra camiones de carga estacionados cerca de una entrada subterránea a la Planta de Enriquecimiento de Combustible Fordow de Irán, en Fordo, que luego fue atacada por EE.UU.– – Satellite image ©2025 Maxar Tech

Un estudio histórico del bombardeo del reactor iraquí Osirak por la fuerza aérea israelí en 1981 duplicó la motivación de Saddam Hussein de dotar a su país de armas nucleares y los recursos dedicados a este objetivo.

Para Encel, “puede que los ataques hayan retrasado un poco la producción de uranio altamente enriquecido, pero reforzaron la posición de las facciones pro-bomba en Irán contra la fatwa de 2005, que estipula que la posesión del arma nuclear es contraria a las prescripciones del islam”.

“A mediano plazo, creer que el uso de la fuerza sin mandato del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en nombre de la contraproliferación es legítimo, y aceptar sin pruebas que es más eficaz que otras alternativas, es facilitar el recurso futuro a más violencia en nombre de la sospecha, inverificable, de proliferación”, agrega.

Desde el comienzo del segundo mandato de Donald Trump, la idea de un “paraguas nuclear” europeo independiente gracias a los arsenales de Francia y del Reino Unido se abre cada vez más camino. Para Pelópidas, sin embargo, la imagen de paraguas nuclear es una inversión de la realidad.

Un voluntario coloca faroles de papel en el río Motoyasu, después de que los visitantes los soltaran para conmemorar el 80.º aniversario del primer ataque atómico del mundo, en la ciudad de Hiroshima, el 6 de agosto de 2025RICHARD A. BROOKS – AFP

“Un paraguas es capaz de mantenernos secos cuando cae la lluvia. Sin embargo, si la ‘lluvia’ nuclear cayera, no habría paraguas. Al menos desde que se combinaron misiles balísticos imposibles de interceptar con explosivos termonucleares, hace más de 60 años. Más aún, nuestras armas nucleares serían objetivos prioritarios. Porque Rusia prevé limitar los daños —es decir, la destrucción del mayor número posible de armas enemigas antes de que sean lanzadas contra Moscú— si la disuasión fallara”, señala Pelopidas.

Contrariamente a los que piensan muchos de sus colegas, para Pelopidas “no hay ni hubo nunca un paraguas nuclear”.

“La pregunta que hay que hacerse es más bien: ¿qué política de defensa hay para Europa que tenga en cuenta la realidad de la vulnerabilidad nuclear y la multiplicidad de amenazas, incluida la huella carbono del rearme y sus efectos en el cambio climático, los efectos futuros del cambio climático sobre los arsenales nucleares y los costos de oportunidad y riesgo asociados? Y, sobre todo, ¿qué política de defensa que no fomente la proliferación atribuyendo a estas armas beneficios que no tienen?”, concluye.