Los musulmanes ahmadíes lanzan un poderoso mensaje al mundo islámico en el corazón de Occidente

1


GUILDFORD, Inglaterra.- El grito es ensordecedor y la coordinación perfecta para pasar a un silencio absoluto antes de abandonar una carpa de dimensiones faraónicas levantada en un área protegida en las afueras de Alton, Hampshire.

Las sonrisas son el denominador común en las 46.000 personas que terminaron de aclamar a Hazrat Masoor Ahmad, el quinto khalifa y líder espiritual de la Comunidad Musulmana Ahmadía, después del rezo del zohr, la segunda plegaría del día en los mandatos del Corán. La marea humana se dispersa por las 11 hectáreas del predio ensimismados mientras la muchos reflexionan sobre las palabras del huzur (su santidad, en urdu), que les dio la bienvenida a la Jalsa Salana (reunión anual) de cuatro días de la institución y los invitó a honrar a los invitados de más de un centenar de países asistidos por 7000 voluntarios llegados de todos los rincones del planeta.

Hazrat Masoor Ahmad guía a más de 15 millones de devotos de la religión monoteísta más joven y populosa del mundo, el islam, que están esparcidos en más de 180 Estados y que declaran, promueven, enseñan y comparten los principios de Alá sobre la base de una fe profunda, protectora de la humanidad y en hermandad total con otros credos.

En esta ciudad levantada en el medio de la nada, en las afueras de Alton, miles duermen, comen y conviven durante la Jalsa Salana en más de 210 carpas funcionales para comedores, baños, salas de reuniones y cocinas controladas por celosas medidas de seguridad (cámaras, detectores de metales y guardias), pero sin que se advierta una sola arma de fuego durante la duración del evento.

Los recaudos se entienden cuando se lee la historia de los ahmadíes, una más de las más de 70 sectas que concentraba el islam al momento de su fundación, en 1889, por Hazrat Mirza Ghulam Ahmad, nacido en Qadian, la India, que se autoproclamó el mahdi (mesías) tras recibir la revelación divina con la que Alá lo bendijo como el Reformador, destinado reestablecer en la Tierra la fe que se había evaporado. En línea con el mandato divino, Ghulam Ahmad se reveló al mundo como el mahdi, cuyo advenimiento había sido profetizado por Mahoma y esperado durante siglos por los musulmanes durante más de 13 siglos. Los clérigos musulmanes, primero en la India y después en el mundo, lo condenaron por apóstata y luego promovieron su asesinato.

“El objeto de fundar esta comunidad es conseguir un grupo de hombres bondadosos que sean modelo de rectitud y virtudes, para que un gran número de estas personas virtuosas ejerzan su influencia sobre los seres humanos con sus vidas ejemplares de altas cualidades morales y espirituales y su solidaridad sea motivo de gran bendición, grandeza y consecuencias positivas para la humanidad. Intentad por todos los medios que sus bendiciones se extiendan por todo el mundo; que en cada corazón surja el amor puro a Dios y a los hombres y que de este amor brote una fuente cuyas aguas conformen un gran río de espiritualidad”, fue el mensaje de Ghulam Ahmad a sus seguidores, que lógicamente sostienen y respetan los cinco pilares del islam: la shahada (profesión de fe), salat (oración), zakat (caridad), sawm (ayuno) y haj (peregrinación).

Jalsa Salana UK 2025Gentileza

Ahmadíes o no, parlamentarios de varios países, reyes africanos, funcionarios de organismos internacionales, lores británicos y representantes del Vaticano se cruzan y se mezclan con fieles llegados de Benín, Indonesia, Bolivia o Costa de Marfil, entre otras naciones, por las anchas calles asentadas en plataformas plásticas sobre el pasto. Allí se frenan, saludan con el salam allykum (“la paz esté con vos”) y empiezan breves charlas, todas distendidas y amenas. Unas pocas se hunden en la historia como la de un senador norteamericano de California que escucha la mudanza de los ahmadíes al naciente Pakistán tras la fractura de la India entre hindúes y musulmanes en 1947.

Mohammad Ali Yinah, fundador del nuevo país, se apoyó en la comunidad, que adhería y fue la punta de lanza en la lucha por una patria independiente para los musulmanes indios. Yinah se sirvió del trabajo y del intelecto ahmadí al punto de nombrar como primer canciller a sir Mohammad Zafrullah Khan, un actor relevante en la consolidación y la seguridad del Estado naciente.

A pocos metros del senador californiano, intrigado por el escándalo de las criptomonedas que salpica al presidente Javier Milei y que le recuerda a uno similar que enfrenta Donald Trump, dos imanes africanos con sus ropas pasadas de coloridas y vasos de chai (leche y té especiado con canela y cardamomo) en sus manos les explican a dos fieles de Ghana la caída en desgracia y el éxodo ahmadí de su país de origen, maniobra ejecutada tras el golpe militar de 1977 y luego sostenida por los sucesivos gobierno hasta la actualidad.

Tres años antes, el primer ministro Zulfikar Ali Bhutto sembró la semilla de la persecución y la violencia cuando promulgó una enmienda constitucional que hasta hoy declara a los ahmadíes “no musulmanes”; consecuentemente les prohíbe adoptar cualquier actitud, postura o expresión de un fiel islámico. Tampoco pueden llamar mezquitas a sus centros religiosos y no tienen permitido “posar directa o indirectamente como musulmanes, o referirse a su fe como el Islam o predicar o propagar su fe o invitar a otros a su fe, por palabras, habladas o escritas o por representaciones visibles o de cualquier otra manera” bajo pena de prisión rigurosa y multa ilimitada. Para que no queden dudas, en sus documentos oficiales están marcados, incluidos pasaportes, como “ahmadí”. Así, tienen vedado el ingreso en Arabia Saudita, promotora y guardiana de la ultraconservadora rama wahabita, y de La Meca, la ciudad a la que todo musulmán debería peregrinar una vez en la vida (el haj).

Mientras miles esperan al aire libre con la mirada en pantallas gigantes la llegada del khalifa para el rezo de la tarde, detrás de las carpas ingresan toneladas de comida para alimentar a los 46.000 asistentes con el mismo menú, sin distinciones: cordero, arroz y pollo, en salsas superpicantes, acompañadas de pitas (pan árabe) hechas en el día en una panadería que produce 100.000 unidades por jornada (dos para cada asistente).

En sus sermones antes de los rezos, el huzur retoma una fuerte autocrítica del comportamiento de sectores musulmanes desviados de los verdaderos principios del islam. Son los mismos a los que responsabiliza de alimentar la demonización del culto que agitan grupos radicalizados en el orden global. Hazrat Masoor Ahmad después aborda la tensiones del mundo musulmán, la intransigencia de la mayoría de los liderazgos islámicos y la agenda política, ahora dominada por la guerra en Gaza y la tibieza de la respuesta de los países islámicos que atraviesa el pueblo palestino. Su comunidad en la Franja fue silenciada por Hamas, el grupo terrorista que mató a más de 1200 civiles y secuestro a 250 personas en Israel en octubre de 2023.

Un militar británico le cuenta a LA NACION que la persecución en Pakistán no cede. El oficial retirado de la Fuerza Aérea, también profesor en una escuela de guerra, trabaja para Thales, el gigante de la defensa francesa, y estaba concentrado en el proyecto de desminado del mar Negro, drama secundario de la guerra en Ucrania, y decidió escaparse a Alton.

Es ahmadí y pide su anonimato no por su fe, sino por su profesión. De fondo se escucha al huzur pidiendo no olvidar a los hermanos de la comunidad acosados en Pakistán.

“Aquí, en Alton, en este predio, hay bondad; honramos nuestro lema ‘Amor para todos, odio para nadie’ [Love for all, hatred for none]. Nadie discute. Todo es hermandad y respeto por el otro. Claro que no aceptamos la opresión, pero estamos en el camino de la piedad. Nos asesinan, nos meten presos, nos torturan, nos ahorcan. Pero nunca abrazamos la violencia, que no es el islam; el terrorismo, tampoco es islam. Nuestro hudur marca permanentemente la compasión, la tolerancia y el respeto por la vida”, cuenta el militar que en un guiño por su simpatía con la Argentina dice en voz baja que al referirse al conflicto en Atlántico Sur los llama como “la guerra de Malvinas, alias Falklands Islands”.

Jalsa Salana UK 2025Gentileza

El venerado Hazrat Masoor Ahmad terminó de hablar y abandona la megacarpa atestada de miles de hombres (una igual, a pocos metros, tienen las miles de mujeres que también asisten al Jalsa Salana). Aparece distendido, con paso lento, pero saludable tras una compleja operación coronaria que por ahora le impide visitar las comunidades ahmadíes en el mundo y mantener reuniones cara a cara con líderes globales para insistir en la denuncia de la persecución a sus fieles por el gobierno y los mullahs de Pakistán.

Los gritos de una despedida disciplinada se esfuman y vuelve la quietud. La seguridad reclama paciencia a la gente que se retira. Se ven rostros con lágrimas después de haber llorado en el asr, el tercer rezo del día.

Adnan, un alemán adolescente que vive en Berlín, llegó con sus padres después de que se suspendiera en encuentro previo de la comunidad en ese país. Es parte de unos miles que se sumaron al Jalsa Salana -el encuentro de musulmanes más grande en el Occidente- para escuchar su santidad y comparte las sensaciones que le dejó la reunión de cuatro días en los que prácticamente no llovió -¿milagro de Allah?-: “La humanidad primero. Siempre”.