Cada vez más conductores en la Argentina eligen la moto como aliada para enfrentar el tránsito urbano. En medio de embotellamientos, demoras y costos crecientes de los autos, las dos ruedas ofrecen una alternativa veloz y accesible para moverse en entornos congestionados. Pero ese cambio en los hábitos de movilidad trae consigo nuevas exigencias; entre ellas, mantener la moto en condiciones óptimas, especialmente los neumáticos.
Lo que en principio se pensó como una salida económica terminó por transformarse en una elección estratégica. Las motos ganaron terreno en ciudades como Buenos Aires, Córdoba o Rosario, replicando una tendencia que ya se consolidó en otras grandes capitales latinoamericanas, como San Pablo, Bogotá o Lima. En esos contextos, repartidores, trabajadores independientes y jóvenes profesionales adoptan este medio de transporte no solo por sus costos reducidos, sino por su capacidad para sortear el tráfico con mayor agilidad que un auto o un colectivo.
Sin embargo, el crecimiento del parque motovehicular también obliga a redoblar la atención sobre aspectos de seguridad. Uno de los más críticos —y muchas veces subestimado— es el estado de las cubiertas. La presión correcta no solo incide en la duración del neumático: también influye en la estabilidad de la moto, su respuesta ante maniobras bruscas, la eficiencia del consumo de combustible y el comportamiento general del vehículo sobre el asfalto.
Con una presión baja, la rueda pierde firmeza, aumenta la resistencia al rodar, se vuelve más vulnerable a los pinchazos y genera mayor consumo. En cambio, si el inflado es excesivo, el neumático se endurece, pierde superficie de contacto con el suelo y se vuelve más propenso a romperse frente a cualquier imperfección del camino.
Las cifras recomendadas varían según el tipo de moto y su uso. Un scooter de 125 cc, muy habitual en trayectos urbanos por su bajo costo y buena maniobrabilidad, suele requerir una presión de 2.3 kg/cm² en la rueda delantera y 2.5 kg/cm² en la trasera, aunque esta última puede aumentar a 2.7 kg/cm² si se lleva acompañante o carga adicional.
En modelos de 200 cc, más versátiles y aptos también para trayectos largos, se recomienda 2.3 kg/cm² adelante y 2.8 kg/cm² atrás. Para motos de 250 cc, los valores suben a un rango de entre 2.4 y 2.5 kg/cm² en la rueda delantera, y de 2.8 a 2.9 kg/cm² en la trasera.
Los especialistas insisten en que siempre hay que respetar lo que indica el fabricante en el manual de usuario, ya que esos números surgen de pruebas específicas para cada modelo. También recomiendan medir la presión en frío, preferentemente por la mañana, ya que el calor acumulado del asfalto y la fricción de la marcha pueden alterar el resultado si la medición se hace después de circular.
Un modo simple de saber si el inflado es correcto es observar cómo se desgasta la cubierta. Si los bordes se gastan más que el centro, probablemente falte presión. Si el desgaste está concentrado en el centro, es señal de exceso. Un desgaste parejo indica que la presión es la adecuada.
Más allá de estos controles, hay un elemento de protección que no puede quedar afuera: el casco. Su uso, aunque obligatorio por ley, no siempre se respeta. Llevarlo siempre puesto, sin excepciones, debería ser una norma tan básica como desacelerar antes de una curva.
La moto es una gran aliada para moverse en la ciudad. Pero también exige atención, responsabilidad y una revisión constante de los detalles. A veces, algo tan sencillo como la presión de los neumáticos puede hacer la diferencia.