Carta a uno mismo a los 25 (y a los que están empezando)

1

Querido yo, versión 1995:

Sí, ya sé. Tenés dudas. No sabés si estudiar más, trabajar, viajar, hacerte hippie o gerente. Tenés 25 años y una mochila liviana de responsabilidades, pero pesada de incertidumbres. Estás más enfocado en el after office que en el office. No te juzgo, fui (soy) vos. Por eso te escribo: para contarte lo que me hubiera gustado saber, aunque igual lo aprendí. A los golpes.

Podés tener alma de artista, pasión por salvar el mundo o ganas de construir castillos de arena. Pero cuando pasás por el molinete del subte a las 7:58 AM, todo eso tiene que traducirse en acción concreta. Si tenés dudas, elegí una carrera generalista: algo que te dé cabeza y cintura. Yo elegí Ciencia Política, que era como estudiar filosofía pero con más datos. Pero después tuve que hacer un MBA para que alguien me contratara. Si tenés más claridad, hace algo específico, siempre hay tiempo para romper la especialidad y hacerle generalistas o “manager”. No romantices la vocación: usala como guía, pero aprendé a monetizarla.

Tu CV es como un tatuaje que se ve más en las entrevistas que en la playa. Cada cosa que hacés, o no hacés, habla de vos. Y el mercado tiene memoria. Un jefe mediocre, un laburo sin sentido, demasiadas rotaciones, una renuncia mal hecha… todo se anota en esa hoja A4 que algún día alguien leerá para decidir si te da una oportunidad o te deja en la pila de los “seguimos en contacto”. Y si lo tuyo es LinkedIn, como corresponde, asegúrate de tenerlo completo y que no parezca un desierto de palabras.

A los 25 vendés tu tiempo. A los 40, querés vender tu talento pero con dignidad, ya no estás para vender el alma. Si trabajás en un lugar que va en contra de lo que creés, se te empieza a pudrir el alma. Yo a los 45 me desalineé tanto que terminé en crisis. Spoiler: no se arregla ni con tarot, no con pilates, yoga, ni con coaching cuántico. Se arregla con terapia y con decisiones valientes. Y a veces, con una renuncia escrita con bronca y verdad.

Te va a parecer que tenés todo el tiempo del mundo para ver a tu mamá, para tomar ese café con tu papá, para ir al asado del domingo. Mentira. Los viejos se van antes de que nos demos cuenta. Y cuando no están, el domingo se vuelve un hueco gigante. Extraño a mamá todos los días. Hacete tiempo para los viejos, no pongas excusas, sentate a la mesa.

Una pandemia, una enfermedad, una pérdida: todo eso te pone frente al espejo. Y el que te devuelve la mirada no te pregunta cuánto facturaste, sino cuánto viviste. El trabajo puede darte sentido, pero no puede ser el sentido. Te puede pasar en algún momento que te vaya tan bien que te den un auto alemán con olor a nuevo y esa sea tu cárcel importada con cuatro ruedas y te olvides de vivir. Por eso escribo, leo, camino, ando en bici, me río. Hacelo vos también. Buscate pasatiempos que te hagan feliz. Y si escribís cuentos, no te avergüences por no haberlos publicado. Yo tampoco. Shhh.

Hay jefes buenos, y hay energúmenos con títulos de jefes. Si no los frenás, te pasan por arriba. Con respeto, sí. Pero con firmeza. Una vez un jefe me gritó que no podía negarme a un encargo “porque trabajábamos para el Señor” (trabajaba en un lugar con impronta religiosa). Le respondí que el único Señor que conocía era yo, que llevaba el sueldo a casa. No me molestó más.

No estoy diciendo que armes un escándalo. Pero si te vas, que se note que te vas con dignidad. Yo renuncié una vez por fax. Sí, fax, una maquinita que hacía bip, y sacaba papel finito casi transparente. Al final decía: “Hágase un curso de gestión de personas porque usted es un animal.” ¿Fue elegante? No. ¿Fue sincero? Completamente. ¿Me sentí mejor? Inmensamente. No te quedes con nada en el tintero. La vida es muy corta para tragar sapos y muy larga para lamentarse por no haber hablado.

No lo digo como slogan de taza. Lo digo porque la vida pasa volando. Buscá momentos que te hagan bien, personas que te hagan reír, trabajos que te desafíen sin destruirte, pasiones que te mantengan despierto. La felicidad no es un objetivo de Google Calendar. Es lo que pasa entre reuniones cuando lográs recordar quién sos. Pero ser feliz requiere que vos, que recién estás empezando, la tengas como prioridad en tu vida. Caso contrario la vida misma avanza sobre tu agenda y perdés el rumbo.

No te tomes tan en serio. Todos los que parecen tener todo bajo control también se sienten perdidos a veces. Incluso yo, que te estoy escribiendo esto desde el futuro, sigo preguntándome qué quiero ser cuando sea grande (más grande). Lo importante es no perder el rumbo, ni el humor.

Con cariño,

El Andrés que viene del 2025 (y aún escribe cuentos que nadie publica)