Inspirada por una entrevista que me hizo una consultora contratada por un banco, decidí poner en palabras una sensación que ya trasciende lo personal y se instala con fuerza entre quienes trabajamos por el desarrollo urbano: la indignación. No por lo que se hizo mal, sino por lo que no se hace, aun sabiendo que puede funcionar.
Hice una breve cronología de titulares que marcan el recorrido de los créditos hipotecarios durante este año.
Una historia que comenzó con entusiasmo, atravesó advertencias y hoy se enfrenta, una vez más, a la posibilidad del cierre.
Mayo 2024: “Vuelven los créditos hipotecarios”. Una noticia celebrada, que generó expectativa real tanto en las familias como en el sector desarrollador.
Diciembre 2024: “Préstamos hipotecarios UVA: con demanda firme, los bancos empiezan a subir las tasas”. El entusiasmo inicial choca con los límites del sistema financiero tradicional, sin un fondeo adecuado de largo plazo.
Mayo 2025: “Los créditos hipotecarios están a punto de tocar su techo: ¿se terminan?”.
El sistema bancario argentino no tiene hoy la profundidad necesaria para sostener una política hipotecaria de largo plazo sin apoyo institucional. Su fondeo es corto, limitado y costoso.
En cambio, financiar desarrollos nuevos, especialmente desde pozo, tiene un efecto directo en la generación de puestos de trabajo, dinamiza cadenas productivas y responde a una necesidad estructural: acceso a la vivienda.
La propuesta no es nueva, pero sí urgente: utilizar herramientas de securitización de carteras hipotecarias para que los bancos puedan transformar sus préstamos en instrumentos de inversión. Estos podrían ser adquiridos por, actores institucionales, liberando así capacidad prestable para continuar financiando nuevos créditos.
Este mecanismo, probado y eficaz, permitiría canalizar fondos existentes hacia la obra nueva, sin desequilibrar el sistema bancario ni depender exclusivamente del presupuesto público. No se trata de “crear plata” sino de redirigir inteligentemente la que ya existe.
La construcción es uno de los motores más potentes de la economía argentina. Pero sin crédito, ese motor no arranca.
Hoy tenemos una oportunidad concreta de reordenar prioridades, redefinir estrategias y construir un sistema que no solo financie viviendas, sino que construya futuro.
La decisión no es técnica. Es política.
* La autora es directora ejecutiva de la Cámara Empresaria de Desarrolladores Urbanos(CEDU).