Corría el 20 de julio de 1974, cuando los habitantes del norte de Chipre se vieron obligados a abandonar sus hogares tras la invasión del ejército turco, en el marco de una disputa étnica y territorial entre Turquía y el gobierno chipriota. Varosha, un suburbio de la ciudad de Famagusta con acceso al mar, fue una de las zonas más afectadas. Los grecochipriotas huyeron de inmediato, dejando sus quehaceres con la esperanza de regresar pronto. Pero eso nunca ocurrió: días después, la autoproclamada República Turca del Norte de Chipre prohibió el acceso al público y cercó la playa de arena blanca, las calles y todos los puntos estratégicos. Así se selló el destino de un balneario que solía compararse con la Costa Azul y que aspiraba a convertirse en la “Miami europea”.
Desde hace 51 años, Varosha es un pueblo fantasma, con esqueletos de edificios en ruinas, esperando que sus propietarios de ascendencia griega puedan regresar alguna vez. A pesar de las críticas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y de la Unión Europea (UE), la administración del Estado turco autoproclamado, habilitó en 2020 un turismo controlado. Desde entonces, la zona se volvió una atracción mundial no solo por sus aguas cristalinas, sino también por su entorno lúgubre que remite a un final apocalíptico.
Antes de la invasión turca a Chipre, Famagusta albergaba el puerto más grande de la isla. Tenía 40.000 habitantes y contaba con Varosha, un pequeño poblado en su área metropolitana que, entre 1960 y 1974, se perfilaba como un destino ideal para millonarios y celebridades como Elizabeth Taylor y Brigitte Bardot, según un artículo de la BBCpublicado en 2024. Allí se concentraban tiendas de lujo y más de la mitad de los hoteles del país. Era una promesa. Y todos lo sabían.
Pero su esplendor duró poco. Con la llegada del ejército turco, los grecochipriotas que vivían allí fueron evacuados de inmediato. Muchos dejaron las camas sin hacer, la comida lista en la cocina y otras tareas cotidianas inconclusas. La mayoría se refugió en el sur de la isla, donde las tropas no habían llegado.
Por intervención de la comunidad internacional, Chipre fue dividido en dos mediante una “Línea Verde”. Desde 1974, los descendientes de la etnia griega no pudieron regresar. Famagusta quedó partida: la parte norte, ocupada por fuerzas turcas, y la parte sur,aun bajo control de la República de Chipre.
En Varosha, el ejército turco colocó vallas, cercó la playa e instaló puestos de seguridad por toda la zona para impedir el regreso de quienes habían perdido sus casas, departamentos, comercios y parte de su historia.
El periodista sueco Jan-Olof Bengtsson fue el primero en obtener un permiso para recorrer Varosha. En el sitio web de la municipalidad de Famagusta se recordó lo que escribió hace 48 años: “El asfalto de la carretera se agrietó bajo el calor del sol. Y a lo largo de las veredas crecen arbustos. Hoy, septiembre de 1977, las mesas de desayuno siguen puestas. La ropa todavía está colgada y las lámparas, encendidas. Varosha es una ciudad fantasma”.
Hace cinco años que la ONU controla parte de la ciudad balnearia donde no se puede ingresar, aunque en 2020, el gobierno de facto —reconocido únicamente por Turquía— permitió la entrada de los primeros turistas a Varosha. El recorrido se limitó a un perímetro específico, con un escenario desolador: concesionarias con autos sin vender, árboles que invadieron livings enteros y edificios corroídos.
Esto provocó el rechazo de la UE y de la ONU, que advirtieron que la medida podía significar un retroceso en los intentos por alcanzar la paz en la región. Aun así, se desoyeron las resoluciones 550 y 789 de la ONU, que instan a la retirada de las fuerzas turcas y al restablecimiento pleno de la República de Chipre.
LA NACION se comunicó con el Viceministerio de Turismo de la República de Chipre e indicaron que para cruzar la Línea Verde es necesario llevar el documento de identidad o pasaporte. Y aclararon: “No hay conexiones de autobús, pero es posible cruzar a pie desde los puestos de control de la calle Ledra y Agios Dometios (Lefkosia)”.
Sin embargo, enviaron una advertencia a quienes piensan viajar allí. “No recomendamos las visitas ni las pernoctaciones”. Además, insistieron en que se trata de una zona ocupada donde se está haciendo “uso de los hoteles y alojamientos de los refugiados grecochipriotas”.
Quienes llegan, deben saber que solo la calle principal que conduce a la playa está habilitada para los extranjeros. Allí se pueden ver algunos puestos de comida móviles, sombrillas y reposeras. Los caminos laterales están prohibidos, al igual que tomar fotografías en ciertos sectores. Los grecochipriotas y sus descendientes tienen prohibido ingresar a sus antiguas casas, escuelas o restaurantes favoritos.
Que Varosha sea hoy una atracción turística duele a muchos. Hace una semana, en un nuevo aniversario de la invasión turca, el municipio de Famagusta expresó en un comunicado: “La ocupación sigue siendo la causa de una profunda injusticia y de la división que vivimos como pueblo. No es simplemente un momento histórico, sino una herida que continúa abierta, que sangra en nuestra alma y obstaculiza nuestro futuro”.
La entrada Fue un destino lujoso, aspiraba a ser “la Miami de Europa”, pero terminó en escombros y hoy la pueden visitar se publicó primero en DIARIO DIGITAL MORENO MEDIOS.